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jueves, 24 de agosto de 2023

EL DESEMBARCO ÁRABE EN EL FÚTBOL: ¿AMENAZA REAL O BURBUJA?


EL DESEMBARCO ÁRABE EN EL FÚTBOL: ¿AMENAZA REAL O BURBUJA?

Las autoridades saudíes realizan una inversión económica sin precedentes para potenciar su Liga. Detrás se encuentran motivos estratégicos y geopolíticos, así como el intento de mejorar la denostada imagen del país

RICARDO URIBARRI

Presentación del futbolista Karim Benzema tras su fichaje por parte

del equipo árabe Ittihad. /Ittihad Club

El tablero del fútbol mundial tiene un nuevo y poderoso jugador. Arabia Saudí ha decidido pasar a la ofensiva en este campo y, a base de dinero, amenaza con desequilibrar aún más el ya alterado panorama económico que se vive en el balompié internacional. Con ofertas mareantes que multiplican hasta en ocho, nueve o diez veces los salarios que los futbolistas ganan en Europa, los dirigentes saudíes han convencido a grandes estrellas como Cristiano y Benzema –y lo están intentando con varios más– para que vayan a jugar a la Liga local, a la que quieren convertir en una referencia mundial. El alcance final que tendrá este movimiento para los campeonatos más tradicionales del viejo continente está aún por determinar.

 

El paso que demuestra que la apuesta del gobierno saudí por impulsar su fútbol nacional es firme en este momento tuvo lugar hace pocas semanas, cuando el príncipe heredero y primer ministro, Mohamed bin Salman, anunció que privatizaban los clubes del país, que han pasado a ser propiedad de empresas públicas. Cuatro de los equipos más importantes, Al Hilal, Al Nassr (donde milita Cristiano), Al Ittihad (en el que va a recalar Benzema) y Al Ahli, son los más beneficiados, ya que van a depender en un 75% del Fondo de Inversión Pública (PIF) de Arabia Saudí, uno de los más importantes del mundo, que cuenta con unos activos estimados en 620.000 millones de dólares. Con ese músculo financiero detrás, los clubes tendrán capacidad para tentar a más figuras con propuestas difícilmente rechazables. De esa manera, las autoridades esperan hacer crecer los ingresos de la Liga saudí desde los 120 millones actuales a los 480 millones anuales.

 

¿Pero por qué tienen tanto interés en invertir grandes cantidades de dinero en este ámbito? Para tener una respuesta debemos buscar razones de tipo económico, geopolítico y de reputación.

 

Empezando por la última cuestión. Arabia Saudí lleva años intentando blanquear su pésima reputación en cuestión de derechos humanos. En el país árabe el adulterio conlleva penas de flagelación; la homosexualidad se castiga con la cárcel; el ateísmo está prohibido; no hay libertad de información y se persigue a periodistas. Las mujeres son discriminadas y la defensa de la igualdad de género ha costado a varias activistas ser condenadas por la justicia. Un estudio del Foro Económico Mundial, que ofrece una imagen sobre el estado de los derechos de las mujeres en términos de política, economía y educación, colocó a Arabia Saudí en la posición 141 de un total de 149 países.

 

Arabia Saudí lleva años intentando blanquear su pésima reputación en cuestión de derechos humanos

 

A todo esto hay que añadir que es el tercer país del mundo que más aplica la pena de muerte, una condena que, según la organización Amnistía Internacional, se toma tras la celebración de juicios “claramente injustos” por delitos entre los que se incluyen “desestabilizar el tejido social y la cohesión nacional” o “promover y participar en sentadas y protestas”. El bombardeo sobre la vecina Yemen o el caso del asesinato del periodista Khashoggi, del que una investigación de Naciones Unidas concluyó que había sido víctima de una ejecución extrajudicial de la cual era responsable Arabia Saudí, son otras infamias en el historial del país.

 

Ante este panorama, las autoridades saudíes han entendido que el deporte, y el fútbol en particular, es una vía idónea para vender una imagen del país más amable y positiva de cara al exterior. Y por ello llevan un tiempo destinando fondos para quedarse con la organización de importantes eventos de diferentes disciplinas, entre ellos la Supercopa de España de fútbol, o, como ahora, buscando atraer a los deportistas a sus torneos. Frente a la posibilidad de que las condiciones de vida, tan distintas a las que está acostumbrado un occidental, o el dilema moral que puede surgir al verse asociado a un régimen con tantas carencias en materia de derechos humanos, puedan ser factores que jueguen en su contra, los saudíes contraatacan con el peso del dinero, que muchas veces disipa cualquier duda.

 

Las autoridades saudíes han entendido que el fútbol es una vía idónea para vender una imagen del país más amable

 

También son importantes las razones económicas. En 2016 se puso en marcha el programa Saudí Visión 2030, que tiene como objetivo reducir la dependencia del petróleo, que genera el 90% de su riqueza, y diversificar su economía desarrollando otros sectores, entre ellos el turismo. Y entienden que tener una competición en la que participen grandes estrellas será una manera de publicitarse a nivel mundial de forma constante y un polo más de atracción para la gente. Incluso con alguno al que no han conseguido convencer para que vaya a jugar al país, como es el caso de Leo Messi, han llegado a un acuerdo para que promocione Arabia Saudí. El argentino va a recibir 22,5 millones de euros en tres años a cambio de realizar campañas comerciales, poner diez mensajes anuales en sus redes sociales en los que publicite el reino y pasar unos días de vacaciones al año allí con todos los gastos pagados, según ha desvelado The New York Times.

 

El objetivo de potenciar su Liga se veía también como una forma de impulsar la candidatura de Arabia Saudí para organizar el Mundial de 2030, proyecto que compartía desde hace unos meses con Egipto y Grecia y en la que tenía como rivales a las candidaturas que forman España, Portugal y Marruecos por un lado, y Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay por otro. Sin embargo, ha decidido retirarse al comprobar que tenía pocas opciones de ser elegida esta vez por la fortaleza del proyecto iberomarroquí, que les saca ventaja tras años de trabajo, y además, por el hecho de que Qatar lo haya organizado en 2022, lo que complicaba su meta por la política de rotación de continentes que suele aplicar la FIFA en sus elecciones. Esto no obsta para que más adelante lo vuelvan a intentar, posiblemente para la edición de 2034. Habrá que esperar entonces para saber si esta apuesta por el fútbol es permanente o podría tener fecha de caducidad hasta la organización de un Mundial.

 

En cualquier caso, tampoco pueden obviarse las razones geopolíticas. Arabia Saudí es el país más extenso y uno de los más poderosos de la península arábiga, pero tiene a unos vecinos que son incluso más ricos en algunos casos, como Qatar, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, con los que compite en materia de inversiones, desarrollo económico, turismo y reputación. Y en esa disputa por ser el país dominante en el golfo pérsico juega también su papel el deporte.

 

Arabia ha sido el país que más tarde ha entrado en este campo y por ello lo ha hecho pisando el acelerador. Qatar ya organizó el Mundial y ahora buscarán ser ellos los que acojan este evento en algún momento, además de otros ya previstos, como los Juegos Asiáticos de Invierno en 2029. También ha seguido Arabia Saudí la estrategia empleada por sus rivales desde hace años de intentar ganar reputación comprando importantes clubes de fútbol europeos. Si los Emiratos se hacían con el Manchester City en 2008, consiguiendo por fin este año proclamarse campeón de la Champions tras varios años intentándolo, y Qatar hacía lo propio con el Paris Saint-Germain en 2011 (y está ahora en la pelea por comprar el Manchester United), Arabia adquirió en 2021 el Newcastle, a través del fondo PIF.

 

De momento, la ofensiva saudí al fútbol del viejo continente ha empezado por jugadores importantes que están en los últimos años de su carrera y que ya han conseguido prácticamente todo. Además, buscan principalmente futbolistas que terminen contrato para no tener que pagar cantidades de traspaso y así poder ofrecer más dinero en salarios. Pero ya están cerrando algunas operaciones con jugadores más jóvenes y en las que no les ha importado pagar una buena cantidad de dinero por su fichaje (los saudíes van a desembolsar 55 millones al Wolverhampton inglés para fichar al portugués Rubén Neves, de 26 años).

 

La duda está en si en algún momento irán a por las grandes estrellas de los equipos europeos más poderosos. ¿Tentarán a Vinicius, Ter Stegen, Haaland, Mbappe o Rashford? ¿Estarían dispuestos estos jugadores a cambiar el prestigio de jugar en Europa y luchar por la Champions por sumas de dinero astronómicas? Imagínense lo que sería que Arabia consiguiera quitarle a Haaland al City, buque insignia de los Emiratos Árabes Unidos. O que pudiera llevarse a Mbappe, del PSG, joya de la corona de Qatar. Parece difícil, en cualquier caso, que esos jugadores, en lo mejor de sus carreras ahora mismo, acepten irse a la liga saudí. Pero sí aceptarán el trato algunos de un escalón inferior.

 

En relación con lo que está haciendo Arabia Saudí hay quien recuerda el caso de China, donde empresas inmobiliarias y de otros sectores entraron hace algunos años en el mundo del fútbol invirtiendo mucho dinero para atraer a destacados futbolistas y entrenadores desde Europa y Sudamérica a su Liga, pero actualmente 12 de los 16 del campeonato están en quiebra y algunos equipos han llegado a desaparecer. Parece evidente que las autoridades saudíes son las que decidirán en el futuro si estamos ante otra burbuja más o no. El presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, lo tiene claro. En una entrevista a la cadena NOS, señaló que “Arabia Saudí está cometiendo un error. Debería invertir en academias, entrenadores y educar a sus jugadores. Ir de compras no mejorará su fútbol. No todo se trata de dinero”.

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