¿QUIÉN HA MATADO A RUBIALES?
El feminismo
sin duda y una sociedad española en la que la decencia que representa el
movimiento de las mujeres se abre paso poco a poco y nos hace a todos mejores
PABLO
IGLESIAS
Huelga feminista del 8 de marzo de 2019. / Manolo Finish
De las muchas anécdotas de la lucha estudiantil antifranquista que mis padres me contaban, hay una que se me quedó más grabada que otras.
Le pondré algo de literatura pero la historia es más o menos así: Facultad de Derecho de la Complutense, 14 de abril de 1971, casi tres años después de que los atletas negros Tommy Smith y John Carlos, desde el pódium, bajaran las cabezas y levantaran el puño cuando sonó el himno de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de México. Un grupo de estudiantes antifascistas se reúnen en un local de la facultad y colocan varias banderas republicanas. En el local irrumpen varios guerrilleros de Cristo Rey. Los escuadristas son grandes y fuertes. Arrancan una de las banderas e insultan a la gente. Solo una persona reacciona: un estudiante de segundo curso al que todos llamaban el ‘enano’ por su estatura modesta. Se tira al cuello de uno de los asaltantes que se lo quita de encima de una hostia. Nadie reacciona. Él vuelve a levantarse y lanza varios puñetazos a uno de los fachas. Acaba otra vez en el suelo en peores condiciones que en la primera ocasión. Entonces ya sí, me decían mis padres. Entonces empezaron a lloverles sillas y golpes a los fachas y volvió a quedar claro que, en una riña tumultuaria, la superioridad numérica es definitiva. Pero claro, tuvo que haber alguien que abriera el camino: el enano.
Pensarán que me
invento esta batallita con fines pedagógicos. Pues no. A pesar de la mala
literatura que le haya podido añadir, el enano existe: se llama Juan Manuel
González Berzosa y hoy es, como mis padres, un abogado jubilado. Hay más
figuras heroicas notables en mi anecdotario militante familiar, como el
“impostor”, un estudiante que iba a los saltos “disfrazado”, vistiendo de
traje, como un pincel, y que sacaba de su maletín porras extensibles y objetos
similares para que el servicio de orden pudiera contener unos minutos a los
grises y facilitar la huida de los compañeros. Está anécdota familiar sí que
debe ser mentira porque todo el mundo sabe, como explicó Elisa Beni en alguna
televisión, que la lucha feminista y contra el franquismo siempre fueron
pacíficas. Faltaría más. Todo el mundo corrió delante de los grises pero nadie,
salvo algún terrorista, les tiró jamás una piedra.
Les cuento todo
esto porque la cabeza de Rubiales, que hoy luce en una pica como el cuerpo
colgado boca abajo de Mussolini (perdonen lo desagradable de la metáfora pero a
uno aún le queda mucha re-educación feminista por recibir), no sería hoy un
trofeo de la democracia y del feminismo, de no ser por unas cuantas mujeres
que, como el enano, llevan años poniendo la cara, el cuerpo y su coño moreno
para recibir todas las hostias mediáticas y políticas del mundo.
El itinerario
mediático que sucedió al beso no consentido de Rubiales y a su varonil manera
de agarrarse los cojones para celebrar un gol junto a la reina y la infanta es
toda una lección de ciencia política y de periodismo. Del frente político
salieron primero las de siempre y hasta el muy de izquierdas periódico dirigido
por Nacho Escolar les dedicó un titular no muy favorable: Irene Montero e Ione
Belarra califican de “violencia sexual” el beso de Rubiales. “Califican” de
“violencia sexual” con comillas y todo ¡Qué exageradas las ministras en
funciones! Pero según pasaban las horas y las sillas iban cayendo sobre
Rubiales y los suyos, el titular (y hasta la url) fueron mutando en una colosal
metamorfosis periodística hasta convertirse en un titular bien diferente:
“Yolanda Díaz exige la dimisión de Rubiales por su beso en la boca a la
jugadora Jenni Hermoso”. Montero y Belarra casi desaparecen de la pieza en la
“actualización” y la cosa quedó de esta
manera: “Las ministras se han sumado a las críticas por el beso”. Hay que
joderse.
¿Quién ha matado a
Rubiales? El feminismo sin duda y una sociedad española en la que la decencia
que representa el feminismo se abre paso poco a poco y nos hace a todos
mejores. Pero yo no quiero dar las gracias hoy a los que dan la patada al facha
cuando está desahuciado y en el suelo o a los que renegaron de Mussolini cuando
ya colgaba boca abajo tras ser ejecutado por los partisanos, ni a los que no
corrieron nunca delante de los grises, aunque presuman de haberlo hecho. Hoy,
con la cabeza de Rubiales clavada en una pica, quiero dar las gracias a todas
las mujeres que se atreven a poner la cara y el cuerpo frente a sus rubiales,
cuando nadie las aplaude.
Toda mi admiración
para las jugadoras que han logrado esta victoria deportiva, que además nos ha
traído la hermosa imagen de un Rubiales colgado (metafóricamente) como
Mussolini. Pero permítanme que aún admire más a las jugadoras que renunciaron a
ir a la Selección por enfrentarse al entrenador y a la Real Federación, con
toda la prensa en contra.
Todavía hay
deportistas como Tommy Smith y John Carlos. Todavía hay gente como el
estudiante de la Complutense. Gracias Mapi León, Patri Guijarro, Claudia Pina,
Lola Gallardo, Leila Ouahabi, Andrea Pereira, Lucía García, Laia Aleixandri,
Amaiur Sarriegi, Nerea Eizagirre, Ainhoa Vicentes… Gracias por ser tan
valientes.
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