EL PACTO DE LA TUBERCULOSIS
ANA PARDO DE VERA
Tuberculosis: "Enfermedad del hombre y de muchas especies animales producida por el bacilo de Koch. Adopta formas muy diferentes según el órgano atacado, la intensidad de la afección, etc. Su lesión habitual es un pequeño nódulo, de estructura especial, llamado tubérculo". Definición de la Real Academia Española (RAE) para la enfermedad que aqueja a las vacas castellano y leonesas, que se contagia a los humanos y para la que Vox considera que no se deben imponer medidas de salud pública, porque "llevamos muy al extremo la salud pública", según Gerardo Dueñas, consejero de Agricultura y Ganadería (Vox) de Castilla y León.
La
genialidad del apelativo del acuerdo alcanzado entre PP y Vox en el País
Valencià para gobernarla no es mía, sino de Pablo Batalla y me llegó vía el compañero Alejandro Torrús. Cuando vi grosso modo la
definición de la enfermedad, compré inmediatamente la expresión para encabezar
este artículo: ya tenemos a la ultraderecha (la
"enfermedad", el "bacilo", el "tubérculo",...)
instalado en País Valencià, un territorio arrasado por la corrupción
del Partido Popular de Eduardo Zaplana, Francisco
Camps y la Gürtel, pero que un
día de 2015 dio la vuelta a esta situación votando al que sería el primer
acuerdo entre fuerzas progresistas. El Pacto del Botànic antecedería
al Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos para gobernar el Estado. Ocho
años duró la memoria de la corrupción en los votantes del PP que le habían
retirado el apoyo y en los votantes de izquierdas que decidieron fumarse la urna el pasado 28 de mayo y optaron por
permitir un gobierno del PP y Vox, que en realidad, siempre estuvieron ahí.
Este
martes, el líder de Vox en la comunidad, condenado por violencia
machista, anunció una alianza con el PP que, pese a los aspavientos
de Borja Sémper, estaba cantada en el País Valencià, como
en Castilla y León en marzo de 2022, y como en Elche, donde ya deben de estar rezando para salvar una cruz
franquista por indicación de su teniente alcaldesa Aurora Rodil; o en los más de 130 ayuntamientos donde el partido
de Alberto Núñez Feijóo puede gobernar gracias a la
extrema derecha, a los negacionistas de la violencia machista, de la igualdad,
de los derechos humanos o de la emergencia climática: este mismo martes, el
líder de Vox, un Santiago Abascal venido arriba (sus
razones tiene) anunció en redes, sin complejo alguno, que hay que retomar la explotación de los recursos en
España y derogar "la Ley Climática" para volver "a ser
dueños de nuestro suelo y de nuestra riqueza natural". Por eso, sus consejeros/as y concejales están
pidiendo las carteras autonómicas y municipales con competencias en
medioambiente o agricultura; el mismo día que sabemos que las reservas hídricas están a 20 puntos por debajo de la media de
los últimos diez años (47,4%) y no se recuperan pese a las lluvias de estos
días debido al gasto salvaje de agua para los regadíos, sumados a
los campos de golf, los parques acuáticos,... y todas esas cosas relacionadas
con el negocio de unos pocos y la desgracia del planeta y el país, aparte de la
precariedad de las infraestructuras, cuyas mejoras, según el Gobierno, no se
han hecho en muchos territorios pese al trasvase de fondos para
ello.
"Educación"
(sin la sexual, por supuesto, ni la de lenguas españolas que no
sean el castellano; religiosa, sí), "Familia" (heterosexual, casada con hijos, mejor si son muchos/as),
"Agricultura" (más regadíos, más macrogranjas,
más explotación de la tierra, más caza ...), "Asuntos
Sociales" (primero, los españoles blancos heterosexuales;
después, las españolas ídem y el resto, nada) ... Éstas son las
áreas que quiere Vox, que está negociando con el PP y que éste le está cediendo
gustosamente a cambio del poder.
El
programa acordado por PP y Vox en País Valencià parece un chiste, pero no se
confundan, que son perfectamente conscientes de la nada que supone ese texto de cinco puntos donde "la sanidad" se
reforzará con "sanidad",
por ejemplo. Un delirio para que nos quedemos en las risas
y hacer lo que les dé la gana, esto es, ampliar e intentar ganar la guerra
cultural fascista que han emprendido con la colaboración gustosa del Partido
Popular: más trumpismo, más
machismo, más racismo, más aporofobia, más xenofobia, más homofobia, más
evangelismo, más intransigencia, más clasismo, más desigualdad, menos libertad
de prensa, de expresión, nula diversidad lingüística, sexual o
territorial... Sin derechos humanos, bienvenidos/as a la
nueva/vieja Europa: la nada.
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