BAILE EN EL FONDO DE LA PAPELERA
SATO
DÍAZ
La lona publicitaria 'del odio' que Vox ha desplegado en la calle
Alcalá
de Madrid, a lunes 19 de junio.- EFE
Con la tontería eran ya la 6 de la mañana y las carcajadas no hacían por frenar. Y es que estábamos allí, en el fondo de la papelera, lo mejorcito de cada casa con los ojos enrojecidos y las voces cada vez más roncas. Hacía tiempo que no nos veíamos, aquello era una fiesta de las de guardar: maricas, comunistas, bolleras, okupas, ecologistas, trans, indepes, migrantes...
"El teatro es una escuela de llanto y de risa. Y una tribuna libre", leía con dificultad, trastabillándose, alguien del grupo cuando ya estaban de mañaneo. En la calle Alcalá 96 de Madrid, en el epicentro del Barrio de Salamanca, está la placa que homenajea a Federico García Lorca y que conserva este fragmento del discurso que el poeta pronunció ante los actores. En ese edificio vivió desde 1933 hasta 1936 el escritor universal e inmortal. Cuando estalló la Guerra Civil, viajó a su Granada natal donde fue asesinado por el fascismo por "rojo y maricón".
Hay que cruzar con
cuidado la calle Alcalá y recorrer unos 120 metros a la izquierda, en la
siempre sugerente acera de enfrente, para llegar a la Casa de las Bolas, de
estilo neomudéjar. Hoy, sobre la fachada cuelga un enorme cartel
propagandístico de Vox en el que una mano con la pulsera de España arroja a la
papelera los símbolos que representan a la Agenda 2030, okupas, colectivo
LGTBI, feminismo, comunistas... Y claro, cuando nos encontramos en el fondo de
la basura, arrojados sin miramiento, nos pusimos a bailar.
Allí nos rodeaba la
basura y olía mejor que el aliento putrefacto del individuo que nos había
lanzado al vacío un rato atrás. La papelera fue tomando aspecto de sala de
baile, las rejas de los bordes se fueron coloreando de rojo terciopelo y cada
vez parecía más una boda. Era una cárcel, pero parecía una boda. Nos casábamos,
las personas que sobrábamos y a las que nos habían intentado eliminar en un
cartel de precampaña, nos casábamos, jugábamos a casarnos. Y las carcajadas
cada vez se hacían más largas y ocupaban más tiempo en las conversaciones.
La antiespaña
junta, en una papelera, ¿qué más se podía pedir? Una de las dos Españas ha de
helarte el corazón y viene con fuerza, embistiendo como un cornúpeta. La otra,
cíclicamente en la historia acaba arrojada a una papelera. Y a veces las
papeleras mutan y adquieren la trágica apariencia de una fosa común. Un agujero
lleno de huesos de rojos y maricones.
En esta papelera
todavía no éramos conscientes de la adversidad que nos rodeaba y nos apropiamos
de ella, de la basura, y la hicimos nuestra. Y nos daba igual que quien nos
miraba desde arriba lo hiciera con condescendencia o con asco. Todo era un gran
baile en el fondo de la papelera.
Los de arriba, los
que quedaban en aquel mundo que también fue nuestro, no sabían hacer nada por
sí solos. Tenían dinero, sí, pero eran aburridos y vivían del trabajo de los
demás. cartel. No sabían hacer la o con un canuto. No sabían ni hacerse un
canuto.
En la papelera, la
fiesta duró. Se fue creando una comunidad de los que sobraban. Una familia,
unos cuidados, unos códigos, una confianza, una organización. Un día llegaron
los de las pulseras, entraron sus grandes zarpas e intentaron sacarlos de la
papelera de la lona de la Casa de las Bolas de estilo neomudéjar. Les
necesitaban, ansiaban que se pusieran a trabajar, que no se atrevieran a
levantar la voz ni a reclamar derechos ni salarios. España se hundía por la
incapacidad de los del Barrio de Salamanca de sacarla a flote. Y necesitaban
echar mano de la papelera y vaciarla.
Pero como ya se
habían organizado en el fondo del estercolero, se encontraron a millones, en la
calle codo a codo somos mucho más que dos. Bolleras, migrantes, trans, okupas,
ecologistas, rojos y maricones... Habían vuelto. El poder cambiaría de mando.
Y la papelera, que
jugó con ser cárcel, amenazó con mutar a fosa común y se convirtió en sala de
fiestas, se quedó vacía. Como el teatro, después de la función. Escuela de risa
y llanto, tribuna libre, la papelera.
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