DESCONFIAR DE LA DEMOCRACIA
ANÍBAL
MALVAR
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo,
durante una
rueda de prensa. EFE/ J.P.Gandul
Sobrevuela el ambiente un miedo a que el Partido Popular pueda estar urdiendo un tamayazo. O sea, que anden comprando por ahí cuatro o cinco votos socialistas para hacerse con el Gobierno e investir a Alberto Núñez-Feijóo. La derecha va tejiendo su tela de araña sobre la democracia para asfixiarla. Y lo peor que le puede suceder a una democracia es que el pueblo desconfíe de ella. En EEUU, Donald Trump basa su estrategia precisamente en esa sementera de inquinas contra el sistema. El voto no funciona. Pasemos a la fuerza de la mendacidad y el cheque. Y, según dicen las encuestas, no le está yendo nada mal al golpista americano de pelo raro.
Si desconfiamos de
la democracia, es que el pueblo desconfía del pueblo. De sí mismo. Y eso yo sí
creo que es una enfermedad mortal para la convivencia. La voz de la mayoría ya
no cuenta, porque se puede enmudecer llamándola mentirosa. La derecha no solo
difunde bulos, sino que nos quiere hacer creer que la democracia es un bulo en
sí misma. Y ese es un punto de no retorno hacia el fascismo.
Hasta Guillermo
Fernández Vara, expresidente extremeño y tipo tan moderado (sic) que algunos lo
consideramos de derechas, se ha atrevido a decirlo a las claras: "El PP
está defendiendo el transfuguismo, es decir, que gente que se ha presentado en
unas listas, llegado un momento, vote una cosa diferente. Una vez y no más,
Santo Tomás. Ya ocurrió".
Y claro que ya
ocurrió. Esperanza Aguirre, recientemente señalada por enésima vez por la
Policía como amañadora de elecciones, llegó al poder por esa vía. Comprando
diputados. Aunque nuestra ejemplar democracia nunca haya podido demostrarlo.
Nunca se profundizó ni política ni periodística ni judicialmente en cómo había
sido ese golpe de Estado. Los rumores hablan de que se pagaron seis millones de
euros por los votos de los dos diputados socialistas que traicionaron sus
siglas. Los rumores.
Que no se sepa
quién coño asesinó a Kennedy entra dentro de lo normal. Fue una gran
conspiración, con tantos agentes que se puede decir que lo mataron todos. Pero
el tamayazo fue un disputado voto del señor Cayo sacado al mercadillo por unos
trileros de poca monta. Un timo de andar por casa. Y nuestra democracia fue
incapaz de resolverlo. De decirle al pueblo que la democracia no se compra y
decirle quién fue el delincuente que la quiso comprar. Somos una novela
policíaca inacabada.
Cuando se produjo
aquel atentado contra la dignidad democrática, el periódico en el que trabajaba
me mandó a hablar con José Blanco para ver si arrojaba alguna luz. No le pedía
acusaciones ni declaraciones. Si me daba un par de claves para seguir
investigando, ni siquiera le hubiera citado como fuente. El entonces secretario
de Organización del PSOE me contestó vaguedades. No sabía nada. Ponía caras de
asombro. Las direcciones de los periódicos tampoco gastaron mucho músculo en
seguir profundizando. Y pasaron los días, y llegó el olvido. Se había perpetrado
un ataque contra una decisión de las urnas, pero nadie se veía con entusiasmo
para querer enterarse de nada.
Como periodista, no
debería escribir esto. Pero como ciudadano, creo que tiene su interés. Yo salí
de aquella entrevista con José Blanco con la acientífica convicción de que me
había mentido. De que sabía mucho más del asunto. De que el PSOE, por razones
ignotas, no deseaba que la opinión pública supiera realmente lo que había
sucedido. Es una especulación que me corroe el alma desde entonces, y por eso
la cuento. Y la intento echar como vómito, pero no soy capaz aun después de
tantos años. En mí sí consiguieron que anidara el buitre de la desconfianza en
la democracia. Espero que no pase otra vez, para que no os contagiéis también
vosotros.
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