RUBIALES HERIDO SE REVUELVE
ATACANDO A LA VÍCTIMA
CANAL RED
Las dudas de las víctimas de violencia machista
demuestran precisamente la profunda implantación de la cultura de la violación
en nuestra sociedad.
El beso en la boca a la fuerza de Rubiales a Jenni Hermoso nos está permitiendo ser testigos en directo de una batalla cultural encarnizada. El feminismo está infringiendo una durísima derrota a sus postulados y los machistas están respondiendo como monstruos heridos. Al principio con incredulidad de que las que consideran inferiores y débiles se hayan atrevido a plantarles cara. Luego con desconcierto al comprobar que los están venciendo. Y finalmente usando todo su poder para atacar a la víctima que ha osado enfrentarse a ellos y mostrar sus vergüenzas.
Primero lo consideraron un acto sin importancia fruto
de la euforia
A pesar de que se trataba de un beso en la boca de un
superior a una subordinada sin su consentimiento, la primera reacción de los
medios fue generalizada: no tenía importancia, era un acto espontáneo que la
jugadora había aceptado con humor. Esta interpretación y esa unanimidad
demostraban hasta qué punto la cultura de la violación está instalada y
normaliza como aceptables abusos de poder y agresiones sexuales que no son
tolerables.
Ahí hubiera quedado todo, pero la denuncia inmediata
de Echenique fue haciéndose viral, llegó hasta Rubiales al otro lado del mundo
y despertó a la bestia. Entrevistado esa misma tarde reaccionó con la soberbia
habitual del machirulo insultando iracundo. El periodista lo apoyaba, “yo lo
veo igual”. Ambos compartían la aberración de que el beso no tenía importancia.
No fueron los únicos. Esa misma noche, otro periodista no tuvo inconveniente en
ofender a la mitad de la sociedad al decir que “las que lo criticaban era
porque no se lo habían dado a ellas”. Y al responsable del programa le parecía
tan inconcebible que una mujer pudiera sentirse molesta por ello que incluso se
lo preguntó en antena a una colaboradora. Así de seguros estaban en su
convicción machista. Y estaban tan molestos contra Podemos como Rubiales.
Acusaban a Echenique y a Irene Montero de exagerar buscando protagonismo y
quitándoselo al logro de las jugadoras.
Luego admitieron que el comportamiento de Rubiales
había sido incorrecto y que lo vieron así desde el principio (falso), pero que
no era una agresión sexual
En los días posteriores, el machismo corporativo
cambió a regañadientes sus argumentos. La ola seguía creciendo, llegaban
protestas internacionales y el feminismo estaba en pie. Expertos legales
confirmaban que según la ley del “Sólo sí es sí” forzar un beso en la boca sin
consentimiento era una agresión sexual, y si lo hace un superior, un agravante.
Hasta ellos se dieron cuenta de que seguir defendiendo públicamente lo hecho por
Rubiales era impresentable, así que cambiaron su discurso para decir que lo
vieron así desde el primer momento, algo evidentemente falso. Pero seguían
siendo reacios a dar su brazo a torcer ante el feminismo: lo de Rubiales estaba
mal, pero tampoco se podía caer en el “linchamiento”. No se podía normalizar,
pero tampoco “criminalizar”.
Su mente se resistía a admitir que el sesgo machista y
la cultura de la violación les había llevado a considerar como aceptable algo
que era delito. Había que culpar a alguien de su incomodidad por verse ante el
espejo como defensores de un agresor y lo encontraron enseguida: el feminismo.
La culpa es del feminismo que está manipulando a las
jugadoras
Como tantos años de educación machista les hace
incapaces de entender la humillación y la rabia que siente una mujer forzada
por un poderoso a recibir un beso en la boca contra su voluntad, su mente tenía
que encontrar otra explicación: Jenni y sus compañeras han sido manipuladas por
el feminismo.
Se instaló entre los prebostes masculinos del
periodismo deportivo la conspiranoia de que las jugadoras se habían plantado
frente a un abusador como Rubiales porque las presionaban desde fuera cuando la
coacción real era evidentemente interna: criticar al presidente de la
federación podría costarles no volver a la selección.
Los medios hacían como si no vieran que, aparte del
beso, la actuación de Rubiales había sido una constante falta de respeto a la
dignidad como mujer de Jenni Hermoso. Sabiéndose su jefe, al que no osarían
replicar, hizo bromas chabacanas en el vestuario con las jugadoras, presionó a
la víctima y a sus familiares para que dijeran en un vídeo que había sido
consentido (a lo cual se negaron), mintió haciendo pasar por declaraciones de
Jenni un montaje de la propia federación y finalmente la acusó directamente de
ser ella la que se había abalanzado sobre él.
El delirio fascista continúa: dicen que quien “ha
soltado a violadores” no puede exigir la dimisión de Rubiales
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz son los directos
responsables de que este bulo haya quedado instalado en una parte importante de
la ciudadanía. No sólo no se atrevieron a enfrentarse a la ultraderecha
mediática y judicial para combatirlo, sino que ambos lo aprovecharon
deliberadamente en su estrategia de dañar el prestigio personal de Irene
Montero y hundir a Podemos de cara a las elecciones.
Todos recordamos las infames imágenes del PSOE
juntándose con el PP para tumbar el consentimiento como eje de la ley del “Sólo
sí es sí” y a una desleal Yolanda Díaz colegueando en su estrado entre risas
con las ministras del PSOE, dejando solas a Irene Montero y a Ione Belarra ante
los insultos de la ultraderecha.
También recordamos cómo ocultaron que el autor de la
escala de penas de la ley que luego algunos jueces usaron para retorcer la
legalidad y excarcelar indebidamente a violadores fue Juan Carlos Campo,
ministro de Justicia del PSOE, y no el Ministerio de Igualdad. Desviaron a
sabiendas esa responsabilidad que no le correspondía hacia Irene Montero dando
esa munición a los fascistas que ahora, con lo sucedido con Jenni, siguen
usando.
Ya van directamente contra la víctima: no será tan
grave lo que hizo Rubiales si tras el beso Jenni siguió festejando
Como era de esperar, han dejado pasar unos días hasta
comprobar que Jenni Hermoso no estaba dispuesta a plegarse a mentir para salvar
al machista y ya van a por ella sin disimulo. Todos saben que lo que hizo
Rubiales es una agresión independientemente de cómo se lo tome la víctima, pero
insisten en poner el foco en el comportamiento de la jugadora como ya hicieron
con la chica violada por los de “La Manada”. La mujer que se atreva a denunciar
a un poderoso que ha cometido agresiones machistas no puede quedar impune.
Tiene que pagarlo. Así funciona la mafia para disuadir a otras víctimas. Para
que nadie más se atreva a hacerlo.
Y es cierto que la jugadora quitó importancia al hecho
en las declaraciones del día del partido y se fue a celebrar el campeonato del
mundo con sus compañeras en Ibiza. Pero, ¿por qué no iba a hacerlo?.
En primer lugar, la agresión no puede medirse por la
respuesta de la víctima. Si a cualquiera de nosotros nos atracaran a punta de
navaja sería inverosímil que un juez argumentara que no lo considera como un
robo con violencia porque hemos seguido haciendo nuestra vida normal. Y en
segundo lugar, cada víctima gestiona el trauma y lo expresa a su manera. Jenni
Hermoso y sus compañeras acababan de ganar el campeonato del mundo, algo
inconcebible apenas unas semanas antes. El éxtasis y la intensa ola emocional
que debió arrebatarlas ese día es entendible. También la rabia de que su
protagonismo en ese día único, ese mérito para la historia quedara empañado y
empequeñecido en los medios por el comportamiento de un gañán como Rubiales. Se
entiende perfectamente que todas ellas se conjuraran para ignorar el beso y
centrarse en lo histórico: su impensable triunfo en un campeonato mundial de
fútbol.
Que a Jenni le había contrariado y humillado quedó
patente en sus primeras declaraciones ante sus compañeras: “no me ha gustado,
pero a ver qué podía hacer”. También en el hecho de negarse a aparecer en un
vídeo junto a Rubiales diciendo que había sido consentido. O en su comunicado
oficial: “La situación me provocó un shock por el contexto de celebración, y
con el paso del tiempo y tras profundizar un poco más en esas primeras
sensaciones, siento la necesidad de denunciar ese hecho ya que considero que
ninguna persona, en ningún ámbito laboral, deportivo o social debe ser víctima
de este tipo de comportamientos no consentidos. Me sentí vulnerable y víctima
de una agresión, un acto impulsivo, machista, fuera de lugar y sin ningún tipo
de consentimiento por mi parte”. Pero es que incluso en ese último vídeo que
ahora están distribuyendo ella dice que Rubiales la forzó, le sujetó la cabeza
y le plantó un beso sin su consentimiento.
Como le sucede a muchas mujeres víctimas de violencia
machista la conciencia de la gravedad de lo sufrido fue apareciendo a medida
que pasaba el tiempo y en el caso de Jenni a medida que se disipaba la euforia
por el campeonato. Y esta percepción se intensifica lógicamente si sufres
presiones para que aparezcas en un vídeo diciendo que el beso fue consentido o
ves cómo la federación distribuye a los medios unas falsas declaraciones tuyas
en ese mismo sentido. Y no digamos cuando el propio Rubiales miente ante toda
España afirmando que fuiste tú quien se abalanzó sobre él.
Que ahora desde el entorno de Rubiales se distribuya
un vídeo de Jenni Hermoso celebrando el título con sus compañeras es otra nueva
agresión contra la víctima. Quien lo difunde es un medio de extrema derecha que
fue invitado, por cierto, a la asamblea de la federación donde no se permitió
acceder a casi ningún otro medio. Lo que prueba de nuevo las íntimas conexiones
entre el machismo, la derecha y sus ataques obsesivos contra el feminismo.
El razonamiento que quiere instalar esta mafia es que
estar de celebración demuestra que no hay trauma y que el beso no tenía
importancia, que Jenni y sus compañeras no denuncian a Rubiales porque lo que
hizo sea grave, sino porque se ven manipuladas por la presión de las feministas
y los políticos. Su planteamiento se desmonta en ese mismo vídeo: junto a Jenni
está Olga Carmona. Su padre murió justo antes de la final. ¿Se atreve alguien a
sostener que no siente su pérdida porque también aparece de fiesta? ¿Tan
difícil es entender que ninguna de ellas estaba dispuesta a que se les hurtara
su legítimo derecho de celebrar con sus compañeras el éxito más importante de
sus vidas deportivas, algo que difícilmente va a repetirse para ninguna de
ellas?
Las dudas de las víctimas de violencia machista
demuestran precisamente la profunda implantación de la cultura de la violación
en nuestra sociedad. Que ante una agresión sexual ellas mismas duden de que “a
lo mejor no es para tanto” evidencia la necesidad de que el Ministerio de
Igualdad continúe haciendo pedagogía hasta que los más recalcitrantes y las
propias víctimas no necesiten semanas para ver lo que Echenique, Irene Montero
y miles de feministas más percibieron de inmediato.
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