ESTRAGO
José Rivero Vivas
Enero de 2018
Los
malos anunciaron a los buenos:
—Vamos
a destruir el mundo.
Y
empezaron a demoler del cielo abajo.
Los
buenos se pusieron a gemir, y permanecieron de brazos cruzados, observando la
detestable labor de los malos.
*
No
habían pasado los siglos cuando el guía de los malos se dirigió a los buenos,
preguntando por su jefe. Todos se volvieron a un anciano, de cabellera blanca y
aspecto venerable, que estaba sentado encima de una piedra, orillas del río
verdiazul, en el meandro más pronunciado de su curso.
—¿No
te enoja mi decisión ni te confunde mi ánimo?
El
líder de los buenos miró a su interlocutor y sonrió indulgente; pero, no hizo
ninguna objeción y continuó encerrado en su mutismo.
—¡Seguid!
—ordenó el bárbaro a los suyos.
Los
malos descendieron de lo alto, trepados en las nubes negras y voluminosas, que
teñían de oscuro el firmamento. Surcaron raudos el espacio y se posaron en las
cumbres señeras de las montañas circundantes.
—¡Abatid
los árboles!
Los
malos tomaron sus hachas y talaron bosques, destrozaron selvas y encima
aplastaron montes.
El
planeta fue trocado en páramo horrendo por la inicua acción de aquellos seres
desalmados que, ante la sumisa presencia de los buenos, principiaron a
desorganizar parte del universo, hasta asolar toda superficie luego, prendiendo
fuego a los variados vergeles, arrasando siembras, secando ríos, lagos y
fuentes.
Los
malos rieron al final de la jornada. Los buenos, anegados en llanto, derramaron
su plegaria en lágrimas desbordantes, sollozos lastimeros y luctuosos cantos.
*
Ya
el globo es estepa, desierto, yermo, escoria y lodo. La luz se apaga lentamente
y la vida cesa. Se esfumaron las sonrisas, y en cada boca aflora un rictus
amargo, revelador de honda tristeza. Las criaturas menores han desaparecido una
a una, quince a quince, y por millares. Las mayores se aniquilan mutuamente, y
paulatinas se extinguen las diferentes especies.
¿Qué
ha ocurrido?, se preguntan perplejos los habitantes de la Tierra. ¿Por qué la
vasta desolación aterradora?, inquiere alguno, de tino perturbado.
Los
buenos miran reprensores a los malos y los acusan de la desgracia que en el
orbe impera.
Los
malos, despectivos, imputan a los buenos la culpa odiosa.
Los
buenos alegan que solamente son los malos ejecutores del terrible mal,
perpetrado tras la barbarie cruel, en práctica vil de su hazaña infame.
Los
malos, en defensa propia, se atribuyen sólida fidelidad al sino, al tiempo que
argumentan:
—Si
no os hubieseis mantenido en actitud pasiva, mientras os quejabais, viéndonos
actuar, el daño fuera mínimo, y hoy no tuviera lugar la tribulación inmensa.
El
venerable anciano, de cabellera blanca, no sonríe afable, como entonces; no
obstante, se alza sereno, y, clemente, sentencia:
—Estabais
destinados para la destrucción, lo mismo que nosotros, aun sufrientes, fuimos
elegidos para la contemplación. No os aflijáis, en modo alguno, por la magnitud
de la tragedia.
*
Ahora,
al cabo de milenios transcurridos, buenos y malos unidos recomponen, a duras
penas, un mundo desventurado y sin salvación, que, en breve futuro, será, por
ambas partes, nuevamente convertido en frágil objeto, cuya existencia tiende
inexorable a ser légamo y ceniza.
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ESTRAGO
José Rivero Vivas
Islas Canarias
Enero de 2018
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(Del libro ASOMBRO
Inédito
Obra: C.06 (a.07)
Hacia 1976-7)
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