RELACIONES PREMATRIMONIALES, POR UEBOS
QUICOPURRÑOS
Los que bordean la edad de jubilación saben de lo que voy a hablar. Mis hijas por supuesto que no, ni la de treinta y ocho ni la de veinticinco y feliz estoy de que así sea. Recordar ahora que cuando uno era todo un “teenager”, que dirían los ingleses, intentar comprar un condón era tarea tan difícil o imposible como el adquirir un arma o un explosivo cualquiera, da sonrojo. Pensar eso en la actualidad, casi es motivo de vergüenza o, a lo mejor, sea de orgullo porque, en qué cabeza cabía que un jovenzuelo pretendiera adquirir un preservativo, artilugio relacionado con el sexo y por tanto con el matrimonio pues no en vano estaba definido que el fin del matrimonio no era otro que la reproducción de la especie y remedio de la concupiscencia y por ende, si no habías contraído nupcias, por la Iglesia claro, como mandaban los cánones, a qué venía esa desfachatez, esa osadía, esa arrogancia de solicitarle a un farmacéutico que te dispensara una caja de “Durex” sin mostrarle el certificado de matrimonio.
Los que peinamos canas somos de la generación de las relaciones
prematrimoniales y también de los penaltis, y no hablo de fútbol. Cosas como
“el qué dirán los vecinos” o “a las nueve en casa”, tan habituales entonces, provocó
cientos de “matrimonios exprés” de jovenzuelos, casados a toda prisa antes de
que a la piba se le notara que la tripa le crecía por días. Y todo eso porque,
los muy desvergonzados osaron a tener relaciones prematrimoniales, porque no
estaban por la labor de esperar y hacer las cosas como Dios mandaba. Recordar
como un acto revolucionario, de rebeldía, el penoso peregrinar a la Playa de
Las teresitas al anochecer o al terraplén aquél que estaba y está junto al
aeropuerto ( hay que ver hijo, me decía un día la cándida de mi madre, la
afición que tiene ahora los jóvenes por ver aterrizar a los aviones) produce
risa, sonrojo o tal vez orgullo porque, por dar cumplida satisfacción a las
exigencias del que vive justo a un palmo por debajo del ombligo, cambiamos el
país, plantamos cara a las normas arcaicas dominantes, nos abrimos al mundo,
nos despojamos de los prejuicios reinantes, abrimos ventanas para dejar pasar
un aire nuevo que nos acompañara desde entonces, descubrimos, un concepto, una
actitud, una palabra hasta entonces desconocida y prohibida llamada
libertad.
Me alegra que mis
hijas no entiendan lo que significa “relaciones prematrimoniales” porque afortunadamente
han nacido en una época en la que pueden vivir sin esconderse. Y me alegro de
que en ese cambio estuviera yo y que lo hiciéramos por uebos.
quicopurrños
Quico que razón tienes esa fue la vida nuestra siempre ocultando todo y las relaciones prohibidas hasta el matrimonio y luego el fracaso el agobio la equivocación
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