LA DANZA DE LA OSCURIDAD ( NARRATIVA) 1
DUNIA SANCHEZ
Despierto ante la luz aun apagada del amanecer. Los sueños me aquietan en la cama hasta que logro encontrarlos. La noche ha sido fresco. Sin pijama me dirijo a la cocina, un café se remueve en mi garganta, en mi estómago, en mis sensaciones, en mi sed, en mi quietud, en mis sentidos. Despiertos cada pisada de esta casa en el más absoluto silencio, mi gata maúlla, se encuentra jugando con su rabo. Un garabato se esboza en mi rostro, en mi rostro somnoliento, en mi rostro de estrellas que aun visibles en el firmamento, en mi rostro de ojos absorbidos por la nada de cada habitación, por la callada manera de sus paredes. Vuelvo a mi cuarto, como de costumbre me pongo mis playeras para salir a correr, a caminar , a liberarme de la pesadumbre que se acuesta en mis espaldas. Mis pisadas son pesadas, mi sueño es imperdonable. Me pongo los cascos, el pañuelo y observo el tic-tac de un reloj de pared, de un reloj con telarañas, de un reloj que dice del tiempo, de las horas, de los minutos, de lo efímero que es cada instante presente prestado al pensamiento. Me estiro de manera que otro café fluye por mis venas con el ánimo de mis pisadas. Cierro cuidadosamente la puerta, quiero estar bien con los vecinos. La música grita en el ritmo de un cuerpo que se mueve con la lentitud del despertar sus músculos, sus articulaciones. Zancada a zancada me voy alimentando de una carretera de varios kilómetros, la oscuridad aun presente solo, el faro de algún coche transitando, solo el ruido de mi respiración y la música a medida que avanzo. Cada vez con más celeridad, lentamente, cada vez con más firmeza. No hay nadie corriendo a esas horas, una rata veloz sale de alguna alcantarilla, con sus saltitos pequeños,
ágiles desaparece. El sudor comienza a apretar mis sentidos, me
agrando, soy gigante que pisa fuerte y vertical al son de la tonada que
escucho. Y zas, una pisada…y zas, otra pisada…y zas, otra pisada. Y así
sucesivamente a medida que los kilómetros se apoderan de mí, de mi cuerpo
dejado al son de la oscuridad del cielo, de las farolas, de algún pájaro
madrugador, de algún coche inesperado. Y soy poder. Y soy contenido grito a
medida que mi fuerte aumente, soy fuerte, mi mente es fuerte, es ella…es ella
la que reproduce cada carrera en la soledad de un amanecer venidero, es ella la
que se apodera de mis piernas y las hace avanzar. A la vez mi razón se yerta
sobre mis pensamientos y pienso, un quehacer, un recuerdo, una idea, unas ganas
y al final llego al edificio de donde he salido. La oscuridad se escapa y una
claridad comienza a verdear , a florear los jardines que lo rodea…CONTINUARÁ
2
El amanecer se
extiende, se demuestra con la intensidad de una primavera aun algo apagada. Los
rumbos de la tierra se erigen en los vastos pasillos de la desconfianza, una
verdadera desorientación que nos ciega nos hace sordos a los corazones
entregados a la vida. Y todo son flores, margaritas, lavandas, jazmines, una
reverberación exagerada del esplendor de la isla, siempre primavera. Entro en
mi caso y cierro la puerta con la cautela de un ruido inexistente. Las paredes,
blancas, se escurren en sombras de la bienvenida del nuevo día. El sudor me
envuelve en ciertas ganas de beber agua. Y bebo agua mientras la cafetera da
brincos de ánimo en esta nueva jornada. Y el amanecer se extiende entre mis ojos
con el remoto canto de los pájaros, con el remoto aleteo de las mariposas. Y la
música hace su aparecer en la escena de este día más bien gris, unas nubes
pesadas se acuestan y ensombrece un sol que no logro distinguir. Bebo agua,
hasta la saciedad, hasta que mi conciencia despierte en el sabor del océano en
el horizonte, un océano plomizo, estrangulado por esos nubarrones densos,
grotescos. La verdad es que empobrece la belleza de la luz, de la luz del sol
cuando quiere entrar y no le dejan. Un eclipse que en las horas venideras se
irá y dejará el esplendor de cuerpos bajo su tibieza. Tomo una taza de café con
la hermoso de su sabor, con la emotiva concentración de los sentidos. Y dejo el
agua correr y correr mientras me ducho. Agua que bebe de mi sudor, de mi
existencia en este mundo liado a las batallas perdidas. Y pienso en ese verdear
de los árboles, del despertar de esas flores. Mariposas y pájaros posándose en
lo cotidiano de las horas, de los días. Y eso es bello. Y eso es perfecto. Agua
que bebe de mi sudor y la dejo correr, por el sumidero una parte de mi se va
mar. Un sudor donde la ramificación de los sentidos se estrecha con esa masa de
agua salada en el sonido de sus caracolas y el oleaje. No me da ganas de salir
de la ducha, agua que bebe de mi sudor, agua que me desquita de todo el mal que
navega en mí. Sin más me enfrío, un frío que se interioriza en mis venas.
Cierro el grifo. Fijo mi mirada hasta que la ultima gota de agua baja por el
sumidero, como la última gota de sudor se marcha donde las olas rompen y beben
de mi…CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario