PEDRO SÁNCHEZ, UN COWBOY EN LA MONCLOA
JAVIER AROCA
Pedro Sánchez vota este 28M
Pedro Sánchez se ha reunido con los suyos. Les ha dicho algunas cosas, otras estaban en el ambiente pero está feo señalar. En resumen, los ha convidado a participar en un duelo en el que, solo ante el peligro, otra vez, se enfrenta a los mandarines del Estado, no ya tan ocultos, y también a los de su propio partido.
Pedro Sánchez ha descubierto y así se lo ha hecho saber a sus leales, sin señalar, el papel de los medios de comunicación. Es lógico, los expertos dicen que en las elecciones todo discurrirá en el campo político mediático. Se tratará de ganar en los “événements purement médiatiques” que diría Patrick Champagne, producidos en y por el campo político-mediático. En la televisión, singularmente, pero contando con el relato imprescindible de los demás medios, radiados y escritos -y la red, hoy también-. Ellos se erigirán en árbitros para recontar el marcador de la campaña, con reglamento inventado, y así conducir, orientar al pueblo, por el camino que interese de la manera más lanar posible.
Los grandes eventos
serán los debates y la demoscopia performativa y, desde luego, la pertinaz
lluvia de esos medios de los que usted me habla, señor Sánchez. Sánchez sabe,
sin señalar, que por mucho bueno que hagan él y su gobierno, apenas llegará el
mensaje a los electores, debidamente trashumados, empapados de bulos y mentiras
en estos años de cogobierno.
Ciertamente, el
latifundio mediático, de regadío por supuesto, como las hectáreas que
legalizará Moreno Bonilla, no se lo pondrá fácil. Y eso que la economía va
bien, el empleo crece, los ricos ganan más que nunca -las grandes empresas, por
supuesto-, hemos sobrevivido a toda suerte de calamidades sin dejar a los más
menesterosos en el arcén, las políticas sociales y avances en esa línea dan
frutos y son admiradas fuera de España, el papel de España en el mundo y en la
UE está claramente reforzado.
Salvo contadas
excepciones del minifundio mediático, compuesto por honestos jornaleros y
mayetos de la información, ha tenido que ser, paradójicamente, como en tiempos
ultrapirenaicos, la prensa exterior, a la que no llega el regadío, la que esté
dando la cara. Financial Times, The Economist, The Guardian ven clara la acción positiva del gobierno de
coalición y el peligro de una derecha radical desbocada, apoyada por el poder
subterráneo, que no tiene reparos en aliarse con su escisión de extrema derecha
para volver al pasado.
El PP es ajeno a
esa cultura democrática, a diferencia de la derecha democrática europea que no
ignora ni perdona el daño del fascismo al progreso y a las libertades en el
occidente democrático. De todas maneras, en España se habla poco inglés.
Sánchez se ha dado
cuenta, sin señalar; aunque no consta su autocrítica por sus debilidades,
incluso personales, y alianzas con los falsos amigos de la comunicación. El
presidente y secretario general de los socialistas no sé si ha caído, será
tarde en todo caso, del daño autoinfligido en su propio gobierno por sus recelos,
desconfianzas e insomnios. Y por pensar que venían solo a por los otros.
La dieta para su
indigestión por la presencia de un ala izquierda en su Gobierno- amenazada
desde el exterior y desde el interior de su propia formación- ha servido para
debilitar a la izquierda en su conjunto. Por supuesto que el principal
damnificado es un Podemos a la defensiva que no ha podido crecer ni madurar al
compás de sus logros, reliado en sus desmarques y afirmación identitaria, y, al
mismo tiempo, resistir las andanadas que le venían por todas partes.
Quizá ahora el
presidente piense que algo han contribuido desde sus filas y desde su insomnio,
tal vez desde aquel glorioso chuletón, hasta el punto de construir un golem,
como el autómata fruto de la tradición askenazi, que está lejos de servir para
los fines pensados. Para que acabe esa izquierda molesta, tal vez, pero
arriesgando la propia virtualidad de un reeditable gobierno de coalición
progresista. Sánchez intenta ahora recoger los fragmentos de izquierda en torno
a sí.
El presidente
ha tenido que luchar contra todo pero
muy particularmente contra su derecha poliédrica, la interna, que ha
contribuido de manera notoria y desleal, sin cuartel desde las propias
negociaciones de formación del Gobierno, a gangrenar la acción de su Gobierno,
de todo.
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