DIANA QUER: SER MUJER ES UNA
ACTIVIDAD DE RIESGO
ANA REQUENA AGUILAR
Es
difícil saber en qué momento empieza todo. Una cosa está clara: empieza pronto,
muy pronto. De alguna manera entiendes que corres peligro, que tu cuerpo es un
campo de batalla que debes proteger, que ser mujer es una actividad de riesgo.
Probablemente la mayoría de advertencias son bienintencionadas. No dejes que
nadie te toque. No te vayas con extraños. Que alguien te acompañe a casa.
Llámame cuando salgas. Toca el telefonillo antes de abrir el portal para que
sepamos que subes.
Diana
Quer somos todas volviendo a casa una noche. Contentas después de haberlo
pasado bien, pendientes del móvil o ensimismadas en cualquier pensamiento.
Adentrándonos en una calle demasiado oscura, sintiendo una pequeña punzada de
miedo de la que intentas desprenderte. Aprietas el paso, llegas al portal,
miras hacia los lados, abres. Subes las escaleras deprisa y ya estás en casa.
Ya ha pasado. Te quitas las botas y te tumbas en la cama. Hasta que un día ese
relato se tuerce. "Me estoy acojonando, un hombre me está llamando".
Porque
las advertencias tienen su razón de ser. Si eres mujer, a lo largo de tu vida
–y no uno ni dos, sino muchos días– te pasarán, con seguridad, algunas o todas
estas cosas: te tocarán sin tu consentimiento o contra tu voluntad, te seguirán
por la calle, se arrimarán a ti sin tú quererlo, sentirás miedo al volver a
casa, te intimidarán con palabras, gestos o sonidos, te harán sentir mal por tu
forma de vestir o de actuar, te acusarán de ser una imprudente por intentar
ejercer tu libertad.
Lo
harán por una sola razón: porque eres mujer y porque ellos son hombres.
Machismo se llama. Esa palabra que tan mal queda, con la que casi ningún hombre
se siente hoy, ya 2018, identificado, pero que sigue construyendo lo que somos.
Porque una cosa es decirlo y otra, dejar de tocar un culo en un bar una noche,
dejar de pensar que si una mujer ha tonteado contigo tiene que tener sexo,
dejar de jalear las bromas de tus amigos, dejar de molestarnos cuando vamos por
la calle, dejar de hacer sentir incómoda a tu compañera de trabajo mirándole
las tetas cuando lleva escote.
Diana
somos todas volviendo a casa una noche. Porque, sí, tenemos miedo pero también
derecho. Porque nos dicen que tenemos que ser mujeres valientes. Porque nos
rebelamos contra esas advertencias que llevan resonando en nuestras cabezas
toda la vida. Porque queremos vivir nuestra vida sin miedo, disfrutar de la
calle, de las fiestas, de la sensación de estar sola en cualquier sitio
sencillamente porque te apetece. Porque los cuentos de ahora les hablan a las
niñas de rebeldía y fortaleza.
Pero
el relato se tuerce. Nosotras podemos ser valientes y rebeldes, pero ¿qué son
ellos? Las advertencias y recomendaciones tienen que cambiar de bando,
convertirse en un no puedes tocar a una mujer sin su consentimiento, no tienes
derecho a invadir el espacio ni el cuerpo de nadie, ¿te has preguntado qué
siente ella cuando haces o dices eso?, ser violento o posesivo no te hace
mejor, expresa lo que sientes, pide ayuda, ¿sabes lo que ella quiere?
Hombres
nuevos. Eso es lo que necesitamos.
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