JAVIER PÉREZ ROYO
Puede
imaginarse alguien que, en lugar de
Theresa May, fuera la reina Isabel II la que acudiera a la cumbre de Davos, se
entrevistara con Donal Trump o Emmanuel Macron, asistiera a la mesa redonda
sobre la desigualdad como problema definitorio de nuestra época y acabara dando
una conferencia en el Plenario de la cumbre sobre “El futuro de Gran Bretaña y
la Unión Europea tras el Brexit”.
A
nadie le costaría imaginarse que el
príncipe heredero de Arabia Saudí acudiera a Davos con la finalidad de explicar
la reforma que está intentando poner en marcha en su país, de la misma manera
que a nadie sorprende que esté presente
el rey Abdalá de Jordania.
Pero
¿qué hace el rey de un “Estado social y democrático derecho”, en el que “la
soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del
Estado”, en una cumbre como la de Davos, entrevistándose con el presidente de
Francia y pronunciando una conferencia en el Plenario sobre “presente y futuro
de España y Europa”?
¿Qué
imagen queremos proyectar ante el mundo? ¿La de una monarquía parlamentaria
europea o la de una monarquía árabe? Porque, insisto, no hay ninguna monarquía
Parlamentaria europea en la que el rey pudiera ocupar el lugar del primer
ministro en ese foro. De la misma manera que no habría ninguna monarquía árabe
en la que no ocurriera lo contrario.
La
presencia del rey Felipe VI en Davos supone
una devaluación del principio de legitimación democrática, cuyo lugar es
ocupado por un principio de legitimación dinástica hereditario, que es el que
la Constitución le atribuye al rey en el artículo 57.1: “La Corona de España es
hereditaria en los sucesores de S.M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo
heredero de la dinastía histórica”. Es la única ocasión en que la Constitución
utiliza el concepto de legitimidad para referirse al rey. El único. Y lo
utiliza para esto y nada más que para esto. No debe haber confusión alguna al
respecto.
El
rey no puede ocupar el lugar que corresponde al presidente del Gobierno. Una
magistratura hereditaria y otra democráticamente legitimada no son
intercambiables. Isabel II, por la información de que disponemos, es una reina
que está muy al día de los asuntos de Estado y nadie discutiría que podría
participar en la cumbre de Davos sin desentonar, pero a nadie se le pasa por la
cabeza que eso pudiera ocurrir.
La
Constitución, ha dicho Felipe VI en Davos, no es un adorno. Y precisamente
porque no es un adorno, él no debía estar en la cumbre participando de la forma
en que lo está haciendo. El principio de legitimidad democrática no admite
excepciones. En este terreno la excepción no confirma la regla, sino que es
siempre contravención de la regla.
Obviamente
la responsabilidad de estar en Davos no es suya, sino del presidente del
Gobierno, que es quien tiene que haber autorizado su presencia. ¿Cómo es
posible que a un presidente del Gobierno que se ha presentado como defensor de
la “soberanía nacional” en estos últimos años, permita que alguien que ni es ni
puede ser portador de dicha “soberanía nacional” hable en un foro internacional
como si lo fuera? ¿O es que Mariano Rajoy considera que el rey es el portador de dicha soberanía o
que no está sometido a la Constitución?
No
se puede tolerar que se anteponga el principio monárquico al principio de
legitimación democrática. El principio monárquico no es un principio de
legitimidad en el Estado democrático de derecho. Es solamente un principio de
legitimidad para “la sucesión en el trono” (art. 57.1 CE), pero para nada más.
Creo
que los partidos de la oposición no solamente tendrían la obligación de
preguntar al presidente del Gobierno por esta asistencia del rey a la cumbre de
Davos, sino que deberían exigir la celebración de un Pleno en el Congreso de
los Diputados, a fin de que, tras el debate correspondiente, se fijara una
posición clara e inequívoca de lo que el rey puede o no puede hacer y que no
tuviéramos que volver a pasar por la vergüenza del que la monarquía española se
exhibe públicamente como lo hacen las monarquías árabes.
Dada
la trayectoria de la monarquía española a lo largo de toda nuestra historia
constitucional, sería de suma importancia que el debate se hiciera lo más
pronto posible. Las derivas antidemocráticas hay que cortarlas de raíz. La
vuelta a las andadas ya sabemos a donde conduce.
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