DESPUÉS DE LAS ELECCIONES, ¿A DÓNDE
VA LA IZQUIERDA?
JUAN
CARLOS MONEDERO
A Ramón Lobo, pese a
tantas discusiones o por eso mismo
La derecha, que vendió la piel del oso antes de
cazarlo
Los resultados electorales se miden por lo que impiden o facilitan (esencialmente gobernar). También, de manera muy evidente, por las expectativas. Por eso la izquierda española siente, aunque no sea verdad, que ha ganado de manera espectacular, mientras que las derechas, las del "que te vote Txapote", sienten que han sido derrotadas con ecos que hoy sí justifican recuperar el trágico "no pasarán". El vertedero en el que se han convertido las encuestas algo tiene que ver con esa quiebra de las expectativas.
El PSOE, pese a
perder las elecciones, y tras algunas dudas, la noche del domingo celebró. Por
eso, Sumar, pese a perder 700.000 votos y cuatro escaños respecto de Unidas
Podemos en 2019, celebró. Al contrario, por las expectativas y los hechos,
Santiago Abascal, con 19 diputados menos, no quería ni salir a saludar a sus
votantes. Y por eso Feijóo, pese a ganar las elecciones, tuvo que comerse con
cara de Pablo Casado (su defenestrado antecesor en el cargo) cómo los hooligans
del PP le interrumpían en el balcón de Génova la noche del domingo para gritar
"Ayuso, Ayuso".
Cría cuervos y te
sacarán los ojos. La sonrisa de Ayuso en el balcón recordaba a la niña de la
curva. "No creo", contestó lacónicamente cuando le preguntaron si
pensaba que Feijóo está cuestionado en el PP. Más tarde tuvo que afirmar que su
candidato es, sin duda, Feijóo. Aunque este halago final es más mortal que las
dudas iniciales. No pienses en un elefante. Pobre Feijóo, que pensó que por
haber librado en Galicia lo del barco con el narco iba a ser inmune al veneno
madrileño. Pobre García Ferreras, que repetía en La Sexta, ¡cuatro mayorías
absolutas ya han dado explicaciones del barco!
Sumar no ha
alcanzado a repetir los resultados de Unidas Podemos en las últimas generales,
pero ha detenido la sangría de la izquierda. Es difícil medir este resultado.
Los morados fueron vetados y relegados en nombre de la voluntad de lograr un
mejor resultado. ¿Lo ha logrado? La lista encabezada por Yolanda Díaz ha sacado
el 12,3% y 31 escaños. En 2019, Unidas Podemos, encabezada por Pablo Iglesias,
sacó el 12,97% y 35 escaños (39 si se suman los partidos que hoy integran
Sumar).
Desde Sumar se dice
que la comparación debe ser con las municipales de mayo de 2023 (donde Unidas
Podemos sacó un pésimo resultado). El declive de Unidas Podemos, es cierto,
venía siendo constante. Ahora bien, evaluar unas elecciones municipales -donde
Podemos nunca ha destacado- con las generales, donde los morados siempre han
demostrado mayor capacidad, es forzar la comparación. Cada cual busca la
explicación que más le favorece y eso es malo, porque demuestra que la
izquierda todavía no ha entendido la necesidad de un frente amplio.
Sumar, que vino a
mejorar el desempeño de Podemos, y que en nombre de esa voluntad vetó su nombre
en el cartel, su participación en el diseño de la campaña y a las personas más
visibles de Podemos en sus listas, ha juntado por vez primera a los principales
partidos de la izquierda y ha frenado la hemorragia electoral que venía
experimentando Unidas Podemos, pero no ha completado sus objetivos. Las
exigencias fueron muy duras para el resultado obtenido. Si no se escuchan las
quejas de los morados, se romperá el invento.
Feijóo ha dicho que
va a intentar la investidura. Es absurdo porque no le dan los números. Ya le
han dicho que no le apoyan ni Coalición Canaria ni el PNV. Así que el fracaso
está anunciado. Sólo le queda el rey Felipe VI, amigo de las derechas, para
echarle una mano. ¿Por qué esa voluntad de intentar algo imposible? Pues porque
el aliento de Díaz Ayuso planea por Génova. Algunos ven en el horizonte una
"boda roja", como en Juego de tronos. Esperanza Aguirre, la vocera de
Aznar, ya ha empezado. Sólo mencionar que hay que sustituir a Feijóo es
levantar medio patíbulo.
Vox le ha echado la
culpa de su debacle al PP. Lo cual es cierto, porque se ha llevado muchos de
sus votos después de descalificar sus propios acuerdos con ellos en muchos
municipios y comunidades autónomas. Pero es igual que si Sumar le reprochara al
PSOE su exiguo resultado. En política, si tus antiguos votantes dejan de
hacerlo, algo de culpa tienes. ¿Qué tenía que haber hecho el PP? ¿Reírle a Vox
sus bravuconadas contra vascos y catalanes? ¿Acompañarles en su sueño húmedo de
salir a cazar maricones? ¿Celebrar con ellos que las mujeres tienen que volver
a la cocina y a la Sección Femenina? No es que mucha gente en el PP no lo
piense -ahí está Esperanza Aguirre, brazo público del aznarismo, pidiendo la
unión del PP y de Vox- sino que eso "quita votos". Es vender la piel
del oso antes de cazarlo. España se ha escorado hacia la derecha, pero hay que
guardar las formas.
El PSOE seguirá
bajo la dirección de Sánchez; el PP quizá ejecute a Feijóo; Abascal tendrá
problemas en VOX; Bildu tendrá la tranquilidad y la generosidad del ganador
moral, mientras el PNV le mira con miedo y sorpresa; ERC y Junts se pelearán
por ver quién es más independentista; Sumar tiene todo pendiente y algo
parecido le pasa a Podemos.
Habrá probablemente Gobierno de coalición,
pero el camino será largo
En la izquierda, el
adelanto electoral tras las elecciones regionales no dejó espacio para mucha
discusión (Podemos tiene pendiente su autocrítica tras la debacle en esas
elecciones). Sumar le dobló el brazo a los morados aprovechando su debilidad
tras las municipales. Los ataques mediáticos y judiciales contra Irene
Montero-evidentemente orquestados- hicieron el resto. Todo eso tiene que ser
resuelto ahora, y es lo que Ione Belarra le ha recordado a Yolanda Díaz el día
después de las elecciones. Quizá podría haberse expresado con más sonrisas,
pero hay dolor acumulado.
Si los impulsores
de Sumar, como han anunciado, fundan en septiembre un partido (Movimiento
Sumar), la construcción de un Frente Amplio volverá a estar pendiente. No tiene
sentido montar un partido y reclamar a los demás partidos que se pongan bajo su
manto. Las izquierdas, todas, tienen que clarificar su casa propia y luego, una
vez ordenado su patio, empezar a pensar en la casa común. La izquierda debe
estar coordinada para ser útil en el Gobierno. Que lo que tengan que decirse,
se lo digan mirándose a los ojos. Y que la ciudadanía saque sus conclusiones.
Es evidente que PP
y Vox es imposible que sumen. El PSOE, al menos con Sánchez, no se va a
abstener para que gobierne el PP (algo que pedía la vieja guardia socialista,
como Felipe González). Ni el PNV -con elecciones a la vuelta de la esquina- ni
ERC ni Junts per Catalunya les van tampoco a apoyar. Aunque solo sea porque el
gobierno del PP sólo puede ser con Vox, y Vox ha repetido mil veces en campaña
su voluntad de ilegalizar a los partidos independentistas y meter en la cárcel
a sus líderes. El franquismo sigue teniendo un largo aliento en la derecha
española.
El problema de
Catalunya se solventa de manera más fácil desde el pragmatismo e, incluso,
desde el oportunismo que desde la ideología. Porque enfrente de una ideología
siempre hay otra y los ánimos se enconan y todos se ponen en pie de guerra.
El PSOE puede
lograr una mayoría parlamentaria para nombrar presidente del Gobierno, pero le
va a costar. Con el recuento del voto exterior, no cambian mucho las cosas,
aunque Junts, igual que los demás grupos, aumentará sus apuestas al hacer falta
ahora el sí y no bastar la abstención. Sumar, con su actitud conciliadora puede
apoyar incluso sin reclamar ministerios -lo que sería un error, como ya le han
recordado alguno de los partidos que lo integran-. Pero Bildu y ERC, sostenes
del Gobierno de coalición, van a ser más exigentes, especialmente ERC, que ha
pagado un alto precio por su apoyo al Gobierno. No es extraño que se hable
mucho de Junts, aunque no deben perderse de vista las exigencias de los demás
grupos. El máximo dirigente de Junts, Puigdemont, está fuera de España y pronto
será, como desea el "partido de los jueces", prófugo de la Justicia.
"Amnistía y referéndum", ha dicho Junts, son las claves de la
conversación. No parecen reclamaciones desmesuradas.
Parece evidente que
los catalanes tienen que votar su inserción en España. Estamos en el siglo XXI.
Y no es menos evidente que por votar nadie debe estar en la cárcel. Pedro
Sánchez, que tiene más de equilibrista político que de ideólogo, sabrá
encontrar la manera. El problema de Catalunya se solventa de manera más fácil
desde el pragmatismo e, incluso, desde el oportunismo que desde la ideología.
Porque enfrente de una ideología siempre hay otra y los ánimos se enconan y
todos se ponen en pie de guerra. En cambio, los oportunistas siempre despiertan
menos animadversión. Qué paradoja. Desde la Transición, en España los líderes
se acercan más al General Della Rovere que a Juana de Arco.
Aunque si las
demandas suenas desmesuradas -y los medios se van a encargar de meterles
decibelios-, Sánchez podría ver la ocasión de ir de nuevo a elecciones. ¿Habrá
aprendido de las veces anteriores cuando cometió ese error? Si solventa el
"reto catalán", igual que Zapatero solventó el vasco, tendrá un sitio
de honor en la historia. De cualquier forma, la derecha va a ladrar igual. Si
ladran pero se solventa el desangrante "problema catalán", bienvenido
sea el coro ruidoso de la jauría.
A una década del 15M ¿a dónde va la izquierda?
Claro que el 15M
dejó su huella en la sociedad española. Claro que el ciclo sigue abierto (y se
va a agravar por las exigencias del calentamiento global, de la crisis del neoliberalismo
y sus derivas geopolíticas, de la robotización de la economía, del
envejecimiento de la población, de las migraciones y de la creciente
insignificancia de la Unión Europea en el mundo).
El bipartidismo
está roto. Los nacionalismos ahí están. Y hay claramente una izquierda a la
izquierda del PSOE. Los periodistas corruptos, los jueces corruptos, los
policías corruptos, los partidos corruptos y los empresarios corruptos
señalaron hace diez años a Podemos como el objetivo a batir. Le han hecho daño,
pero no son capaces de matarlo.
Podemos ha salvado
los muebles. Con cinco diputados (Madrid, Barcelona, Murcia, Las Palmas y
Granada), tiene la mitad que Sumar y los mismos que los Comunes, Izquierda
Unida y Compromís, y más del doble que Más País y Más Madrid (aunque desde el
Partido Comunista de España han sacado pecho diciendo que tienen 7 diputados,
más que ningún otro partido dentro de Sumar, poniendo en su balanza a Yolanda
Díaz).
Los frentes amplios
nacen de la extrema necesidad de los partidos que lo configuren. Está abierto
si la izquierda española ve esa necesidad. Ahora mismo no lo parece. Por eso
urgen sus conferencias políticas.
Podemos asumió el
100% de las exigencias de Yolanda Díaz, algunas muy duras -como el veto a los
principales liderazgos del partido- y el quebranto de su espíritu participativo
-renunciar a las primarias-, todo con la voluntad de no presentarse en
solitario -que podría haber significado su desaparición- y de no ser
responsable de una victoria de la derecha si no se incorporaba en Sumar. La
contraparte de Podemos fue asumir, como le pedía Sumar, hacer una campaña de
baja intensidad. Caen en la injusticia o en la hipocresía quienes reclaman a
Podemos no haber realizado una mayor defensa de Sumar en la campaña, cuando fue
la propia Yolanda Díaz la que pidió que Podemos tuviera un bajo perfil. Sumar y
Podemos se han dejado interpretar en exceso por las redes sociales y eso,
además de vulgar, alimenta el ruido: ningún periodista tiene que dictar a un
partido político su línea política. Y tampoco gente anónima desde las redes.
Toda esa cacofonía alimenta el aislamiento de cada pequeño ejército. Los
frentes amplios nacen de la extrema necesidad de los partidos que lo
configuren. Está abierto si la izquierda española ve esa necesidad. Ahora mismo
no lo parece. Por eso, urgen sus conferencias políticas. Si los partidos
debaten acerca de su futuro electoral, entenderán que tienen que formar ese
frente amplio. Si no lo hacen, seguirán alimentando el odio hacia las demás
fuerzas políticas con las que se debieran hermanar.
Sumar, a día de
hoy, es una carcasa a la espera de destino. Una suma de 15 partidos sin
protocolos internos, sin liderazgos plurales, sin programa claro y compartido,
sin metas emocionantes. La aceleración electoral evitó primarias, elecciones de
cargos y listas, objetivos, tipo de acuerdos... Algunos de los partidos que
integran Sumar tienen su vida interna clara: Izquierda Unida/PCE, Compromís,
Más Madrid, Más país e, incluso, los Comunes. Y Sumar ha anunciado que va a
crear un partido. Parece que solo se le pide a Podemos que se disuelva en el
éter de Sumar a cambio de nada. Y ni eso va a pasar ni sería deseable que
pasara.
En la estrategia
electoral de Sumar ha desaparecido la república -trascendió que a un simpatizante
le hicieron retirar en un mitin una bandera republicana-; ha desaparecido el
proceso constituyente y, como una de sus consecuencias, la rearticulación de la
plurinacionalidad; ya no es una meta superar el capitalismo -sólo mejorar las
condiciones laborales de los trabajadores en armonía con sindicatos y
patronal-; su ecologismo es tranquilo;
ha desaparecido cualquier referencia "antisistema" y todo se
resume en una amable parlamentarización de los conflictos que, como le pasaba
al PSOE, parece más radical solo cuando enfrente se muestra la derecha de
manera más autoritaria. Si son estos asuntos los que han hecho frenar la
pérdida de votos en la izquierda, tendríamos que concluir que para que la
izquierda gane votos tiene que dejar de ser de izquierdas, lo que supondría una
derrota ideológica que ya se intentó en los noventa con la llamada tercera vía
de infausta memoria.
Le corresponde a
Podemos abrir un proceso propio de discusión interna, una suerte de conferencia
ciudadana (incluso, podría ser una asamblea ciudadana, a la que la dirección no
debe tener miedo porque su tarea es celebrada y respetada por el grueso de la
militancia). Podemos hace años que no debate su rumbo y está a la defensiva
En las elecciones
ha quedado claro que Sumar, sin Podemos, no despega. Pero Podemos no está en
situación ahora mismo de hegemonizar el frente amplio que surja si, finalmente,
Sumar se convierte en otro partido más. De manera que le corresponde a Podemos
abrir un proceso propio de discusión interna, una suerte de conferencia
ciudadana (incluso, podría ser una asamblea ciudadana, a la que la dirección no
debe tener miedo porque su tarea es celebrada y respetada por el grueso de la
militancia). Podemos hace años que no debate su rumbo y está a la defensiva. Las
inercias de los partidos, hemos visto siempre, pueden convertir a las nuevas
formaciones en una versión renovada de los viejos partidos, con cuadros
encadenados a la inanición, a la falta de discusión y a la ausencia de
democracia interna.
Todos los partidos
que han configurado Sumar y postergaron cualquier debate a después de las
elecciones, deben ahora abrir sus procesos internos, bajo riesgo de, en caso de
no hacerlo, romperse (en Compromís ya hay problemas entre los socios). Podemos
tiene que discutir dónde está después de la apresurada dimisión de Pablo
Iglesias y su sustitución por Yolanda Díaz. Tiene que decidir su rumbo,
programa, alianzas, al igual que hacer una profunda autocrítica que explique
sus resultados en estos últimos diez años. Una vez arreglada y barrida su casa,
deberá aclarar si quiere integrarse en un frente amplio y en qué condiciones.
Si los impulsores de Sumar crean, como han anunciado, un partido con el mismo
nombre que la coalición, se abren dudas de si ese frente amplio podrá llamarse
Sumar. En cualquier caso, habrá que discutir cómo se configura la mesa
ejecutiva de la coalición, cómo se elige a su dirección, cómo se toman las
decisiones, como se configuran las listas, cómo se organizan las primarias...
Porque sin primarias no puede haber un frente amplio. Nada de eso se ha
discutido en Sumar. Es hipócrita ocultar que todos esos asuntos tienen que ser
discutidos. Es mejor que se hagan con prudencia, pero para eso todos tienen que
tener claras las reglas de juego.
No han pasado, pero seguirán intentándolo con todo
Vox, que se
emborrachó de arrogancia y ha hecho una campaña franquista, ha visto cómo se le
paraban los pies (en un momento de auge de la extrema derecha en Europa).
España ha estado a la altura. Pero la gobernabilidad está bien complicada.
Habrá
presumiblemente Gobierno de coalición, con una posible solución participativa
del conflicto catalán. Y no habrá repetición electoral, a no ser que los
partidos concernidos entren en una espiral suicida -ejemplos en la historia los
hay-. Se hace muy irracional que Junts o ERC -que lo va a someter a sus bases-
o el PNV apoyen un Gobierno con una fuerza que quiere ilegalizarles y
encarcelarles. Aunque hemos visto estupideces para aburrir. Los medios van a
hacer todo lo posible para que haya repetición electoral. Eso debiera bastar
para que las fuerzas democráticas no se equivoquen.
El muy probable
Gobierno de coalición va a estar escorado a la izquierda, porque Bildu, ERC y
Podemos van a empujar en esa dirección. Y es probable que avance en la
condición plurinacional de España. La derecha va a redoblar sus ataques y a
desplegar su ira, los medios de comunicación de la derecha van a aumentar sus
apuestas y el partido de los jueces va a poner todos los palos posibles en las
ruedas para que el gobierno naufrague. No olvidemos que la gran articulación de
la derecha española en torno al rey fue con Cánovas del Castillo en 1876,
respuesta a la I República de 1873. Todo eso es lo que está perdiendo la
derecha ahora con la debilidad de la monarquía, la consolidación de la
izquierda más allá del bipartidismo y la incorporación de Euskadi y la
Catalunya progresistas a la dirección del Estado.
Si el nuevo
Gobierno de Sánchez crea una buena dinámica de comunicación entre el PSOE y los
demás partidos, solventa la amenaza de los jueces y los medios de comunicación,
aplaca el conflicto catalán y despliega una buena batería de medidas sociales,
seguirá triunfante su rumbo, con apoyo popular, mientras los perros de la rabia
ladrarán y ladrarán al paso de sus cabalgaduras. Y eso que en el Quijote no
está eso de "ladran, señal de que cabalgamos". Pero vaya si está bien
visto.
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