SUENA...
DUNIA SÁNCHEZ
Sí,
porque te da la gana. Invierno. Te desnudas ante un mar revuelto, violento y le
echas cara. Lo miras fijamente y tus piernas te llevan hacía él, hasta sus
entrañas. Apareces poco tiempo después:
intacta, renovada, mojada, con alguna
que otra herida. Y te da lo mismo. Siento temor…temor a tu valentía, a tu
impulso brutal contra corriente. Sonrío o eso parezco. No, no tiene gracia. No
hay nadie. Solo tú y yo y las olas. Estas olas que parecen cantar desesperadas,
ansiosas a los ahogados. Te vas. Regresas
bajo tu techo donde las raíces del aliento te calman. Has entregado tu cuerpo a
las algas y caracolas. Así eres. Estás feliz. Te sientas en un sillón
desfondado y pones un disco. La música te hace cerrar los ojos. Viajas lejos,
muy lejos…tanto…que no te puedo alcanzar. Tu cuerpo húmedo y frío tiembla al
son de una melodía repetitiva, memorizada en tus carnes hasta que te
duermes.
El
miedo espanta tu confianza. Acaso, no te fías de mí. No me va a pasar de nada,
solo si la fatiga me golpea. Hoy me encuentro entera, masa carnosa que se
desvive en este oleaje intenso, brutal. Tomo la calma y me dejo ir. No me voy
aún bajo tierra. Regreso. Invierno. Me sigues con la mirada inquieta, pero no
dices nada. Me desplomo en el sillón y siento la armonía de mis emociones. Mis
ojos se eclipsan en el gélido ambiente y la música ¡Ay la música¡ coges una
manta y me cubres, crees que duermo. No, no. Estoy vigilándote, cada paso que
das por el pasillo en un ir y venir de preocupación, de mortificación por mi me
hace gracia. Sí, eres graciosa, no comprendes aun mi naturaleza. Necesitaba ese
baño. Limpiarme de todo mal en el jardín de las ballenas. No voy a conversar.
No tengo ganas, quizás, cuando despierte. La luz nos dará calidez, la luz de
los días que continuamos en equilibrio. Ahora descansaré.
Paso
hojas de un viejo libro, su lectura es repetitiva pero absorbente. No me cansa.
Ella duerme. Pongo mi oreja en su pecho y siento la pausa de la tranquilidad.
Me aquieto, me introduzco en cada párrafo, para mi perfecto para suspirar. Es
como el amor. Ese inquietante brío seduciendo cada jornada, cada instante. En
el narra las vivencias de una partera en la edad media, una partera arrincona
en un boscaje secreto y misterioso. Donde no sea descubierta. Una partera que
con sus hierbas y aguas y a medida de la luna llena iba al encuentro de la
criatura que tenía nacer. Todos en la noche de luna, cuando los lobos aullaban
a su poderío y le hacían compañía por el peligroso y desconocido boscaje.
Después desaparecía, como si viniera de la nada. Duerme. Invierno. El día
oscurece y la música sigue palpitando, exhalando la serenidad. Me aproximo a su
pecho y sus latidos andan aún en la calma. El sueño viene, viene con su baile
de astros.
Se
duerme con su libro favorito sobre su vientre ¿Qué soñará? Hace frío. Me
levanto y me pongo un pijama, me acurruco al lado de ella. Mis manos frías se
posan sobre las de ella, desprenden tibieza, una energía induciéndome a ser
estática mientras la música suena.
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