POR LA MAQUINARIA
DEL TIEMPO
RAFAEL ZAMORA MÉNDEZ
¡Sí, qué felices y dichosos nos sentimos todos los débiles
mortales cuando, de pronto, sin apenas esperarlo, recibimos la inesperada
sorpresa de tropezarnos con algunos de esos seres queridos que durante
muchísimo tiempo, habíamos dejado de ver!
Entonces, solemos comentar aquello de que... el mundo es un
imaginario pañuelo, una caprichosa perturbada ruleta y, en cualquiera de sus
cuatro puntas o trepidantes vueltas, empezamos a lograr disfrutar con la
sugestiva llegada de aquel fiel buen
amigo o alejado familiar que, en su día,
fueron capaces de compartir con nosotros
los más íntimos y hogareños instantes, el duro banco de la escuela y, tal vez,
hasta el escaso pan de la merienda.
Lo expuesto, se revela sencillamente debido a una extraordinaria
vivencia personal, últimamente experimentada y que viene a constituir un increíble hecho de pasmosa coincidencia,
íntegramente providencial.
Resulta que allá, por los dificultosos años 40, mi recordado
padre, en vida reconocido con el nombre de AURELIO, fuera contratado para
trabajar como vigilante, en una especie de encubierta Batería o escondida
Fortaleza Militar, estratégicamente ubicada en las apartadas costas del típico
y acogedor pueblecito aruquense de Bañaderos.
Aquella fue una afligida época, bastante amarga, fastidiosa
e insegura de gestionar llevar.
Subsistíamos, soportando las negras penurias de una marcada
posguerra fratricida, faltándonos hasta la velada sombra de los más
indispensables alimentos.
Por aquel entonces, un servidor, estaba totalmente integrado en
un acogedor Centro Recreativo, en el que pasábamos amenas veladas, haciendo uso
de unas muy bien surtida biblioteca, jugando a las damas, al parchís o
ensayando diversas piezas teatrales que solían mantenernos despiertos y, sobre
todo, gozosamente entretenidos.
Recuerdo que, nuestros más rentables aperitivos , eran unas
contadas cucharadas de puro y
simple gofio que algunos afortunados compañeros, a escondidas, lograban
sustraer en las desoladas despensas de sus insolventes hogares.
A la trivial edad de 11 años, se me ofreció un amplio papel de
protagonista para interpretar un largo drama teatral, en el cual se ponía de
manifiesto una trágica estampa de la Revolución Mexicana, cuando la Iglesia
fuera cruelmente perseguida y, el renombrado Padre PRÓ, luchara socorriendo a
los aterrados fugitivos, animándoles y fortaleciéndoles al impartirles
escondidas comuniones, para las cuales solía utilizar los sutiles servicios
secretos de una inocente criatura, la cual, al ser descubierta, debería de
morir ostentando la gloriosa aureola de un envenenado martirio.
El penetrante tema, en 5 actos, se preparó a conciencia;
ensayando día y noche, de tal forma y
manera que, hasta logré meterme de lleno en la cabeza, los enredados diálogos
de cada uno de sus numerosos participantes.
El repiqueteado estreno se llevó a cabo en el cine de la
localidad, heredada propiedad de la notoria familia CABRERA, constituyendo el
mismo, un muy aplaudido y comentado éxito.
Lo ya mencionado, carecería de total importancia si no fuese por
la singular circunstancia de haber podido vivir en carne propia, una de esas
raras ofrendas que el antojadizo Destino, de vez en cuando, suele ofrecernos.
Juzguen ustedes: Me hallaba pasando unos placenteros días de
asueto en nuestro entrañable resguardo herreño del Tamaduste cuando, saludando
a una estimada amiga, me presenta a un simpático matrimonio que, hacía poco, había
llegado justamente, de Bañaderos.
Se me ocurre preguntarle al señor:
-.- ¿QUÉ AMBIENTE SE RESPIRA ACTUALMENTE POR ALLÍ?
-¡AQUELLO, HA CAMBIADO BASTANTE! EN NUESTROS TIEMPOS, NOS
PODÍAMOS DIVERTIR DE UN MODO MUY DIFERENTE, DISTINTO; MÁS SANO Y CULTURAL
¡FIGÚRESE USTED QUE TODAVÍA ME VIENE A LA IMAGINACIÓN UN PRECIOSO DRAMA QUE EN
MI JUVENTUD PUSIERON EN EL CINE DEL PUEBLO, TITULADO, “EL NIÑO MÁRTIR DE
MÉXICO”; IMBORRABLE RECUERDO SUPERIOR QUE TODAVÍA AÚN AÑORO, CON IRREFRENABLE
IMPRESIÓN!
No pudiendo disimular la
mía, plenamente boquiabierto y absorto, le grito:
-.-¡EL NIÑO MÁRTIR DE MÉXICO , SOY YO!
-.- ¡YA, COÑOOOO, AMIGO¡ NO ES POSIBLE¡¿USTED ES ZAMORA? ¡ESTO
RESULTA SER ALGO MUCHO MÁS QUE UN INVEROSÍMIL PURO MILAGRO!
¡Nos fundimos en un estrecho abrazo!
¡En breves minutos, habíamos traspasado la intangible barrera de
toda una existencia! ¡NADA MENOS QUE LA 77 DILATADOS AÑOS!
¡Una marcha atrás en la
fantástica Máquina del Tiempo, la cual, con esta increíble colisión, ha querido
dejar plasmada en “NACIÓN CANARIA”, y en mi propio corazón;la imborrable huella
de una vetusta niñez,plena por completo de infinitos y fascinantes
reminiscencias sinfín!
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Este hecho, Amigo MORALES, ES...¡como volver a vivir!
ResponderEliminarEl verlo publicado aquí, me produce unas impactantes emociones. retornando a la infancia y transmitiendo las mismas a mis múltiples contactos electrónicos.