DEMOCRACIA OT
SERGIO
PASCUAL
Existe un fuerte debate en torno a las pasadas elecciones autonómicas y municipales y las futuras elecciones generales sobre si los electores toman decisiones orientándose por la capacidad de gestión de los distintos dirigentes o si, por el contrario, se dejan llevar por las pulsiones invocadas por los medios de comunicación. Estos –particularmente la televisión– centran su atención en cuestiones ajenas a la aburrida gestión institucional para focalizarla en las más lucrativas y atrayentes temáticas emocionalmente polarizantes, convirtiendo así de facto el proceso electoral en una suerte de Democracia OT (por Operación Triunfo), una democracia devaluada de salón, fuegos de artificio y palomitas frente al televisor.
Como aportación al
debate he querido detenerme en datos demoscópicos aparentemente menos
relevantes, pero a la postre más reveladores, de lo sucedido el 28M: el cuándo
y el por qué eligen su voto los y las españolas.
Los hechos
En las pasadas
elecciones municipales y autonómicas los españoles y españolas elegían a sus
alcaldes/as y presidentes/as de comunidad autónoma. Dado que son bien conocidas
cuáles son las competencias de estas instituciones de orden territorial, si un
observador racional externo se hubiera asomado a estos comicios, podría haber
pronosticado que en aquellos lugares en los que la población estaba
razonablemente satisfecha con sus gobiernos locales y autonómicos los
mandatarios revalidarían mientras que en los casos en los que la situación era
contraria recibirían el varapalo de las urnas.
El 28M sin embargo
mostró un escenario cualitativamente diferente. Si bien una parte del
electorado ordenó su voto en base a este mencionado criterio racional, buena
parte de los votantes decidió castigar al Gobierno central ejerciendo su voto
contra las formaciones que lo sostienen, al margen de su performance local y/o
de los atributos de sus candidatos municipales o autonómicos.
Efectivamente, si
nos fijamos por ejemplo en el paradigmático caso valenciano, la macroencuesta
del CIS de noviembre-diciembre –aún alejada de las elecciones– reflejaba que un
62,4% de los encuestados valoraba como buena o muy buena la situación de su
comunidad autónoma. Preguntados específicamente por la gestión del presidente
Puig, el 51,8% de los valencianos valoraba como buena o muy buena su gestión,
mientras solo el 34,6% la estimaba como mala o muy mala.
En el extremo
opuesto, en la Comunidad de Madrid, los encuestados suspendían la gestión de su
presidenta con un 44,8% de valoración positiva para Ayuso por un 49,7% de
valoración negativa.
Sin embargo, tras
una fortísima campaña electoral sedimentada por una durísima polémica en torno
a la ley del ‘solo sí es sí’ y nacionalizada en torno a temas como ETA, los
okupas y un posible fraude electoral del PSOE, tan solo seis meses más tarde,
las urnas arrojaban unos resultados que nada tenían que ver con aquella
evaluación de la gestión. En Valencia, el PP se elevaba al 34,7% de los
sufragios y el PSOE quedaba muy atrás, en el 27,8%. En Madrid, el vuelco era
todavía más espectacular, el PP obtenía el 47,3% por un pírrico 18% del PSOE.
En términos
estadísticos podríamos decir que, tanto la valoración de la gestión de sus
presidentes como la evaluación de la situación de la comunidad autónoma
resultaron nefastos predictores de los resultados electorales, o lo que es lo
mismo, que no hay una correlación suficiente –como para inclinar el resultado
electoral– entre la gestión y el voto de los y las electoras.
Datos bajo la superficie
¿Había algún dato
en aquel CIS autonómico de noviembre-diciembre que nos permitiera rastrear
algún indicio que anticipara lo que sucedería?
Una pista para dar
luz a esta aparente paradoja de irracionalidad del voto nos la trae el hallazgo
de severos sesgos sociopolíticos entre los encuestados cuando eran preguntados
por el CIS en noviembre sobre “qué sería más importante a la hora de definir el
voto en las elecciones autonómicas, los temas propios de su comunidad autónoma
o los temas generales de España”.
Efectivamente, a
escala estatal un 60% de los votantes hipotéticos del PSOE (tanto en unas
elecciones generales como autonómicas) decían estar preocupados por las
cuestiones autonómicas y solo un 35% por las cuestiones nacionales. Sin
embargo, en el caso del PP existía una división mucho más equitativa entre
ambas motivaciones, un 47% se preocupaba de las cuestiones autonómicas por un
46% de las nacionales, una proporción muy diferente a la del votante
socialista. Esta proporción decaía abruptamente para el 20% de indecisos que decían
no saber o no contestar sobre qué votarían en unas elecciones autonómicas. Solo
el 36% de los indecisos orientaría su voto por las cuestiones autonómicas
frente a un 45% que lo haría por las nacionales.
Solo el 36% de los
indecisos orientaría su voto por las cuestiones autonómicas frente a un 45% que
lo haría por las nacionales
En el caso
valenciano, por poner el ejemplo de la comunidad en la que los resultados del
28M se parecen más a la proyección actual de las encuestas para el 23J, este
escenario se extremaba. Efectivamente, un 43,5% de los valencianos (frente a un
39,5% de los y las españolas) optaba por inclinar su voto en función de los
temas generales de España. Este porcentaje era cualitativamente superior al de
otras comunidades en las que el PSOE resistió mejor aun perdiendo el gobierno,
como Baleares (37%), o en las que mantendrá el gobierno, como Asturias (34%).
Otro dato de sumo
interés es la correspondencia de la inclinación por los temas nacionales o
autonómicos y el nivel de ingresos. Entre las rentas más altas del país la
proporción es de 60%-30% entre interés autonómico e interés nacional. Sin
embargo entre las rentas medias (1.100 a 1.800€/mes por hogar) los intereses se
equilibran y entre las rentas más bajas (ingresos de menos de 1.100€/mes por
hogar) la proporción se invierte a 40%-50%.
Idéntico fenómeno
observamos en la escala ideológica. Entre el 37% de izquierdas que se ubica
entre el 1 y el 4 de la escala ideológica en España, para 2 de cada 3 electores
el decantador del voto es la situación autonómica. La situación se modifica
cualitativamente para quienes se ubican en el 5 y 6 ideológico (35% de la
población). Ya no se reparten 6 a 3 como en la izquierda sino 5 a 4 entre
quienes orientan su voto por las cuestiones autonómicas y las nacionales. En el
grupo de la derecha (7 y 8 en la escala, un 15% de la población) la proporción
se equilibra en un 5 a 5 y finalmente en la extrema derecha sólo 1 de cada 3
electores (3 a 6) se orienta por cuestiones autonómicas.
Si observamos de nuevo
el caso tipo valenciano observamos algunas especificidades. Efectivamente,
entre el 27% de los y las valencianas situadas en el 5 ideológico la proporción
ya no es 5 a 4 entre cuestiones autonómicas y nacionales sino que se equilibra.
En el grupo de la derecha –sin liderazgos regionales claros– la proporción ya
no es equilibrada sino que se invierte bruscamente para todo el grupo y llega
al punto de que sólo 1 de cada 4 electores que se sitúan en el 10 de la escala
se orientan por cuestiones autonómicas.
Otro sesgo
definitivo emerge en lo que se refiere al nivel educativo. Los grupos con menor
nivel formativo (solo primaria) son los únicos que se decantan más por los
temas nacionales que por los autonómicos. La situación se equilibra para el 15%
con educación secundaria y cambia drásticamente en favor de los temas
autonómicos hasta llegar a un 2 a 1 entre los estratos de la población con
mayor nivel formativo.Otro sesgo definitivo emerge en lo que se refiere al
nivel educativo.
Los grupos con
menor nivel formativo (solo primaria) son los únicos que se decantan más por
los temas nacionales que por los autonómicos
En lo que se
refiere a la edad existe un sesgo notorio entre un interés equilibrado por las
cuestiones nacionales y autonómicas de los jóvenes y un progresivo incremento
del interés por las cuestiones autonómicas a medida que se crece en franja
etaria.i atendemos a otra variable colateral indagada por el CIS (en este caso
en sus barómetros) sobre el momento en el que los y las votantes deciden su
voto, nos topamos con los siguientes hallazgos: 1) entre aquellos entrevistados
en hogares de menos de 1.100€/mes/hogar, “solo” el 56% decide su voto mucho
antes de las elecciones, lo que contrasta con el 63% de la población general y
la premeditación del 73% de los que ganan más de 5.000€/mes/hogar. El grupo de
rentas entre 1.100€ y 1.800€ tiene un comportamiento intermedio entre la media
nacional y este grupo de rentas bajas; 2) Parece existir un fuerte parteaguas
entre los jóvenes (hasta 35 años) y los mayores de 35 en torno a la
premeditación de la decisión del voto. Las franjas de edad superior se inclinan
en mayor medida que los jóvenes por llegar a la campaña electoral con el voto
decidido.
Algunas conclusiones
Los datos nos
revelan con terquedad que tanto los indecisos como los sectores de centro y
centro derecha, los jóvenes y los estratos con menos ingresos y nivel educativo
son más susceptibles de 1) tomar la decisión en el fragor de las últimas
semanas de disputa mediática y 2) quedar atrapados en los temas nacionales que
en las cuestiones autonómicas, lo que extrapolado a una campaña electoral
nacional como la del 23J puede traducirse en que son las grandes guerras
culturales –las que ocupan los titulares de los medios de comunicación de masas
de ámbito estatal– y no las cuestiones de gestión las que influirán en mayor
medida en la orientación de su voto.
Por otro lado,
parece sencillo concluir a la vista de estos datos que, por razones diferentes,
Madrid y Valencia tenían electorados muy predispuestos a inclinar su voto por
cuestiones nacionales y que además las cuestiones que protagonizarían la
campaña en los últimos días serían las decisivas. En el caso madrileño, el eje
de campaña giraba naturalmente en torno a su dirigente autonómica, una líder de
fortísima proyección nacional. En el caso de Valencia, con una derecha sin
liderazgos locales que centraran el debate en los temas valencianos o en sus
propias figuras, el debate, ya en diciembre, apuntaba que, para la derecha,
caería del lado de las cuestiones nacionales. Además, en la batalla por el
“centro”, el terreno en Valencia partía inclinado en favor de “lo nacional”,
cosa que no sucedía en la misma medida en otras zonas de España.
Finalmente recordar
que el análisis realizado se basa en datos de noviembre, en un clima
estrictamente preelectoral, un momento en el que aún no se hablaba en las cenas
familiares y reuniones de amigos sobre etarras en las listas de Bildu, fraudes
electorales en Mojácar o ahora, finalmente y por fin, sobre la amenaza de la
entrada de la xenofobia, la lgtbfobia y la misoginia en nuestras instituciones.
¿Cuánto acelera
esta dinámica comunicativa la tendencia a erradicar la gestión de la balanza de
temas decisorios a la hora de elegir el voto? La respuesta la tendremos el 23J
y en buena medida el resultado recaerá sobre ese público/electorado volátil que
entre el 16 y el 23 de julio se pegue al televisor para seguir nuestro
particular evento de democracia OT.
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Sergio Pascual es
miembro del Consejo Ejecutivo de CELAG y exdiputado en el Congreso.
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