EL ABUELO LUCHADOR
Rafael
ZAMORA MÉNDEZ
Amigos Lectores de NACIÓN CANARIA:Mi renombrado y difunto
abuelo, RAMÓN MÉNDEZ, fue una de las señeras figuras más populares de su
tiempo, en el vernáculo deporte de la Lucha Canaria, a la que supo darle una
reconocida fama de glorioso prestigio, mucho más allá de los arcaicos y remotos
mares.
A los pies de un frondoso y cargado duraznero, en pleno mes de
mayo, se quedó dormido para siempre, esbozando en sus ancianos labios la
campechana sonrisa de un cándido e inocente chiquillo.
Muchos son los que le conocieron y, algunos, los que aún
recordarán con sentida nostalgia sus memorables tardes de triunfos, su
inimitable estilo deportivo, su elegante postura, gentil nobleza y demostrada
gallardía.
Yo también recuerdo atrayentes hechos de él, y todavía, me
parece avistarle, relatándome algunas de sus increíbles hazañas, cosa que,
frecuentemente, solía crear, con aquel su hablar llano, escueto y sencillo.
A pesar de su avanzada edad, conservó el rico privilegio de
atesorar una memoria auténticamente fecunda y prodigiosa.
Su tema preferido, asiduamente, por encima de todos, sin
cansancio alguno, fue el de la lucha, algo que de forma natural, solía
intercalar en la mayoría de sus amenas y repetidas conversaciones.
Como un aguzado halcón,
procuraba estar a la caza y captura de cualquier noticia que de ella se
hablara o discurriera.
Fueron bien disfrutados
los deliciosos veranos que a su lado pasé, bajo el placentero y acogedor
techo de su mimado hogar, allá en,
Frontera del Golfo.
Una apacible tarde, repasándole un artículo, divulgado en un Diario de Las Palmas, en el que, con
pelos y señales, describían las
resonantes barridas efectuadas por el invencible “Faro de Maspalomas”, el
enérgico “gallito” de aquella lejana época, al concluir, textualmente, me dijo:
-.- “¡Caramba, qué bien pagan hoy día a los luchadores! Nosotros
lo hacíamos por pura afición! La gente, acudía en masa a las luchadas
completamente gratis, sin tener que pagar ni el más mínimo centavo! Sólo nos costeaban los
viajes, cuando salíamos fuera de la Isla.¡Quién tuviera ahora veinte años! ¡Te
aseguro, nieto, que ese tal Faro... sería poca cosa para mí, porque, lo apagaría
enseguida, con un mero par de mis ocultas palmadas!”
Hasta los últimos instantes de su afanosa vida, estuvo
realizando las duras faenas del campo, en sus propios huertos, con admirable
energía y desmesurada presteza.
Poseía unas fuerzas increíbles y, según él, el verdadero secreto
estribaba en esta otra frase:
En este suculento sentido, nunca fue demasiado parco, dando en
su juventud, claras muestras de ser un serio gastrónomo de considerada
magnitud.
Los días en los que tenía que lidiar, solía consumirse un par de
gallinas, acompañadas de su correspondiente sopa y... de una tortilla, con más
de media docena de huevos.
De estatura mediana, pero poseedor de una constitución hercúlea,
era la atracción número uno de todos los encuentros.
Eso de tumbarse a gran cantidad de hombres con una sola mano,
fue en realidad, un reconocido hecho verídico.
Fue un verdadero estilista que tuvo al alcance de su dominio, el
lograr hacer arte, sentando esa clásica
escuela que, tan solo se le consiente a los acreditados atletas del recreativo
espectáculo.
Cierta tarde, debutando en el célebre Circo Duggi de la
chicharrera capital, se enfrentó con un reservado adversario, muy peligroso,
con una estatura majestuosa y, con unos nervios a flor de piel, algo peliagudos
de intentar retener.
Como quiera que el abuelo consiguiera limpiamente tumbarle por
dos veces seguidas, el impetuoso rival, se enfureció de tal manera que, lleno
de incomprensible cólera, sin saber de donde diablos la sacó, navaja en mano,
como un loco poseso, se abalanzó sobre él,
dispuesto a cortarle el hilo de la vida.
Gracias a algunos aficionados que supieron contener al infeliz
derrotado, no hubo que lamentar ninguna fatal desgracia.
A este tan desagradable
espectáculo, asistía el señor Cónsul
de Cuba en la grata compañía de su muy distinguida esposa, los cuales,
no se perdían ni una sola luchada en la que interviniera el “GRAN MÉNDEZ”.Por
la Por la noche, el encrespado abuelo, recibió una muy hechicera sorpresa.
Se encontró con un adornado paquete, en el hotel, a la hora del
merecido descanso. Dentro, iban unos hermosos gemelos de oro, acompañados de un
precioso revólver, casi una miniatura. En una perfumada tarjeta, pudo leer:”Los
gemelos, para sus puños de hombre.¡El revólver, para que se defienda de los que
no lo son”-Firmaba el Cónsul Cubano.
En la memoria de todos los verdaderos aficionados de antaño que
hayan podido vivir recordándole, quedará su nombre como un glorioso símbolo,
como una de las más sobresaliente
figuras dignas de figurar con los más altos honores, en las insuficientes páginas
de este deporte tan claramente nuestro, tan querido y tan ardorosamente,
respetado.
Las cosas de mi abuelo Méndez: ¡A los pies de un frondoso y
cargado duraznero, se quedó dormido para siempre, esbozando en sus ancianos
labios, la campechana sonrisa de un cándido e inocente chiquillo!
¡El volver a revivir las deportivas hazañas del abuelo, aquí, en NACIÓN CANARIA, me produce una emoción altamente profunda y emotiva!
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