EL DESEMBARCO ÁRABE EN EL FÚTBOL: ¿AMENAZA REAL O BURBUJA?
Las
autoridades saudíes realizan una inversión económica sin precedentes para
potenciar su Liga. Detrás se encuentran motivos estratégicos y geopolíticos,
así como el intento de mejorar la denostada imagen del país
RICARDO
URIBARRI
Presentación del futbolista Karim Benzema
tras su fichaje por parte
del equipo árabe Ittihad. /Ittihad Club
El tablero del fútbol mundial tiene un nuevo y poderoso jugador. Arabia Saudí ha decidido pasar a la ofensiva en este campo y, a base de dinero, amenaza con desequilibrar aún más el ya alterado panorama económico que se vive en el balompié internacional. Con ofertas mareantes que multiplican hasta en ocho, nueve o diez veces los salarios que los futbolistas ganan en Europa, los dirigentes saudíes han convencido a grandes estrellas como Cristiano y Benzema –y lo están intentando con varios más– para que vayan a jugar a la Liga local, a la que quieren convertir en una referencia mundial. El alcance final que tendrá este movimiento para los campeonatos más tradicionales del viejo continente está aún por determinar.
El paso que
demuestra que la apuesta del gobierno saudí por impulsar su fútbol nacional es
firme en este momento tuvo lugar hace pocas semanas, cuando el príncipe
heredero y primer ministro, Mohamed bin Salman, anunció que privatizaban los
clubes del país, que han pasado a ser propiedad de empresas públicas. Cuatro de
los equipos más importantes, Al Hilal, Al Nassr (donde milita Cristiano), Al
Ittihad (en el que va a recalar Benzema) y Al Ahli, son los más beneficiados,
ya que van a depender en un 75% del Fondo de Inversión Pública (PIF) de Arabia
Saudí, uno de los más importantes del mundo, que cuenta con unos activos
estimados en 620.000 millones de dólares. Con ese músculo financiero detrás,
los clubes tendrán capacidad para tentar a más figuras con propuestas
difícilmente rechazables. De esa manera, las autoridades esperan hacer crecer
los ingresos de la Liga saudí desde los 120 millones actuales a los 480
millones anuales.
¿Pero por qué
tienen tanto interés en invertir grandes cantidades de dinero en este ámbito?
Para tener una respuesta debemos buscar razones de tipo económico, geopolítico
y de reputación.
Empezando por la
última cuestión. Arabia Saudí lleva años intentando blanquear su pésima
reputación en cuestión de derechos humanos. En el país árabe el adulterio
conlleva penas de flagelación; la homosexualidad se castiga con la cárcel; el
ateísmo está prohibido; no hay libertad de información y se persigue a
periodistas. Las mujeres son discriminadas y la defensa de la igualdad de
género ha costado a varias activistas ser condenadas por la justicia. Un
estudio del Foro Económico Mundial, que ofrece una imagen sobre el estado de
los derechos de las mujeres en términos de política, economía y educación,
colocó a Arabia Saudí en la posición 141 de un total de 149 países.
Arabia Saudí lleva
años intentando blanquear su pésima reputación en cuestión de derechos humanos
A todo esto hay que
añadir que es el tercer país del mundo que más aplica la pena de muerte, una
condena que, según la organización Amnistía Internacional, se toma tras la
celebración de juicios “claramente injustos” por delitos entre los que se
incluyen “desestabilizar el tejido social y la cohesión nacional” o “promover y
participar en sentadas y protestas”. El bombardeo sobre la vecina Yemen o el
caso del asesinato del periodista Khashoggi, del que una investigación de
Naciones Unidas concluyó que había sido víctima de una ejecución extrajudicial
de la cual era responsable Arabia Saudí, son otras infamias en el historial del
país.
Ante este panorama,
las autoridades saudíes han entendido que el deporte, y el fútbol en
particular, es una vía idónea para vender una imagen del país más amable y
positiva de cara al exterior. Y por ello llevan un tiempo destinando fondos
para quedarse con la organización de importantes eventos de diferentes
disciplinas, entre ellos la Supercopa de España de fútbol, o, como ahora,
buscando atraer a los deportistas a sus torneos. Frente a la posibilidad de que
las condiciones de vida, tan distintas a las que está acostumbrado un
occidental, o el dilema moral que puede surgir al verse asociado a un régimen
con tantas carencias en materia de derechos humanos, puedan ser factores que
jueguen en su contra, los saudíes contraatacan con el peso del dinero, que
muchas veces disipa cualquier duda.
Las autoridades
saudíes han entendido que el fútbol es una vía idónea para vender una imagen
del país más amable
También son
importantes las razones económicas. En 2016 se puso en marcha el programa Saudí
Visión 2030, que tiene como objetivo reducir la dependencia del petróleo, que
genera el 90% de su riqueza, y diversificar su economía desarrollando otros
sectores, entre ellos el turismo. Y entienden que tener una competición en la
que participen grandes estrellas será una manera de publicitarse a nivel
mundial de forma constante y un polo más de atracción para la gente. Incluso
con alguno al que no han conseguido convencer para que vaya a jugar al país,
como es el caso de Leo Messi, han llegado a un acuerdo para que promocione
Arabia Saudí. El argentino va a recibir 22,5 millones de euros en tres años a
cambio de realizar campañas comerciales, poner diez mensajes anuales en sus
redes sociales en los que publicite el reino y pasar unos días de vacaciones al
año allí con todos los gastos pagados, según ha desvelado The New York Times.
El objetivo de
potenciar su Liga se veía también como una forma de impulsar la candidatura de
Arabia Saudí para organizar el Mundial de 2030, proyecto que compartía desde
hace unos meses con Egipto y Grecia y en la que tenía como rivales a las
candidaturas que forman España, Portugal y Marruecos por un lado, y Uruguay,
Argentina, Chile y Paraguay por otro. Sin embargo, ha decidido retirarse al
comprobar que tenía pocas opciones de ser elegida esta vez por la fortaleza del
proyecto iberomarroquí, que les saca ventaja tras años de trabajo, y además,
por el hecho de que Qatar lo haya organizado en 2022, lo que complicaba su meta
por la política de rotación de continentes que suele aplicar la FIFA en sus
elecciones. Esto no obsta para que más adelante lo vuelvan a intentar,
posiblemente para la edición de 2034. Habrá que esperar entonces para saber si
esta apuesta por el fútbol es permanente o podría tener fecha de caducidad
hasta la organización de un Mundial.
En cualquier caso,
tampoco pueden obviarse las razones geopolíticas. Arabia Saudí es el país más
extenso y uno de los más poderosos de la península arábiga, pero tiene a unos
vecinos que son incluso más ricos en algunos casos, como Qatar, Kuwait y
Emiratos Árabes Unidos, con los que compite en materia de inversiones,
desarrollo económico, turismo y reputación. Y en esa disputa por ser el país dominante
en el golfo pérsico juega también su papel el deporte.
Arabia ha sido el
país que más tarde ha entrado en este campo y por ello lo ha hecho pisando el
acelerador. Qatar ya organizó el Mundial y ahora buscarán ser ellos los que
acojan este evento en algún momento, además de otros ya previstos, como los
Juegos Asiáticos de Invierno en 2029. También ha seguido Arabia Saudí la
estrategia empleada por sus rivales desde hace años de intentar ganar
reputación comprando importantes clubes de fútbol europeos. Si los Emiratos se
hacían con el Manchester City en 2008, consiguiendo por fin este año
proclamarse campeón de la Champions tras varios años intentándolo, y Qatar
hacía lo propio con el Paris Saint-Germain en 2011 (y está ahora en la pelea
por comprar el Manchester United), Arabia adquirió en 2021 el Newcastle, a través
del fondo PIF.
De momento, la
ofensiva saudí al fútbol del viejo continente ha empezado por jugadores
importantes que están en los últimos años de su carrera y que ya han conseguido
prácticamente todo. Además, buscan principalmente futbolistas que terminen
contrato para no tener que pagar cantidades de traspaso y así poder ofrecer más
dinero en salarios. Pero ya están cerrando algunas operaciones con jugadores
más jóvenes y en las que no les ha importado pagar una buena cantidad de dinero
por su fichaje (los saudíes van a desembolsar 55 millones al Wolverhampton
inglés para fichar al portugués Rubén Neves, de 26 años).
La duda está en si
en algún momento irán a por las grandes estrellas de los equipos europeos más
poderosos. ¿Tentarán a Vinicius, Ter Stegen, Haaland, Mbappe o Rashford?
¿Estarían dispuestos estos jugadores a cambiar el prestigio de jugar en Europa
y luchar por la Champions por sumas de dinero astronómicas? Imagínense lo que
sería que Arabia consiguiera quitarle a Haaland al City, buque insignia de los
Emiratos Árabes Unidos. O que pudiera llevarse a Mbappe, del PSG, joya de la
corona de Qatar. Parece difícil, en cualquier caso, que esos jugadores, en lo
mejor de sus carreras ahora mismo, acepten irse a la liga saudí. Pero sí
aceptarán el trato algunos de un escalón inferior.
En relación con lo
que está haciendo Arabia Saudí hay quien recuerda el caso de China, donde
empresas inmobiliarias y de otros sectores entraron hace algunos años en el
mundo del fútbol invirtiendo mucho dinero para atraer a destacados futbolistas
y entrenadores desde Europa y Sudamérica a su Liga, pero actualmente 12 de los
16 del campeonato están en quiebra y algunos equipos han llegado a desaparecer.
Parece evidente que las autoridades saudíes son las que decidirán en el futuro
si estamos ante otra burbuja más o no. El presidente de la UEFA, Aleksander
Ceferin, lo tiene claro. En una entrevista a la cadena NOS, señaló que “Arabia
Saudí está cometiendo un error. Debería invertir en academias, entrenadores y
educar a sus jugadores. Ir de compras no mejorará su fútbol. No todo se trata
de dinero”.
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