MIGRANTES, CON LA MUERTE A CUESTAS
GUADI
CALVO*
Como una serpiente que se muerde la cola, la crisis migratoria, vuelve siempre almismo punto. Por una parte, los países centrales, los viejos imperios europeos: Francia,Reino Unido, a lo que indefectiblemente hay que sumar a los Estados Unidos, creangracias a sus políticas económicas respecto a aquellas viejas colonias, particularmentede África y Asía, condiciones que, con el tiempo, provocan reacciones que mástemprano que tarde, pero de manera indefectible, son respondidas con accionesmilitares, encubiertas con pomposos nombres como “lucha contra el terrorismo”, ocosas semejantes, donde nunca falta términos como “libertad”, “progreso”,“democracia” y “justicia”.En concreto, fundamentalmente, el saqueo de los recursos naturales, a los que han sidosometidas esas naciones, por las potencias de occidente, además de las obviasconsecuencias que dejan las guerras y el cambio climático, obligó, históricamente, loque se profundizó particularmente desde 2014, a que, a millones de africanos yasiáticos, deban abandonarlo todo, en búsqueda del porvenir, negado en sus lugares deorigen.En respuesta, a estas oleadas, causadas por aquellos imperios, estos mismos viejosimperios, levantan barreras de contención para evitar la llegada de más migrantes, queamenazan con “subvertir” sus estándares de vida, además de “afear” el paisaje.Europa y Estados Unidos, deberán también considerar, a la hora de preguntarse por elcrecimiento exponencial de la ultraderecha, cuanto tiene que ver con sus propiaspolíticas internas y en relación con la migración.
Esas barreras
establecidas con desesperación, contra los desesperados, estánproduciendo un
genocidio que se ha naturalizado, y que, a pesar de su magnitud, secalcula
alrededor de cincuenta mil, los ahogados en el Mediterráneo en estos
últimosnueve años, lo que ya no llama la atención de nadie.Este número se
incrementa día a día, ya que cientos de personas siguen muriendo en susintentos
de escapar de los horrores de sus países, ahogados en el mar, ahogados en
eldesierto, nunca conoceremos ni cuántos son, ni sus nombres, aunque sí, sus
historiasporque a todos, la misma la desesperación.Mientras otras han logrado
la hazaña de llegar a los puertos del sur de Italia, se calculaunos cien mil,
consiguieron en lo que va del año cruzar el Mediterráneo Central, desdeLibia y
Túnez.En el contexto de la actual crisis en Níger, miles de refugiados de desde
los paísessubsaharianos, tras llegar a alguno de los puertos del sur del
Mediterráneo, después demeses de ardorosas marchas, y tras invertirlo todo, se
ven obligados a retornar a suslugares, tras comprobar que los obstáculos
reales, mayor vigilancia por las prefecturas ymarinas, tanto magrebíes como
europeas funciona cada vez mejor o los sobornos comoal presidente tunecino Kaïs
Saied, con sus políticas antinmigración, (Ver: La teoría delgran reemplazó a la
tunecina), ha convertido la estadía de los ciudadanos subsaharianosen un
infierno, por lo que el abandonar Túnez, antes que Túnez, los abandone en
mitaddel desierto, se les ha convertido perentorio.Son innumerables los relatos
de los padecimientos de los “negros”, sorprendidos por lasautoridades
tunecinas, particularmente en la ciudad portuaria de Sfax, el punto
másimportante de partida de embarcaciones ilegales del país magrebí hacia
Europa.
Tras duros
enfrentamientos entre residentes de Sfax, para muchos, incentivados por
lasautoridades con “africanos”, comenzó una cacería de migrantes, los
queinmediatamente, sin ningún tipo de control, son trasladados a áreas
fronterizas conLibia, donde, después de quitarles sus teléfonos celulares, para
evitar pedidos de socorroy las posteriores denuncias, son abandonados a su suerte
sin víveres, ni agua, en unterritorio árido, desconocido, con temperaturas que
pueden superar los cuarenta y dosgrados, lo que prácticamente, se convierte en
una condena a muerte.A principios del mes de agosto, cerca de un centenar de
personas fueron rescatadas porguardias libios, cuando deambulaban por un área
deshabitada, próxima a Sebkhat al-Magta, un lago salado en la frontera con
Túnez.La guardia fronteriza libia, tras ese salvamento, aseguró que, desde
hacía semanas,realizaban este tipo de rescate, habiendo socorrido a ciento de
personas en condicionessimilares, abandonados por las autoridades tunecinas.
Los últimos, cerca de Al’Assah,una localidad a ciento cincuenta kilómetros al
suroeste de Trípoli. Donde las patrullaslibias, han denunciado que alrededor de
esa localidad, se recuperan según el día, entre150 y 350, aunque han tenido
jornadas de hasta quinientas personas.Diferentes ONGs, que operan en Túnez
calculaban que hasta fines de julio unas 1200personas habían sido abandonadas
por parte la policía de ese país, en las fronteras conLibia, al este, y
Argelia, al oeste. Según la Media Luna Roja tunecina, ha dado acogidaa más de
seiscientos migrantes, en Ras Jedir, un área de amortiguación entre Túnez
yLibia, y otros doscientos del lado argelino. Es casi obvio aclarar, que
estoscampamentos improvisados carecen de toda condición para dar acogida a
estaspersonas, ya que no cuentan con instalaciones sanitarias, ni siquiera
depósitos de agua,sin baños, sin agua, por lo que cada día el abastecimiento depende
de la suerte.
Por su parte el
Gobierno de Trípoli, ha informado, que no admitirá más asentamientosen su
territorio de inmigrantes llegados desde Túnez. En Libia se estima cerca de
dosmillones de refugiados tanto africanos, como asiáticos, esperando tener la
oportunidadde encontrar una plaza en alguna de las embarcaciones, que cada vez
más con menosfrecuencia, por la presión de la Unión Europea, parte hacia los
puertos del sur de Italia.Mientras que docenas de nuevos expulsados desde
Túnez, siguen siendo abandonadosen las fronteras, en un perverso juego, de
siempre, volver a empezar.El golpe en Níger.
La ciudad nigerina
de Assamakka, en la frontera con Argelia, se ha convertido en unapuerta de ida
y vuelta, para los miles de migrantes que, desde el África
Subsahariana,intentan llegar al Mediterráneo. (Ver: Níger: Los fantasmas de
Assamakka) oemprenden la vuelta a sus lugares de origen, ya que cada vez son
más los que han vistofrustradas sus ambiciones de cruzar el Mediterráneo.Esto
representa, para muchos largos meses de penalidades en ese retorno que,
paraalgunos casos, significa recorrer más de 3500 kilómetros, sin otros
recursos que susuerte y la invocación a algún Dios, tal como lo ha sido la ida,
aunque esa vez quizásfueron empujados, también, por la esperanza.Aunque en este
tráfago de idas y vueltas, una nueva penuria se ha sumado a losmigrantes, el
golpe del veintiséis de julio dado por los militares nigerinos. Según cifrasde
Naciones Unidas, cerca de siete mil inmigrantes, de regreso a sus lugares,
hanquedado varados en Níger, tras el cierre de fronteras ordenado no sólo por
los nuevosjefes de Niamey, sino por los gobiernos de las naciones vecinas, que
se encuentranresolviendo, la posibilidad de una invasión armada.
Una mala noticia
más, para las casi dos mil personas, que, según la ONU, viven en lascalles de
las diferentes ciudades o pueblos donde los sorprendió el golpe contra
elexpresidente Mohamed Bazoum, ya que los centros administrados por la
OrganizaciónInternacional para las Migraciones de Naciones Unidas, con
capacidad para cinco milpersonas se encuentran desbordados, por lo que les es
imposible, nuevas admisiones.El cierre de fronteras, no solo significa
inmovilidad de los migrantes, sino que impideque las ONGs que operan en esta
problemática, cómo la italiana COOPI, tampocopueda acceder a los cada vez más
escasos suministros, para la atención de losrefugiados.Antes del golpe, la
Unión Europea (UE), había considerado, entregar doscientosmillones de euros, al
gobierno de Niamey, para la asistencia de los refugiados, perofundamentalmente,
para que el gobierno del derrocado presidente Bazoum, seinvolucrarse, como lo
hace Túnez, en la contención del tránsito de refugiados hacia elnorte (Libia y
Argelia). A partir de la nueva situación del país saheliano, ese aporte
haquedado por el momento congelado.Mientras esos siete mil migrantes quedan
varados en Níger, a espera de una resoluciónque los supera, otros, cientos de
miles, siguen transitando por caminos imposibles y entodas direcciones en
búsqueda de lo que nunca han tenido, lo único cierto para cada unode ellos, lo
hace con la muerte a cuestas.
*Guadi Calvo es
escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado enÁfrica,
Medio Oriente y Asia Central. En
Facebook:https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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