ESTADO DEL TIEMPO
ERNESTO ESTÉVEZ
Lo que los
imperialismos justifican como necesario fuera de sus fronteras, resulta
intolerable dentro de ellas
En Puerto Seguro, pueblo español de apenas cien habitantes, se tendrán que repetir las elecciones. El alcalde de la localidad, del principal partido de derecha de ese país, cargó con la urna y se fue «echando». San Nicolás del Peladero se convirtió en tal referente para la población cubana que, cuando algo público rompe las expectativas del absurdo, muchos aún hacemos referencia a que ocurrió como en ese imaginario pueblo cubano de la República neocolonial burguesa.
Pues en España
acaba de ocurrir como en San Nicolás del Peladero. Con la anuencia del
Presidente de la mesa electoral, el alcalde se fugó con la urna bajo el brazo.
La justificación fue que iba a garantizar que votaran los discapacitados y,
para ello, sin mucho protocolo, cargó con la urna y la sustrajo de la
vigilancia pública por una media hora. Para un pueblo de cien personas, media
hora a solas con una urna es mucho tiempo para cualquier tropelía.
El partido del
alcalde se asumía heredero de Franco, hasta que eso se volvió «políticamente
incorrecto», y ahora se deslinda del pasado, a la vez que se opone, con todo
tipo de subterfugios, a aplicar la Ley de memoria histórica que busca conocer
toda la verdad y reparar a las víctimas del dictador fascista.
Pero no hay que ir
ni tan lejos como Cuba, ni tan atrás como antes de 1959 para hallar
precedentes. En el fraude que llevó a George Bush hijo a la presidencia de ee.
uu. por primera vez, aparecieron urnas de votación abandonadas en locales
desahuciados. La elección se decidía en ese estado hasta que, en un golpe
autoritario, la corte suprema del país paró el reconteo y le dio la victoria a Bush,
por decisión judicial. Ese fue el Presidente no electo que inició la guerra de
Irak con base en una mentira, y que solo en infantes se estiman más de un
millón de fallecidos. En la aventura, por cierto, lo acompañaba, como monitor
destacado, el Presidente de Honor del partido del alcalde de Puerto Seguro.
En Irún, España, un
inspector jefe de la policía decidió premiar con días libres a sus subordinados
que detuvieran a extranjeros sospechosos de ser inmigrantes ilegales. «En
concreto, los incentivos del trabajo de fin de semana iban, de los dos días
libres si no se efectuaban detenciones de personas migrantes, tres días de
compensación si había una detención, cuatro días libres con más de dos
arrestos, y hasta cinco días de permiso a partir de diez detenciones». Nos lo narra el periódico digital Público.
Una cacería con premio incluido. Frente a las protestas, la orden ha sido
cancelada.
The New York Times
nos aclara, en su edición de hace unos días, que la simbología nazi en los
uniformes de muchos soldados ucranianos no es por el fascismo, es (…) por
orgullo nacional. Tienen razón, no cabe la menor duda de que es por orgullo del
partido de los trabajadores nacionalsocialista, nombre oficial de la agrupación
que dirigía Hitler y que todos conocemos por nazi. Lo curioso es que The New
York Times regaña a los militares ucranianos y les dice que dejen de usar tales
símbolos, no por su injustificable apelación a lo más deleznable del género
humano, genocidio incluido, sino porque ello puede justificar la narrativa rusa
de la desnazificación del país, como razón de la actual guerra.
También es curioso
que The New York Times no haga referencia a su propio artículo de agosto de
2014, en el cual reconocía que grupos neonazis respaldados por el ejército de
ese país actuaban con impunidad contra los habitantes del Donetsk. El grupo en
cuestión, que el medio norteamericano reconocía entonces como fascistas, es la
ahora celebrada milicia Azov.
En 2014, el
principal medio yanqui decía: «En otras palabras, las milicias neo-nazis que
alcanzaron notoriedad en las protestas anti-Yanukovich el pasado febrero ahora
se han organizado como tropas de choque y despachados para asesinar a personas
de origen ruso en el este, y actúan tan abiertamente que yerguen una bandera neo-nazi
con algo parecido a una suástica, al conquistar un poblado de unos 10 000
habitantes».
El pueblo es
Marinka. La narrativa de entonces, por nadie puesta en duda, hoy es calificada
de «propaganda», porque proviene de los rusos. Pero no esperemos que el
periódico norteamericano, o cualquier otro de ese país, para el caso, nos dé
ese contexto salido de su propia redacción. Por arte de birlibirloque, los
fascistas de ayer son hoy legitimados como héroes, y su simbología reducida a
una cuestión de «orgullo nacional».
Lo que los
imperialismos justifican como necesario fuera de sus fronteras, resulta
intolerable dentro de ellas. Decía el martiniqués Frantz Fanon que el fascismo
es el colonialismo traído a casa. Parece que en el jardín europeo,
históricamente abonado con la sangre de otras geografías, crecen todo tipo de
hierbas, pero algunas terribles amenazan con ahogar a las demás.
No olviden la
premonición del comunista chileno Luis Corvalán: «La perra del fascismo está
otra vez en celo».
No hay comentarios:
Publicar un comentario