¿TAIWÁN DESPUÉS DE UCRANIA?
X CARLOS FAZIO
En su declive histórico, EEUU está siendo impulsado a recurrir a medios militares para apuntalar su hegemonía y los intereses de su plutocracia
Así, mientras la guerra asimétrica por delegación en Ucrania parece ir decantándose de manera favorable para su enemigo secundario, Rusia, durante su primera visita a Asia Biden pareció decidido a replicar el modelo en el espacio Indo-Pacífico, utilizando ahora al pueblo de Taiwán como carne de cañón para una guerra proxy contra su principal adversario, China. Lo que coloca al mundo ante un eventual choque de potencias poseedoras de armas nucleares.
En el primer
escenario, más allá de la mítica narrativa triunfalista del eje EEUU/OTAN, la
guerra híbrida impulsada por el Pentágono y la CIA contra Rusia en territorio
ucranio no parece haberse desarrollado según lo diseñado por sus estrategas en
Washington y Bruselas.
En el campo de
batalla económico-financiero, mientras la economía real rusa resiste, las
sanciones occidentales contra el Kremlin profundizaron la crisis que existía en
2019 antes de la pandemia de la secta covidiana. Resultado: inflación galopante
en EEUU y Europa; aumento del precio de las materias primas y los recursos
energéticos (petróleo, carbón y gas); ruptura de las cadenas de suministro y
escasez de productos agrícolas (en particular trigo, con posibles hambrunas),
fertilizantes y semiconductores, entre otros insumos, así como una apreciación
del rublo, moneda en la que el gobierno de Vladimir Putin fijó el pago del gas
a sus clientes hostiles de la Comunidad Europea.
La servil Europa
parece entrar en recesión, y su profundización provocaría una caída en la
producción con el cierre de empresas, despidos y destrucción de capital. Y dado
que 88 por ciento del planeta no se alineó con las sanciones
económico-financieras contra Rusia, podrían surgir sistemas alternos a la red
de pagos bancarios internacionales Swift y acelerarse el proceso de pérdida de
centralidad del dólar como medio de pago internacional y depósito de valor.
En el terreno
político-militar-mediático, a la rendición masiva de los neonazis del
regimiento Azov que se habían atrincherado en los búnkeres antinucleares de la
siderúrgica Azovstal, en Mariupol –reportada en la guerra (des)informativa por
la prensa de EEUU y Europa como una evacuación de manera ordenada−, se suma el
desgaste y la desmoralización del ejército ucranio en los distintos frentes,
acentuados el fin de semana pasado por la derrota de una unidad de élite
ucrania en la localidad de Severodonetsk, que quedó bajo el control de las
milicias populares de la República de Lugansk, igual que la estratégica ciudad
de Limán. Por lo que el colapso del ejército ucranio −armado y entrenado según
los estándares de la OTAN los últimos ocho años−, parece cercano en la región
del Donbás; lo que reduciría el objetivo de la administración Biden de hacer la
guerra hasta el último ucranio para lograr la derrota de Rusia.
El 24 de mayo, al
intervenir en el Foro Económico Mundial de Davos −el poliburó del capitalismo y
la plutocracia internacional−, el ex secretario de Estado de EEUU, Henry
Kissinger (responsable de crímenes de guerra en Vietnam, Laos, Camboya y
Chile), advirtió que una eventual guerra directa de EEUU/OTAN contra Rusia
podría alterar el equilibrio de poderes en Europa y recomendó regresar a las
negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia en los próximos dos meses. Dijo que
viendo la situación desde la realpolitik, lo ideal sería que Ucrania abandone
la lucha y ceda los territorios que Rusia reclama, convirtiéndose en un país
neutral.
En los últimos días
el secretario de Defensa de EEUU, Lloyd Raytheon Austin, solicitó a su
contraparte rusa, Sergéi Shoigu, un alto el fuego inmediato, en tanto el
presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz,
reiteraron al presidente Putin sus llamados a reiniciar las negociaciones
diplomáticas con Ucrania. A su vez, el premier británico Boris Johnson admitió
que Rusia continúa haciendo progresos graduales, lentos pero palpables en el
Donbás.
El cambio en la
narrativa ficticia de EEUU/OTAN es evidente tras la rendición de los
combatientes de la libertad en el enorme complejo Azovstal, en Mariupol,
estratégico puerto siderúrgico sobre el mar de Azov (un lago ruso de facto),
cerca del mar Negro, incorporado ahora a la República Popular de Donetsk.
Azovstal forma parte del grupo Metinvest, controlado por el oligarca ucranio
Rinat Akhmetov, y es una de las mayores plantas metalúrgicas de Europa; produce
coque, acero, productos laminados, rieles y vagones de ferrocarril, equipos de
minería, etcétera.
Como ha señalado el
analista Pepe Escobar, la apuesta de Rusia sería consolidar un complejo
económico-logístico de Járkov a Odesa, íntimamente conectado a la industria
rusa. Rusia es el quinto productor mundial de acero y posee enormes depósitos
de hierro y carbón. Con el control del mar de Azov, y subsecuentemente el mar
Negro, Rusia tendrá el control total de las rutas de exportación para la región
productora de granos de calidad. Lo cual significaría un gran complejo
agroindustrial integrado, cercano al Mediterráneo Oriental, con proyección
hacia Asia Occidental (Irán), y cruzando Suez, enlazando al océano Índico, con
potenciales clientes en el sur y sureste de Asia (India, Pakistán). A su vez,
la construcción de ferrocarriles de carga en Rusia y Mariupol, resultaría en un
modo de conectividad privilegiado con la ambiciosa Iniciativa de la Franja y la
Ruta china y con el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur, cuyos
principales actores son Rusia, Irán e India. Ninguno de esos países ha
demonizado ni sancionado a Rusia.
En definitiva, la
guerra intercapitalista por los recursos geoestratégicos y el rediseño geopolítico
del orbe que están detrás del conflicto en Ucrania de los halcones de
Washington para desangrar a Rusia, ha orillado ahora al Estado profundo (Deep
State) que dirige los pasos de Biden, al amagar con otra guerra por delegación
(proxy) en Taiwán, lo que rompería con el principio de Una sola China. Taiwán
produce casi 90 por ciento de los semiconductores (chips, microprocesadores)
para el consumo mundial, de los que depende también la infraestructura militar
y tecnológica del Pentágono. Abrir un segundo frente militar, centrado en China
y Rusia, parece una apuesta arriesgada para EEUU. Pero es el imperio. Otra
opción es el Sahel, en Áfr
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