sábado, 20 de enero de 2018

POR LA MAQUINARIA DEL TIEMPO


POR LA MAQUINARIA
DEL TIEMPO
RAFAEL ZAMORA MÉNDEZ
¡Sí, qué felices y dichosos nos sentimos todos los débiles mortales cuando, de pronto, sin apenas esperarlo, recibimos la inesperada sorpresa de tropezarnos con algunos de esos seres queridos que durante muchísimo tiempo, habíamos dejado de ver!

Entonces, solemos comentar aquello de que... el mundo es un imaginario pañuelo, una caprichosa perturbada ruleta y, en cualquiera de sus cuatro puntas o trepidantes vueltas, empezamos a lograr disfrutar con la sugestiva llegada de aquel fiel  buen amigo o alejado  familiar que, en su día, fueron capaces de compartir con  nosotros los más íntimos y hogareños instantes, el duro banco de la escuela y, tal vez, hasta el escaso pan de la merienda.

Lo expuesto, se revela sencillamente debido a una extraordinaria vivencia personal, últimamente experimentada y que viene a constituir  un increíble hecho de pasmosa coincidencia, íntegramente providencial.

Resulta que allá, por los dificultosos años 40, mi recordado padre, en vida reconocido con el nombre de AURELIO, fuera contratado para trabajar como vigilante, en una especie de encubierta Batería o escondida Fortaleza Militar, estratégicamente ubicada en las apartadas costas del típico y acogedor pueblecito aruquense de Bañaderos.

Aquella fue una afligida época, bastante amarga, fastidiosa e  insegura de gestionar  llevar.

Subsistíamos, soportando las negras penurias de una marcada posguerra fratricida, faltándonos hasta la velada sombra de los más indispensables alimentos.

Por aquel entonces, un servidor, estaba totalmente integrado en un acogedor Centro Recreativo, en el que pasábamos amenas veladas, haciendo uso de unas muy bien surtida biblioteca, jugando a las damas, al parchís o ensayando diversas piezas teatrales que solían mantenernos despiertos y, sobre todo, gozosamente entretenidos.


Recuerdo que, nuestros más rentables aperitivos , eran unas contadas           cucharadas de puro y simple gofio que algunos afortunados compañeros, a escondidas, lograban sustraer en las desoladas despensas de sus insolventes  hogares.

A la trivial edad de 11 años, se me ofreció un amplio papel de protagonista para interpretar un largo drama teatral, en el cual se ponía de manifiesto una trágica estampa de la Revolución Mexicana, cuando la Iglesia fuera cruelmente perseguida y, el renombrado Padre PRÓ, luchara socorriendo a los aterrados fugitivos, animándoles y fortaleciéndoles al impartirles escondidas comuniones, para las cuales solía utilizar los sutiles servicios secretos de una inocente criatura, la cual, al ser descubierta, debería de morir ostentando la gloriosa aureola de un envenenado martirio.

El penetrante tema, en 5 actos, se preparó a conciencia; ensayando  día y noche, de tal forma y manera que, hasta logré meterme de lleno en la cabeza, los enredados diálogos de cada uno de sus numerosos participantes.

El repiqueteado estreno se llevó a cabo en el cine de la localidad, heredada propiedad de la notoria familia CABRERA, constituyendo el mismo, un muy aplaudido y comentado éxito.

Lo ya mencionado, carecería de total importancia si no fuese por la singular circunstancia de haber podido vivir en carne propia, una de esas raras ofrendas que el antojadizo Destino, de vez en cuando, suele ofrecernos.

Juzguen ustedes: Me hallaba pasando unos placenteros días de asueto en nuestro entrañable resguardo herreño del Tamaduste cuando, saludando a una estimada amiga, me presenta a un simpático matrimonio que, hacía poco, había llegado justamente, de Bañaderos.

Se me ocurre preguntarle al señor:


-.- ¿QUÉ AMBIENTE SE RESPIRA ACTUALMENTE POR ALLÍ?

-¡AQUELLO, HA CAMBIADO BASTANTE! EN NUESTROS TIEMPOS, NOS PODÍAMOS DIVERTIR DE UN MODO MUY DIFERENTE, DISTINTO; MÁS SANO Y CULTURAL ¡FIGÚRESE USTED QUE TODAVÍA ME VIENE A LA IMAGINACIÓN UN PRECIOSO DRAMA QUE EN MI JUVENTUD PUSIERON EN EL CINE DEL PUEBLO, TITULADO, “EL NIÑO MÁRTIR DE MÉXICO”; IMBORRABLE RECUERDO SUPERIOR QUE TODAVÍA AÚN AÑORO, CON IRREFRENABLE IMPRESIÓN!

 No pudiendo disimular la mía, plenamente boquiabierto y absorto, le grito:

-.-¡EL NIÑO MÁRTIR DE MÉXICO , SOY YO!

-.- ¡YA, COÑOOOO, AMIGO¡ NO ES POSIBLE¡¿USTED ES ZAMORA? ¡ESTO RESULTA SER ALGO MUCHO MÁS QUE UN INVEROSÍMIL PURO MILAGRO!

¡Nos fundimos en un estrecho abrazo!

¡En breves minutos, habíamos traspasado la intangible barrera de toda una existencia! ¡NADA MENOS QUE LA 77 DILATADOS AÑOS!

¡Una marcha atrás  en la fantástica Máquina del Tiempo, la cual, con esta increíble colisión, ha querido dejar plasmada en “NACIÓN CANARIA”, y en mi propio corazón;la imborrable huella de una vetusta niñez,plena por completo de infinitos y fascinantes reminiscencias sinfín!


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1 comentario:

  1. Este hecho, Amigo MORALES, ES...¡como volver a vivir!
    El verlo publicado aquí, me produce unas impactantes emociones. retornando a la infancia y transmitiendo las mismas a mis múltiples contactos electrónicos.

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