LA BANCA SIEMPRE GANA. Y AHORA, MÁS
JOSÉ LUIS CARRETERO MIRAMAR
Las principales entidades financieras de nuestro país disparan sus beneficios. Los grandes bancos anuncian ganancias por un total de 12.385 millones de euros en el primer semestre del año, un 20,7 % más que el mismo período de 2022.
En un solo día, el viernes 28 de julio, BBVA afirma que ha elevado un 31 % sus beneficios, disparando un 17 % su rentabilidad; y Caixabank anuncia que ha ganado 2.137 millones, un 35,8 % más que el mismo período del año pasado.
Más de la mitad de las ganancias de BBVA provienen de sus actividades en México. Pero no pensemos que los beneficios de la gran banca española tienen su origen únicamente en sus negocios internacionales. Los beneficios en suelo español de Santander, BBVA y Sabadell suman 5.293 millones, un 50 % más que en mismo período de 2022.
Los márgenes de
beneficios del negocio bancario están disparados. El margen que obtienen los
bancos de los intereses de los préstamos aumenta aceleradamente, gracias a las
reiteradas subidas de tipos del Banco Central Europeo, que no se ven
correspondidas con las esperadas alzas en la remuneración de los depósitos de
los clientes. El margen de interés se ha incrementado de media un 33,8 %. Todo
ello con la morosidad (es decir, los impagos de los perceptores de los
préstamos) reducida a mínimos, con tasas inferiores al 3,5 %.
Lo que las
reiteradas subidas de los tipos de interés del BCE pueden representar para el
elevado número de personas que tienen, en nuestro país, hipotecas a tipo
variable, es fácil de imaginar. Una nueva oleada de desahucios puede estar
apuntándose en el horizonte, pese a que, en general, el sobreendeudamiento de
los hogares ha remitido mucho respecto a los datos previos a la crisis de 2008.
Es decir, que esta oleada de impagos puede restringirse a los sectores más
vulnerables, si la recesión en ciernes en la Eurozona no se desmanda, y ser
controlable con medidas más o menos quirúrgicas que eviten un amplio movimiento
de protesta como el de la década del 2010.
Sin embargo, todo
depende de hacia dónde evolucione la economía europea. Reiteradas señales
anuncian una recesión para el segundo semestre del año, que se espera suave y
controlada. De hecho, el PIB de la eurozona ya mostro una leve contracción del
-0,1% en el cuarto trimestre de 2022, y un resultado plano del 0% en el primero
de 2023. El descenso de la actividad económica en Francia y Alemania se ve
acompañado por la bajada de los índices PMI (los índices de los gestores de
compras, que actúan como un indicador adelantado de las ventas futuras), que
pasan a situarse en el 48,9 (un índice por debajo de 50 indica una futura
contracción de la actividad).
Además, la
hegemonía en la dirección de las políticas económicas europeas vuelve a recaer
sobre los “halcones” neoliberales, partidarios de la austeridad y de la
continuación en las subidas de los tipos de interés. Se anuncia la reactivación
de la vigencia del Pacto de Estabilidad y de sus criterios neoliberales de
control del gasto público, mientras se negocia una nueva redacción para los
planes de austeridad que habrán de imponerse a los futuros incumplidores de los
criterios de Maastricht.
Esto hace que los
elevados beneficios de la banca española, producto de las duras políticas
monetarias del BCE y de la renuencia de las entidades financieras a remunerar
de manera correlativa a sus clientes por sus depósitos, tenga una contracara
preocupante de cara al futuro. La contratación de nuevas hipotecas ha caído un
20 %. Caixabank, por ejemplo, ha sufrido un descenso en las contrataciones de
un 21,5 %, en las hipotecas, y de un 8,1 % en el crédito a empresas.
Es decir, que los
enormes beneficios de la banca española no están basados en una gestión
especialmente virtuosa de su negocio propio, sino en las extraordinarias
medidas desplegadas por el Banco Central Europeo para hacer frente a la
inflación producto de la guerra en Ucrania y de los problemas provocados por la
pandemia en las cadenas de suministro globales. El negocio propio de la banca (prestar
dinero a particulares y empresas) muestra una creciente debilidad, que apunta a
un escenario futuro donde, tras la normalización de los tipos de interés,
probablemente, la ausencia de beneficios derivados de hipotecas y créditos
empujará a las entidades a una nueva ronda de expansión de las actividades
financieras especulativas. En el contexto de una creciente pérdida de poder
adquisitivo de los salarios, la población española, de momento, está siendo más
cauta a la hora de endeudarse que en el ciclo de la burbuja inmobiliaria que
acabó en el 2008.
Recordemos que los
contribuyentes españoles (básicamente las clases populares por medio del
impuesto sobre las rentas derivadas del trabajo y de los impuestos indirectos
al consumo) aún no han terminado de pagar el salvamento de las entidades
financieras durante la crisis del 2008. Pese a lo que se anunció en su momento,
la Sareb (el “banco malo” en el que se acumularon los activos tóxicos de la
banca) jamás ha dado beneficios. No para de dar pérdidas, mientras los pisos y
solares que lo conforman acaban en manos de todo tipo de fondos privados de
inversión, que los compran a precio de ganga. Y, además, la participación del
Estado en Caixabank, derivada del salvamento de Bankia, de venderse ahora mismo
a precios de mercado, haría aflorar aún más pérdidas para los contribuyentes.
Así que resulta
soberanamente irónico que las grandes entidades financieras de nuestro país se
resistan al pago del impuesto especial sobre los beneficios extraordinarios de
la banca aprobado recientemente por el gobierno. Sus beneficios aumentan
aceleradamente. Y son, claramente, extraordinarios, pues no se corresponden con
el éxito de su modelo básico de negocio, sino con condiciones excepcionales de
una política económica virada hacia los intereses de las clases dirigentes, en
el contexto de una guerra brutal en Europa.
Los bancos no pagan
más a sus clientes por sus depósitos, pero cobran más intereses por sus
préstamos. Lo pueden hacer por la elevada concentración del mercado bancario,
desarrollada en las últimas décadas, y que ha comportado el cierre de miles de
sucursales y el despido de miles de trabajadores. Mientras las start up del
mundo Fintech y las grandes tecnológicas se preparan para asaltar el santuario
protegido de la gran banca, esta dispone de una clara posición dominante sobre
las políticas públicas y de un colchón para casos de urgencia constituido por
las arcas estatales, como se vio en la última crisis.
Así que la banca
siempre gana. Y, ahora, aún más. Una política de resistencia y de avance de las
clases populares precisa de otro tipo de banca. Precisa de mecanismos
cooperativos y solidarios de financiación que permitan hacer realidad un tejido
de economía colectiva y popular, autogestionada y sostenible. Necesitamos, ya,
un gran Banco Cooperativo que impulse la actividad económica autogestionada y
financie las necesidades de las clases populares en la gran transformación
social que se avecina,
No hay comentarios:
Publicar un comentario