miércoles, 2 de agosto de 2023

FEIJÓO, UNDER THE BRIDGE

 

FEIJÓO, UNDER THE BRIDGE

VANESA JIMÉNEZ

Feijóo perdió el Gobierno en el cara a cara con Sánchez en Atresmedia –yo ya lo dije (perdón) en ‘mi pálpito’, publicado el 21 de julio– y perdió cualquier posibilidad de volver a ser candidato de su partido la noche del 23J. Entonces, ya lo tiraron del puente. No ni ná. En aquel extraño balcón de Génova, mientras el electorado más fiel respondía a la debacle en las urnas con el infame “que te vote Txapote!” y gritos de “Ayuso, Ayuso”, la presidenta de Madrid, vestida de rojo PSOE en medio de un PP uniformado de blanco o casi, miró a Feijóo, ladeó la cabeza –imagínense a Rosalía mascando chicle– y, sin decir ni mu, le cantó las cuarenta. La portavoz, Cuca Gamarra, lo pilló al vuelo, y se fue alejando centímetro a centímetro del candidato, por si eso de la derrota era contagioso, y porque si había que salir en la foto, mejor cerca de la lideresa aclamada por el pueblo.

 

Isabel Díaz-Ayuso le reprochó entonces al líder de su partido que no hubiese derrotado al sanchismo. Porque si ella, que preside una comunidad que fue varias veces zona cero de la pandemia en Europa, en la que murieron 7.291 mayores en las residencias por los protocolos de la vergüenza, que se encuentra a la cola de la inversión pública por habitante en Sanidad –con la atención primaria más precarizada–, y lo mismo en Educación, con becas escolares para ricos… Si ella, a pesar de liderar la región con más desigualdad de España, consiguió 71 escaños y la mayoría absoluta el 28M, él, con sus míseros 136 (137 con el voto de los residentes en el extranjero) escaños, les había defraudado a todos. ¿Qué son, al fin y al cabo, unos acuerdos con los ultras, unas fotos con un narco y unas mentiras sostenidas? Cuántos sondeos electorales pergeñados para la causa resultaron fallidos. Cuántas porras de líderes de opinión de la derecha –160, 170, 180 escaños– acabaron en la basura. Qué verano azul tan negro… Aquella noche y en ese momento empezó el teatrillo del Partido Popular, al que seguiremos asistiendo durante semanas. Cuando los números no dan, empiezan las guerras.

 

La lideresa de Madrid, actriz principal en una de las tramas, no calla desde el 24J, porque ser el dique de contención del sanchismo es una ardua tarea

 

La lideresa de Madrid, actriz principal en una de las tramas, no calla desde el 24J, porque ser el dique de contención del sanchismo es una ardua tarea. Y, claro, así es normal perder el hilo del libreto: “No puede ser que el jueves estuviéramos en un mitin con el presidente Feijóo, aplaudiéndole y dándole nuestro apoyo, y el martes tirándole por un puente”. El puente. Aquello se leyó como lo que era: un lapsus freudiano.

 

Ayuso ya tiene amortizado al presidente de su partido, pero está empeñada en que sea él el que se tire del puente (no más Casados). Y para eso, sirve cualquier cosa que conduzca al fracaso: la lista más votada –“No podemos acostumbrarnos a que una persona que pierde las elecciones gobierne”, sostiene, aunque ella perdió las autonómicas en 2019 y terminó gobernando con Ciudadanos–; o la investidura sin apoyos –“La única batalla que se pierde es la que no se da”. “Es mi deber alertar de que Pedro Sánchez va a aprovechar estos días de agosto, con España de vacaciones, para asegurarse el poder a toda costa. Está mintiendo a la nación, puesto que ya tiene un pacto con Puigdemont”.

 

Mientras tanto, la presidenta de Madrid no ignora a los que claman por sus servicios al frente del partido, véase a Esperanza Aguirre –“¿El futuro del centroderecha (¡ejem!) pasa por Ayuso? No seré yo la que te lleve la contraria”–, o los mensajes que airea la propia Ayuso sin citar autor (no los está “ni abriendo”, dice). En este sentido, creo que Feijóo puede estar tranquilo. La presidenta de la libertad no sale de Madrid ni aunque una plaga de hormigas voladoras obligue a cerrar por un año toda la hostelería de la comunidad.

 

Juan Manuel Moreno Bonilla, aquí Moreno Doñana, es otro de los protagonistas de la obra. El barón popular, creador del primer trifachito de España tras ser investido presidente de Andalucía con los votos de Ciudadanos y Vox en 2019, está ahora indignado con los ultras: “Los padres y madres de derechas con hijos homosexuales se han sentido violentados”, dijo en el Parlamento andaluz. Más tarde, en una entrevista en El Mundo, volvió a cargar contra el partido de Abascal: “La única manera de volver a gobernar es crecer por el centro sin mirar a Vox”. Por cierto, cuando venga a Madrid –ojo, Feijóo, que aquí sí hay opciones de disputa– y lo vendan como moderado, recuerden esta respuesta: “Meloni ha entendido que cuando se gobierna hay que hacerlo para todos los ciudadanos”. [La presidenta italiana acaba de eliminar la renta de ciudadanía a las familias más vulnerables, que además viven en las zonas del país en las que menos se votó a la ultraderecha].

 

Moreno Bonilla, creador del primer trifachito de España tras ser investido presidente de Andalucía con los votos de Ciudadanos y Vox en 2019, está ahora indignado con los ultras

 

Y llegamos por fin a Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, candidato a la Moncloa, y el personaje de esta obra más propio del teatro del absurdo. Desde el 24J, ha dicho y hecho cosas que no creeríamos. Ni más allá de Orión ni en el barrio rico en el que vive el popular en Madrid. En su intento por ser presidente –y no caer del puente, como si eso fuese ya posible–, se ha reunido en secreto con Abascal para analizar los resultados de las elecciones; ha convertido al PSOE del sanchismo y la mentira en “partido de Estado”, un claro homenaje a la Gran Coalición que tanto ansía Felipe González; ha defendido, por boca de su vicesecretario de Coordinación Autonómica y Local, que está dispuesto a hablar con Junts, aunque Gamarra dijera al día siguiente que “esa cuestión no se encuentra sobre la mesa”; y, por fin, ha recuperado el género epistolar para, como “ganador de las elecciones”, pedirle una cita urgente al presidente. Sánchez le respondió que en democracia gobierna quien consigue la investidura del Congreso y que se verán cuando vea a todos, después de que se constituyan las Cortes. Hasta luego, Maricarmen, más o menos.

 

Feijóo sabe que desde el escrutinio electoral se sostiene gracias a un flotador pinchado, pero aún le queda aire, y la orilla no está tan lejos, y quién sabe, igual a los de Junts les da un golpe de calor, o aparecen “algunos socialistas buenos” que pueden prestar sus votos, o los “socialistas clásicos” consiguen secuestrar a Sánchez hasta hacerle entrar en razón. La otra opción es darse por tirado del puente… En este escenario, podemos esperar cualquier cosa.

 

Todo lo que tenía que pasar pasó el 23J, el día en el que los ciudadanos votaron al Gobierno. Y, desde entonces, no ha pasado nada. En el PP seguirán actuando cada día, porque necesitan calmar los ánimos de los electores más enfadados con un partido que lo apostó todo a “bajar a Pedro del Falcon” y no ganó, y también los de una prensa ultra en la que en este momento se ven reflejadas todas las almas de la derecha.

 

El domingo 23 de julio la extrema derecha perdió 700.000 votos y 19 escaños y el PP trumpista se quedó en los 137. Esos son los números, el resto es ruido, intoxicación, información interesada y maniobras de reanimación propias o ajenas. Solo teatro. Los que no querían que los españoles votaran en julio porque tenían que interrumpir sus vacaciones nos van a dar un agosto…

 

Descansen y vayan al teatro. Pero al de verdad. No ni ná.

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