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jueves, 31 de agosto de 2023

¿PERO FEIJÓO JUEGA A ALGO?

 

¿PERO FEIJÓO JUEGA A ALGO?

CARLOS ELORDI

Núñez Feijóo junto a Díaz Ayuso y Gamarra en

un acto de partido en Madrid.

El proceso para la investidura se está convirtiendo en un esperpento. Feijóo confirma cada día que es incapaz de obtener nuevos apoyos y, sin embargo, dispone aún de casi un mes para seguir acaparando el protagonismo de esta ceremonia de la confusión que sólo puede conducir a su fracaso y a que sea Pedro Sánchez el encargado de intentarlo.

A la vista de este bloqueo perfectamente previsible dados los datos de partida, cabe hacer dos preguntas. Una, ¿por qué la presidenta del Congreso aceptó el larguísimo plazo que Feijóo le pidió para negociar su candidatura, cuando, en vista de las posibilidades, en menos de dos semanas se podía haber cumplido el trámite? Y dos: ¿por qué el jefe del Estado aceptó la candidatura del líder del PP si él, como todos, sabía que carecía de los apoyos suficientes para abordarla?

 

Las respuestas a ambas preguntas se inscriben en el mismo marco. En el primer caso, está claro que Pedro Sánchez coincidió con la presidenta en aceptar la inusitada pretensión de Feijóo al hilo de que tampoco mostró crítica ni reticencia alguna a la previa decisión de Felipe VI. Y en ambos casos, seguramente por el mismo motivo: el de privar a Feijóo y a la derecha de un argumento victimista que seguramente, y muy a su estilo, habrían llevado hasta el paroxismo, empañando la investidura de Sánchez y marcando el inicio de la legislatura y seguramente bastante tiempo más.

 

Si esas hipótesis fueran ciertas, la prudencia de la presidencia del Congreso y del rey irían bastante más allá de movimientos tácticos. Confirmarían, en efecto, que en los altos niveles del poder hay algo parecido al temor a la derecha. Que si no ha podido ganar las elecciones de julio, y ese es el dato principal del momento, tiene fuerza suficiente para condicionar el normal desarrollo del proceso político.

 

Ese chantaje no es nuevo. Se viene produciendo desde que la izquierda coaligada accedió al Gobierno, hace ahora cinco años. Y todo indica que va a durar. De hecho, esa capacidad de coacción es la única fuerza real de que dispone un cada vez más patético Feijóo y de la que también dispondrá su sucesor, o sucesora, a la cabeza del PP.

 

Porque más allá de eso, el líder del primer partido de la derecha tiene muy poco. Y todo indica que él y sus asesores no saben cómo moverse en terrenos tan precarios. Su última actuación, la de la entrevista con el presidente del Gobierno en funciones para pedirle el apoyo del PSOE a fin de que pudiera gobernar durante dos años no sólo es inédita, sino que es, sobre todo, ridícula. Tal iniciativa ha generado mucha desazón en el PP y ha llevado a Isabel Díaz Ayuso a romper su silencio de semanas para golpear a Feijóo diciendo que su actitud hacia el PSOE es “bisoña”.

 

Peor no le podía haber tratado. Otros dirigentes populares utilizan adjetivos aún más duros y es muy probable que el mes que queda para que se acabe el intento de ser investido del líder del PP no sólo se le va a hacer muy largo a la gente de izquierdas, sino seguramente también a no pocos de derechas, que querrían que sus tareas de oposición empezaran cuanto antes.

 

A menos de que un milagro obligue a una rectificación en toda regla, Feijóo ya ha demostrado suficientemente que no está a la altura del cargo para el que le escogió su partido. Que no ha dejado de cometer errores que en una situación normal le habrían llevado a la dimisión. Uno de ellos, puede que el más grave por sus consecuencias, el de haber decidido, a mitad de la pasada campaña electoral, lanzarse contra Vox, que durante unos cuantos días se convirtió en el principal rival del PP, en medio de las críticas a esa política por parte de algunos dirigentes populares.

 

El resultado es conocido: Vox se hundió en las urnas, pero la subida del PP no pudo compensar la caída del partido de Abascal y eso arruinó el sueño de la derecha de hacerse con el Gobierno. Pugnar por la investidura o repetir mañana, tarde y noche que el PP había ganado las elecciones, permitieron a Feijóo evitar cualquier debate interno sobre ese y otros errores. Pero el malestar existe y el día que el líder popular pierda la investidura se multiplicará por muchos enteros.

 

¿Tiene aún Feijóo alguna posibilidad de salir del agujero en el que se está hundiendo? No parece bajo ningún concepto. Porque la situación estaba sancionada desde el momento en que se conocieron los resultados de las elecciones. Que decían sin posibilidad alguna de interpretación que el PP y Vox no habían alcanzado el número de escaños suficiente para hacerse con el gobierno. Y eso es decisivo. Más que cualquier otra cosa.

 

El asunto debería haber acabado ahí. Y el jefe del Estado debería haber encargado a Sánchez que intentara la investidura, porque él sí podía obtener los apoyos necesarios, aunque no fuera empeño fácil. Y sigue sin serlo, aunque haya varios indicios de que puede conseguirlo. También puede ayudar el mes suplementario del que el líder socialista dispone para negociar con ese fin. Hasta el punto de que no se puede descartar que disponer de ese tiempo extra haya influido también en la decisión de Pedro Sánchez de no criticar la generosidad de la presidenta del Congreso y la del rey.

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