LAS ROJAS TAMBIÉN VOTAN
ANA
BERNAL TRIVIÑO
Una
mujer vota en las elecciones del 23J en iun colegio
electoral
de Málaga. E.P./Álex Zea
Estas semanas, tanto el CIS como Metroscopia publicaron diferentes estudios sobre las votaciones según el sexo. En un artículo de Víctor Lapuente, titulado Ellas rojas, ellos azules, se puntualizaba que "entre las mujeres el voto a los partidos de izquierda ha superado a los de la derecha en más de 1,1 millones". Fue curioso leer los comentarios a esta información: desde negacionistas culpando a las rojas que votan, a mujeres de derechas o apolíticas cuestionar el voto de unas "traidoras".
Un problema ha sido
siempre pensar que el feminismo no es política. Lo es, pues sus leyes dependen
del poder ejecutivo y legislativo. Y también, sobre todo, por nuestra unión.
Ahí está la genealogía feminista: desde mujeres burguesas que reclamaban derechos
comunes a mujeres trabajadoras, o no, que denunciaban el machismo pero también
la marginación por su clase social. La
suma de nosotras, a pesar de las diferencias, nos ha llevado hasta aquí. Y eso
incluye a las políticas, que tanto las "azules" como las
"rojas" han vivido el machismo dentro de sus partidos, asumiendo que,
como mujeres la violencia no siempre iba
por colores.
Otra cuestión es
hacer partidismo del feminismo, tanto por derecha como por izquierda. Pero,
incluso aquí, cabe que muchas hayan votado con la memoria. Y que si hacemos una
evaluación, sabemos quiénes han estado más veces de nuestro lado con datos
objetivos: votaciones en el Congreso de quienes rechazaron el derecho al
divorcio, que votaron contra el derecho al aborto, de quienes lo llevaron al
Tribunal Constitucional junto a la ley de Igualdad o de quienes decían que la
violencia de género era crímenes pasionales. Esto es solo la punta del iceberg.
Las rojas que han
votado han visto estas semanas los pactos PP-Vox y sus consecuencias
inmediatas. En algunos municipios se han retirado puntos violetas. En una de
cada tres ciudades se han eliminado concejalías de Igualdad o se ha mezclado
con otras competencias. Y quizás, la última medida conocida explica parte del
problema, dentro de un PP que impulsó y firmó el Pacto de Estado contra la
Violencia de Género y que debería estar comprometido por encima de todo.
Sin embargo, hace
días, en el Ayuntamiento de La Solana, su alcaldesa (PP) anunció que después de
12 años dejaban fuera los minutos de silencio tras los crímenes machistas por
ser "propaganda", pero que seguían las políticas contra la violencia
de género porque ella es "una mujer". Deberían ya de saber que ser
mujer no significa ser feminista, luego como mujer puedes tomar medidas
machistas. Y, lo peor: considerar que un minuto de silencio sea
"propaganda". ¿Acaso era propaganda el minuto de silencio en los
asesinatos etarras? ¿Acaso lo eran con los asesinatos yihadistas? ¿Acaso es
propaganda condenar un asesinato, hablar de sus causas y reflexionar como
sociedad que es intolerable? Esto no es cuestión de presupuesto, es cuestión de
respeto, empatía y humanidad. Y el error está en pensar que gobiernas solo para
las tuyas y no para todas las mujeres y todas las víctimas. Que no solo hay
víctimas rojas, del PSOE o de Podemos; también puede haber víctimas azules, del
PP o de Vox, o incluso apolíticas. Estaría bien que después del lamentable
espectáculo de ver cómo se han usado a las víctimas del terrorismo etarra con
fines electorales, se replique la misma situación con las víctimas de la
violencia machista.
Resultaría curioso
saber los motivos del voto de esas "rojas" en otro estudio. Quizás
hay mujeres que votan por convicción, por programa o por miedo ante las
alianzas PP-Vox. O quizás también, otras votaron por memoria, por sus madres o
abuelas que salieron a la calle o que alzaron la voz en sus familias contra
todo. Hay una frase feminista que dice: "Somos las nietas de las brujas
que no pudisteis quemar". Y, con perspectiva, muchas votarían frente a
Vox, como hijas o nietas de aquellas asesinadas por el machismo, de aquellas
que no pudieron estudiar, de aquellas que fueron fusiladas en la guerra y que
aún hoy se buscan en una cuneta, o de las que fueron rapadas y obligadas a
tomar aceite de ricino como humillación pública. Porque la memoria también
consiste en eso. En poner un muro frente a recuerdos y experiencias que no
quieres para nadie más.
Hasta ahora,
quienes están borrando nuestra causa y nuestra violencia, nuestras concejalías,
y nuestros minutos de silencio tienen un nombre: las uniones PP-Vox o, a veces,
incluso solos. Y a veces, la historia tiene un precio que pagar si no hay
rectificaciones a tiempo. Porque las rojas también votan.
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