FEIJÓO, UNDER THE BRIDGE
VANESA
JIMÉNEZ
Feijóo perdió el Gobierno en el cara a cara con Sánchez en Atresmedia –yo ya lo dije (perdón) en ‘mi pálpito’, publicado el 21 de julio– y perdió cualquier posibilidad de volver a ser candidato de su partido la noche del 23J. Entonces, ya lo tiraron del puente. No ni ná. En aquel extraño balcón de Génova, mientras el electorado más fiel respondía a la debacle en las urnas con el infame “que te vote Txapote!” y gritos de “Ayuso, Ayuso”, la presidenta de Madrid, vestida de rojo PSOE en medio de un PP uniformado de blanco o casi, miró a Feijóo, ladeó la cabeza –imagínense a Rosalía mascando chicle– y, sin decir ni mu, le cantó las cuarenta. La portavoz, Cuca Gamarra, lo pilló al vuelo, y se fue alejando centímetro a centímetro del candidato, por si eso de la derrota era contagioso, y porque si había que salir en la foto, mejor cerca de la lideresa aclamada por el pueblo.
Isabel Díaz-Ayuso
le reprochó entonces al líder de su partido que no hubiese derrotado al
sanchismo. Porque si ella, que preside una comunidad que fue varias veces zona
cero de la pandemia en Europa, en la que murieron 7.291 mayores en las
residencias por los protocolos de la vergüenza, que se encuentra a la cola de
la inversión pública por habitante en Sanidad –con la atención primaria más
precarizada–, y lo mismo en Educación, con becas escolares para ricos… Si ella,
a pesar de liderar la región con más desigualdad de España, consiguió 71
escaños y la mayoría absoluta el 28M, él, con sus míseros 136 (137 con el voto
de los residentes en el extranjero) escaños, les había defraudado a todos. ¿Qué
son, al fin y al cabo, unos acuerdos con los ultras, unas fotos con un narco y
unas mentiras sostenidas? Cuántos sondeos electorales pergeñados para la causa
resultaron fallidos. Cuántas porras de líderes de opinión de la derecha –160,
170, 180 escaños– acabaron en la basura. Qué verano azul tan negro… Aquella
noche y en ese momento empezó el teatrillo del Partido Popular, al que
seguiremos asistiendo durante semanas. Cuando los números no dan, empiezan las
guerras.
La lideresa de
Madrid, actriz principal en una de las tramas, no calla desde el 24J, porque
ser el dique de contención del sanchismo es una ardua tarea
La lideresa de
Madrid, actriz principal en una de las tramas, no calla desde el 24J, porque
ser el dique de contención del sanchismo es una ardua tarea. Y, claro, así es
normal perder el hilo del libreto: “No puede ser que el jueves estuviéramos en
un mitin con el presidente Feijóo, aplaudiéndole y dándole nuestro apoyo, y el
martes tirándole por un puente”. El puente. Aquello se leyó como lo que era: un
lapsus freudiano.
Ayuso ya tiene
amortizado al presidente de su partido, pero está empeñada en que sea él el que
se tire del puente (no más Casados). Y para eso, sirve cualquier cosa que
conduzca al fracaso: la lista más votada –“No podemos acostumbrarnos a que una
persona que pierde las elecciones gobierne”, sostiene, aunque ella perdió las
autonómicas en 2019 y terminó gobernando con Ciudadanos–; o la investidura sin
apoyos –“La única batalla que se pierde es la que no se da”. “Es mi deber
alertar de que Pedro Sánchez va a aprovechar estos días de agosto, con España
de vacaciones, para asegurarse el poder a toda costa. Está mintiendo a la
nación, puesto que ya tiene un pacto con Puigdemont”.
Mientras tanto, la
presidenta de Madrid no ignora a los que claman por sus servicios al frente del
partido, véase a Esperanza Aguirre –“¿El futuro del centroderecha (¡ejem!) pasa
por Ayuso? No seré yo la que te lleve la contraria”–, o los mensajes que airea
la propia Ayuso sin citar autor (no los está “ni abriendo”, dice). En este
sentido, creo que Feijóo puede estar tranquilo. La presidenta de la libertad no
sale de Madrid ni aunque una plaga de hormigas voladoras obligue a cerrar por
un año toda la hostelería de la comunidad.
Juan Manuel Moreno
Bonilla, aquí Moreno Doñana, es otro de los protagonistas de la obra. El barón
popular, creador del primer trifachito de España tras ser investido presidente
de Andalucía con los votos de Ciudadanos y Vox en 2019, está ahora indignado
con los ultras: “Los padres y madres de derechas con hijos homosexuales se han
sentido violentados”, dijo en el Parlamento andaluz. Más tarde, en una
entrevista en El Mundo, volvió a cargar contra el partido de Abascal: “La única
manera de volver a gobernar es crecer por el centro sin mirar a Vox”. Por
cierto, cuando venga a Madrid –ojo, Feijóo, que aquí sí hay opciones de
disputa– y lo vendan como moderado, recuerden esta respuesta: “Meloni ha
entendido que cuando se gobierna hay que hacerlo para todos los ciudadanos”.
[La presidenta italiana acaba de eliminar la renta de ciudadanía a las familias
más vulnerables, que además viven en las zonas del país en las que menos se
votó a la ultraderecha].
Moreno Bonilla,
creador del primer trifachito de España tras ser investido presidente de
Andalucía con los votos de Ciudadanos y Vox en 2019, está ahora indignado con
los ultras
Y llegamos por fin
a Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, candidato a la Moncloa, y el
personaje de esta obra más propio del teatro del absurdo. Desde el 24J, ha
dicho y hecho cosas que no creeríamos. Ni más allá de Orión ni en el barrio
rico en el que vive el popular en Madrid. En su intento por ser presidente –y
no caer del puente, como si eso fuese ya posible–, se ha reunido en secreto con
Abascal para analizar los resultados de las elecciones; ha convertido al PSOE
del sanchismo y la mentira en “partido de Estado”, un claro homenaje a la Gran
Coalición que tanto ansía Felipe González; ha defendido, por boca de su
vicesecretario de Coordinación Autonómica y Local, que está dispuesto a hablar
con Junts, aunque Gamarra dijera al día siguiente que “esa cuestión no se
encuentra sobre la mesa”; y, por fin, ha recuperado el género epistolar para,
como “ganador de las elecciones”, pedirle una cita urgente al presidente.
Sánchez le respondió que en democracia gobierna quien consigue la investidura
del Congreso y que se verán cuando vea a todos, después de que se constituyan
las Cortes. Hasta luego, Maricarmen, más o menos.
Feijóo sabe que
desde el escrutinio electoral se sostiene gracias a un flotador pinchado, pero
aún le queda aire, y la orilla no está tan lejos, y quién sabe, igual a los de
Junts les da un golpe de calor, o aparecen “algunos socialistas buenos” que
pueden prestar sus votos, o los “socialistas clásicos” consiguen secuestrar a
Sánchez hasta hacerle entrar en razón. La otra opción es darse por tirado del
puente… En este escenario, podemos esperar cualquier cosa.
Todo lo que tenía
que pasar pasó el 23J, el día en el que los ciudadanos votaron al Gobierno. Y,
desde entonces, no ha pasado nada. En el PP seguirán actuando cada día, porque
necesitan calmar los ánimos de los electores más enfadados con un partido que
lo apostó todo a “bajar a Pedro del Falcon” y no ganó, y también los de una
prensa ultra en la que en este momento se ven reflejadas todas las almas de la
derecha.
El domingo 23 de
julio la extrema derecha perdió 700.000 votos y 19 escaños y el PP trumpista se
quedó en los 137. Esos son los números, el resto es ruido, intoxicación,
información interesada y maniobras de reanimación propias o ajenas. Solo
teatro. Los que no querían que los españoles votaran en julio porque tenían que
interrumpir sus vacaciones nos van a dar un agosto…
Descansen y vayan
al teatro. Pero al de verdad. No ni ná.
No hay comentarios:
Publicar un comentario