JAVIER MILEI O EL ABASCAL DEL SUBDESARROLLO
LUIS
BRUNETTO
Alguna vez la cuidadamente descuidada “melena de león” del ultraderechista argentino Javier Milei fue lucida en Madrid. Fue durante un festival organizado por Vox, y ante miles de fanáticos del partido que encabeza Santiago Abascal, en el que el fascista rioplatense vociferó: “¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva España! ¡Viva Vox! ¡Viva Santiago Abascal! ¡Vamos contra los zurdos!”. Y, además, por si era poco, arremetió contra “la ideología de género, los pueblos originarios, el lenguaje inclusivo y la agenda ecologista que persiguen destruir los valores de la sociedad”.
Cuando pronunció aquel enardecido discurso corría octubre de 2022 y el líder de La Libertad Avanza (LLA) se hallaba en la cresta de la ola de su ascenso político. Elegido diputado nacional en 2021 junto a la abogada negacionista de la dictadura Victoria Villarroel con un envidiable 17%, su intención de voto creció en las encuestas hasta llegar, hace un par de meses, al 25. A partir de ahí, empezó a declinar hasta estabilizarse alrededor del 15%.
De esa parábola que
ha recorrido la popularidad de Milei llama la atención el hecho de que su reciente
caída en las mediciones no está directamente relacionada con los innumerables
exabruptos lanzados por el economista. Entre ellos hay que incluir sus
declaraciones en favor de “dinamitar el Banco Central”, aplicar un “plan
motosierra” para reducir el déficit y el gasto público o dolarizar la economía.
Pero la lista de Milei no se reduce a los rubros típicamente anatemizados por
la derecha y la ultraderecha. Milei es, a todas luces, un innovador…
Efectivamente, sus
despropósitos (para aminorar el léxico) superan los clichés del género político
discursivo que transitan los Trump, los Bolsonaro y, por supuesto, los Abascal.
Así, por ejemplo, en un debate con el actual precandidato peronista Juan
Grabois, sostuvo la tesis de que, ante la posibilidad de caer en el hambre,
sería lícito que uno vendiera sus órganos. O, en otra ocasión, que la práctica
de la libertad de mercado incluiría la posibilidad de vender a los propios
hijos…
Semejantes
barbaridades no fueron, sin embargo, las que dieron cuenta de sus elevados
índices de popularidad. Milei mantuvo sus niveles de simpatía a pesar de ellas,
en parte porque los grandes medios de comunicación las minimizaron o,
directamente, las ocultaron. Es así que muchos, muchísimos, de sus
simpatizantes, dudaban y dudan aún de que el “libertario” las haya realmente
pronunciado. Se trata de un fenómeno comunicacional por un lado extraño, pero
por el otro entendible. Es tal el repudio a los políticos que dirigen los
destinos del país, que la irrupción de un personaje ultraderechista revestido
de “ajenidad” a la odiada “casta” ha despertado lo que se parece más a una
adhesión ciega mediante la que descargar una frustración que se acumula por
décadas, que a un apoyo consciente y racional. Sus alusiones al Estado
derrochador, que mantiene “planeros” vagos que viven “de la nuestra”, caen como
improperios merecidos y justicieros en inmensas franjas de la clase media
empobrecida que sobrevive en la precariedad laboral y la subocupación.
La inmensa mayoría
de sus votantes estaría en desacuerdo con las medidas que promueve. ¿Cómo se
explica semejante contradicción?
Así, una encuesta
de la consultora Delfos realizada en mayo entre los votantes de Milei revela
que apenas el 25% apoya la propuesta de privatizar YPF o Aerolíneas Argentinas;
la eliminación de los subsidios a las tarifas de energía, otro 25%; la
dolarización, un 30%; y su planteamiento de libre portación de armas, apenas un
16%. Más aún, apenas un 50% de quienes afirman ser votantes suyos considera que
deben ser eliminados los llamados planes sociales, las sumas que se pagan a los
desocupados (que exigen una contraprestación laboral) y que son considerados
por los analistas políticos el principal blanco del odio de los votantes
derechistas. Es decir, la inmensa mayoría de sus votantes estaría en desacuerdo
con las medidas que promueve. ¿Cómo se explica semejante contradicción? Una
encuesta de Synopsis muestra que apenas un 40% de sus votantes lo harán por
adhesión ideológica, un 32 porque dice “lo que hay que decirles a los
políticos”, y un 18% porque porque representa una novedad.
El establishment le
soltó la mano
Es así que las
razones que curvan ahora hacia el descenso la popularidad de Milei no se
explican por sus posiciones miserables. Es el agotamiento del impulso mediático
con que el establishment lo apadrinó desde que saltó del grupo empresario
Eurnekián a la política el que determina su “desinfle” actual. Fueron meses y
meses en los que el desconocido Milei frecuentó canales de televisión, radios y
cuanto medio de comunicación hubiera con una asiduidad que, si hubiera que
pagarla, representaría una fortuna incalculable. El economista disfrutó por más
de dos años de una infinita serie de reportajes amigables, sin repreguntas ni
cuestionamientos, y en los que sus planteamientos cuando menos “fuera de lo
común”, eran aceptados por los periodistas como verdades por fin reveladas.
El propósito, y el
efecto finalmente logrado, fue el de tensar la discusión política hacia la
derecha, promoviendo el consenso respecto a las reformas reclamadas por la gran
burguesía. Por supuesto, todo el arco político, a excepción del Frente de
Izquierda, se sometió al chantaje y, tanto el gobierno del Frente de Todos como
la oposición derechista de Juntos por el Cambio convergieron en pactar un
acuerdo con el FMI que legalizaba la deuda ilegítima y espúrea que contrajo el
expresidente Mauricio Macri en 2018, y que vuelve a someter a la economía
nacional a la tutela del organismo.
Después de tapar
durante un bienio completo sus dislates, los grandes medios han descubierto “el
lado oscuro” de Milei
Una vez alcanzado
el objetivo, el grueso del establishment retiró su apoyo al candidato de
ultraderecha. La presencia mediática se redujo, y a los reportajes ahora menos
frecuentes volvieron las repreguntas incómodas. Las viejas denuncias sobre el
acceso a las candidaturas a cambio de favores sexuales, en su momento
minimizadas, fueron reactualizadas y convenientemente amplificadas. A ellas se
sumaron las de la venta de candidaturas según tarifarios que irían desde los
50.000 a los 30.000 dólares americanos. Y, por si fuera poco, cobró notoriedad
y difusión su capacidad de comunicarse con su perro muerto, al que mandó a
clonar a Estados Unidos hace cinco años, y que habría reencarnado, según su hermana
y principal colaboradora política, experta en comunicación “interespecies”, en
uno de esos clones...
Así que, después de
tapar durante un bienio completo tales dislates, los grandes medios han
descubierto “el lado oscuro” de Milei. Es que, a diferencia de las dos grandes
coaliciones tradicionales forjadas en el post 2001 alrededor del peronismo y el
macrismo, Milei y sus seguidores carecen de una estructura política capaz de
garantizar la gobernabilidad y de imponer las reformas que el establishment
reclama. A diferencia de Vox y su estructura derivada del pasado de su núcleo
fundador en el Partido Popular, que le ha permitido integrar más de un centenar
de gobiernos locales, el carácter outsider de los libertarios explica su fracaso
en la mayoría de las elecciones primarias provinciales que se han realizado en
los últimos meses.
Y, sobre todo,
independientemente de su popularidad en baja pero todavía elevada, carecen al
menos por ahora de una estructura militante real con la que organizar un
movimiento fascista de masas para derrotar y aplastar a la fuerza social, el
movimiento piquetero, que se ha alzado hasta hoy como eficaz obstáculo a las
reformas económicas que necesita y reclama la gran burguesía.
Abascal, está
claro, es útil y eficiente a la hora de expresar las necesidades del
establishment del Estado español. Milei, en cambio, es todavía un
subdesarrollado Abascal, valga la redundancia, del subdesarrollo.
Alguna vez la
cuidadamente descuidada “melena de león” del ultraderechista argentino Javier
Milei fue lucida en Madrid. Fue durante un festival organizado por Vox, y ante
miles de fanáticos del partido que encabeza Santiago Abascal, en el que el
fascista rioplatense vociferó: “¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva...
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