MUERTE DE UN CACIQUE
ANÍBAL
MALVAR
El presidente de la Diputación de Ourense, Manuel Baltar, durante el
pleno extraordinario de la Diputación Provincial, en el Salón de Plenos do Pazo
Provincial, a 2 de junio de 2023, en Ourense, Galicia (España). EUROPA PRESS
Nunca pensaron, estos mis ojitos que se comerá la tierra, que parpadearían aun en el día en que la Diputación Provincial de Ourense dejara de llevar el apellido y la heráldica de boina y fajo billetero de los Baltar. Me parecía más plausible que se le cambiara el nombre al mismo Ourense, o incluso a Galicia, antes de cambiarle a la diputación auriense la enseña de los Baltar.
Desde 1987, padre e
hijo han dominado la institución con el gracejo y la audacia de los viejos
caciques gallegos. Sé que esto va a sonar un poco prepotente e independentista,
pero los españoles de alén del Padornelo nunca han sabido caciquear como los
nuestros. A lo largo de mi ya demasiado extensa trayectoria, he conocido
caciques en infinidad de latitudes: catalanes, leoneses, aragoneses, andaluces,
italianos, franceses, africanos en general, mexicanos, argentinos, rusos..., y
seguro que se me olvidan varios. Pero, como sucede con el marisco, no hay
cacique más exquisito que el gallego.
Xosé Luis Baltar
padre es un tío cojonudo. Lo conozco desde hace 25 años y espero que se acuerde
de mí, pues pasamos muy buenos ratos. Pocos personajes me fascinaron tanto
jamás. Con corruptos como Baltar, el periodista no necesitaba fuentes. Siempre
accesible, le preguntabas sobre su última corrupción y no te la negaba. Le daba
igual. Se divertía dándote material con cierta altanería aldeana, porque sabía
que, por mucho que publicaras, nunca le pasaría nada.
Y lo publicabas. Y
no pasaba nada.
A los que, por
desgracia, no sois gallegos, os costará entender que dentro del Partido
Popular, Baltar padre tuvo más poder que Manuel Fraga, que José María Aznar,
que Mariano Rajoy y que Alberto Núñez Feijóo.
Todos se doblegaron
ante él de una manera u otra. No me voy a extender en este asunto, pero como
soy de natural impertinente, recordaré que en 2010 Feijóo y Rajoy opusieron un
candidato anti baltarista en el congreso provincial del PP. Feijóo era
presidente de la Xunta y Mariano estaba a punto de llegar a la Presidencia del
Gobierno. Parecía suficiente dinamita para derribar los muros del baltarismo.
Pero perdieron aquel congreso por goleada, y Baltar padre puso a Baltar hijo al
frente de la diputación, con dos trombones, dejando bastante en ridículo a
Feijóo y a Rajoy.
Porque Baltar padre
toca el trombón. Tenía incluso una charanga. Actuaba siempre en las fiestas.
Era tan cercano que la gente le metía votos por la campana del trombón.
Los caciques de
ahora solo miran por lo suyo y solo le hacen la pelota al Íbex-35. Aquellos
caciques, que ahora lloramos, no se hacían tan ricos como los de ahora, y
miraban más por el pueblo. De ahí su éxito. No se consideraban corruptos, y
sabían transmitir ese pensamiento a sus votantes. No robaban a los pobres para
dárselo a los ricos, como los caciques de hogaño. Robaban a los pobres que no
les votaban para dárselo a los pobres que sí les votaban, quedándose de vez en
cuando un porcentaje. Era una estrategia electoral perfecta. Y, en vista de lo
que sucede hoy, bastante honrada.
El caso socialista
de los ERE´s andaluces fue el único que, en mi modesta opinión, puede competir
en finezza y eficacia con el concepto de viejo caciquismo puerta a puerta que
practicamos los gallegos. Nadie, en teoría, se lucró directamente. Salvaron
empresas a cambio de votos. Y así hundieron a otras empresas que no aceptaron
el chanchullo. Pero ya es caciquismo 2.0, y yo siempre he sido mucho más de los
clásicos.
Se acaban los
Baltar y hago elegía. Se retira Baltar hijo por una multa de tráfico. Con las
cosas que ha hecho esta gente, es denigrante que tenga que dejar la política
por una minucia así. El mayor ridículo de Al Capone fue ser detenido por
incruentos delitos fiscales.
El cambio
generacional hizo mucho daño al caciquismo gallego, pues Baltar hijo estuvo
incluso implicado en un turbio asunto de petición de favores sexuales a cambio
de un puesto en la diputación. Resultó absuelto por razones ignotas, pues la
acosada aportó varios audios muy explícitos. Cosas de nuestros jueces.
Ay, el viejo
caciquismo. Cómo lo echamos de menos. Era igual de mortal, pero más
humanitario.
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