TURISMO DEVASTADOR
Eduardo Sanguinetti,
filósofo, poeta y performer.
(Foto: Vera Sanguinetti)
Hoy, no podemos dar certeza de nada, salvo de la incertidumbre que nos plantea este sistema de algoritmos, que por definición, se basan en cálculos que tratan al sujeto como un simple espectador, tal el caso del turista depredador, tema de este editorial, un consumidor y nada más, para el negocio del turismo, cortoplacista...
No podemos confiar en que el negocio de corporaciones que desde plataformas streaming, tal como es, cuide del medio ambiente planetario y el proceso extractivista de litio, destructor del medio ambiente, expropiando tierras de pueblos nativos sufrientes, remitidos al ostracismo y la esclavitud.
El énfasis siempre
recae sobre la palabra “negocio”, y el valor siempre lo determina la cantidad
de dinero que se puede ganar a partir de cualquier idea devenida en tendencia,
en este tiempo miserable, donde las ganancias son la única premisa que guía los
pasos de los gobiernos, empresas, constructores de cultura
"chatarra", lista para ser explotada y deglutida por ignorantes
consumidores.
El turismo ha
acabado por convertirse en un factor transversal en nuestra forma de entender
las ciudades, los alquileres, los precios del ocio, los negocios e incluso
define desde hace tiempo la propia imagen de los territorios y quienes lo
habitan.
Los turistas viajan
en aviones que por decenas de miles, surcan el espacio aéreo, diseminando
monóxido de carbono en la atmósfera poluída, eliminando toda posibilidad de
cuidado del medio ambiente, con cientos de miles de sujetos sin contenido,
tomándose sus selfies, en un paisaje dantesco y surrealista de narcisos
digitales.
Dando vuelta al
mundo, turistas con sonrisas dibujadas y ánimos exaltados que en instante del momento
preciso, hacen valer sus derechos, cuál patrones de la galaxia, pues han pagado
el viaje en oferta ocasional, con estadías en hoteles, espantosamente
similares, con piscinas, saunas, de zonas donde instalaron pavimento, árboles y
flores diseñadas para el paisaje artificial que consume y absorbe el agua de la
localidad, ya de por sí con pocos recursos para abastecerse, en fin, ávidos y
ruines los turistas… Al final no habrá bienestar más que en la contemplación y
exacerbación del malestar ajeno.
Los derechos
humanos, tan proclamados y poco aplicados en este milenio distópico, se violan
de manera atroz, siendo avasallados, ante el avance arrollador del ávido
turista sexual, sin impedimentos que le inhiban satisfacer su miserable
condición de pedófilo, violador o abusador serial, buscando placer a cualquier
costo y quién le da servicios pretende obtener dinero para saciar su hambre y
sobrevida, ¿o tiene posibilidad de hacerlo de otro modo, en este sistema
esclavizador?
Los nativos son los
más vulnerables a este turismo orientado al mercado, perdiendo sus rutinas de
siglos, su cultura ancestral, sus tierras, sus recursos naturales y hasta su
propia capacidad de autosuficiencia y autodeterminación, de vivir como lo han
hecho desde siempre, con sonrisas en sus rostros, hoy apagados… Debido a que
las identidades se viven en una clave neoliberal (es decir, autoritaria, de
suma cero, pura e inquisitorial), el ser sufriente individual que vive en la
sociabilidad de lo plenamente humano tiene muchas menos posibilidades de
compartir el sufrimiento.
Se debe afirmar,
sin dudas, que el turismo es una de las principales causas de la erosión
biocultural, muy asimilado de modo transversal, a las extracciones de litio,
degradando miles de hectáreas, expropiadas a pueblos nativos sufrientes, para
cargar baterías para celulares, computadoras y demás objetos prescindibles en
lo que hace a la historia de la humanidad.
Se requiere cierto
heroísmo, para mostrar a la humanidad lo que es la verdad sobre el turismo
depredador, sin complejos ni temores, que experimentan quienes tienen reservada
la tarea irreprimible de escribir la historia, sobre quienes corren tras el
espejismo de un oasis sin palmeras, la verdad, absolutamente prohibida de
expresarla o mostrarla, en acto y vida… Y el frío aumenta y la dialéctica de la
soledad impone criterio absolutamente cómplice.
La industria del
turismo genera, además de ingentes ingresos para corporacionistas de todo tipo,
con la ayuda inestimable de mafias políticas y gobiernos delictivos, que no
dejan de lanzar campañas simuladas del cuidado del medio ambiente y la
ecología, sin ignorar que el turismo sigue produciendo, una gigantesca cantidad
de polución y basura que erosiona la salud y mata, como queda demostrado de
manera fehaciente, pues no afectará no sólo a comunidades locales sino a
generaciones futuras del mundo entero, al alterar los ciclos hidrológicos y los
procesos de los ecosistemas…
Luego no se
pregunten ¿Cómo se produce y contiene el sufrimiento en nuestras sociedades?
¿Cómo se distribuye la propensión al sufrimiento y la inmunidad al mismo?
El turismo masivo,
no es solución a los problemas de la humanidad, como les agrada declamar a los
gobiernos. Frente a la industria, no es tan resiliente a las crisis, no genera
riqueza ni demasiado trabajo.
Eso sí, a nivel
político y empresarial, los gobernantes especuladores, llevan su dinero y sus
votos sin meterse en problemas de reconversiones, temas industriales obsoletos,
modernizaciones, mano de obra cualificada, sindicatos, huelgas y derechos
laborales….
El turismo masivo
vende soberanía y le permite fomentar la cultura del ¡boom! de comisionistas a
las oportunistas inmobiliarias y los propietarios de viviendas, socios
silenciosos de la ausencia de mercado viable de alquileres para los sin techo,
además de multiplicar el rédito político cortoplacista que da proveer trabajos
deprimentes a seres que los necesitan frente al industrial. Para qué dar un
ingreso mínimo vital si lo pueden explotar por el mismo dinero y les
agradecerán del mismo modo, progreso tendencia tercer milenio.
No puedo dejar de
hacer mención de los turistas new age, los que buscan el ecoturismo: una marca
registrada hoy, en el mercado del capital que produce mucho más daño que las
otras aventuras de los Indiana Jones del milenio, debido a las áreas que
degradan, mucho más sensibles desde el punto de vista cultural y ecológico.
La mayoría de los
destinos del ecoturismo estarán arruinados en no más de 11 años. Pero estos
entusiastas turistas, no tienen idea de qué es un ecosistema o una comunidad
viable, sólo entran en el santuario sagrado de la ignorancia y desaprensión
hacia la naturaleza y sus dones…
En resumen, es un
sin sentido abismal y alienante que disminuye la humanidad del humano
sufriente.
El futuro de la
humanidad es incompatible con la modalidad neoliberal de producción, consumo y
eliminación de la naturaleza, que hacen a la vida de un Medio Ambiente libre de
contaminación que el turismo desaprensivo regala a los espacios que visita, que
devienen en destrucción de los ecosistemas en los cuales habitamos, los
"apocalipsis" anunciados desde hace décadas por quienes tenemos
conciencia ecológica aplicada a denunciar y eliminar los discursos simuladores
y oportunistas, de quienes pretenden destruirlo todo… Quienes hemos conocido
las más diversas regiones del planeta en estado original, asimilándose a sus
prácticas de vida.
Hace tres décadas
he manifestado en un Foro de Ecología en Estocolmo, acerca de la especulación
de Ceos de multinacionales que hacen alarde de poseer una conciencia ecológica,
deviniendo una maniobra estratégica con miras a un doble objetivo.
El primero es
desarticular la oposición ecológica legítima y real, apropiándose de los
argumentos y asimilándose a la plusvalía del capitalismo depredador, abrevando
de los manifiestos de ecólogos fundacionales, como Edgar Morin, Goldsmith,
Mansholt, Marcuse y otros, entre los que me cuento en Latinoamérica, allá por
los años '70, trascendentes, iniciáticos en llevar a cabo una épica de
preservar el medio ambiente, en contra de todas las previsiones del
neoliberalismo fundante de muertes a destiempo.
El genocidio contra
todos los pueblos y contra todos los seres es un «terricidio», pues elimina los
recursos de la vida misma, en los proyectos extractivistas de litio, tendencia
planetaria, que degrada de modo atroz el ecosistema… Meditar en este tiempo
donde muta todo, que al sistema genocida neoliberal y todas sus vertientes,
incluido el turismo, pues hablar hoy, de izquierdas o derechas es de
perogrullo, no les basta ya terminar con las personas vivas, hay que impedir la
existencia en este planeta de los que aún no han nacido.
Y el turismo
consume los sitios en los cuales se instala, depredador, omnívoro y criminal,
protegido de todo contacto con las realidades que pueden resultarles
desagradables, como son el hambre, la indigencia, la suciedad, la miseria y la
violencia, tan ajenos a la vida de estos turistas, que viajan en burbujas,
empaquetados en la tienda de ilusiones, con sensaciones ficcionalizadas,
articuladas en la logística inmunda que cubre con espejitos de colores las
relaciones reales en este mundo, donde la vida en relación, ha sido eliminada.
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