POR: EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
Cual
golpe constitutivo de discontinuidad, sostuvo en anticipatoria editorial el
lunes 23 de noviembre de 2015 el diario La Nación, al día siguiente del triunfo
electoral del conservador Mauricio Macri, que: “Es hora de poner las cosas en
su lugar” y “las ansias de venganza deben quedar sepultadas de una vez para
siempre”. Además, calificó de “vergüenza nacional” la situación de los
detenidos por delitos de lesa humanidad. Me pregunto: ¿qué sucedería en Israel
si el bloque oficialista en el parlamento pidiera públicamente una
“reconciliación con los nazis”?
Mi
interrogante deviene ante la desmesura del gobierno de Macri planteando una
reconciliación con los genocidas de la dictadura: un paroxismo, una ofensa a
toda una generación traicionada y perdida, con ideas e ideales. Los ánimos del
gobierno de legitimar torturas, desapariciones, asesinatos y otras aberraciones
cometidas por la dictadura cívico-militar no es un secreto ya para nadie, unir
a los argentinos no conforma parte del plan de este gobierno, ni el ir por
todos los derechos y las libertades obtenidas, memoria histórica incluida.
La
provocación de esta administración espantosa -para denostar las políticas de
Derechos Humanos- que hizo de Argentina un país de vanguardia y ejemplo
mundial, se condicen con el 2X1, el negacionismo, la persecución a quien no se
somete a sus dogmas inquisitivos. En fin, un retroceso trágico en la vida de un
pueblo.
Parece
que cumplieron con lo anticipado aquel día, pues se está llevando a cabo una
revisión inversa de la historia argentina, fraguada hoy en las usinas de
inteligencia de los más disímiles centros de espionaje…nada es lo que parece…La
historia oficial hoy, es mera ficción y lo que se escribe es ficción sobre
ficción, de una realidad dibujada con el inestimable aporte de medios
hegemónicos de publicidad e información falaz. Deviene cuestionar de inmediato
la realidad ficcionalizada e inventada que recibimos día a día, con las
consecuencias que se originan en cuanto a un desdoblamiento del “cuerpo y su
doble”.
Cuestionar
lo que se percibe de manera concreta como realidad y lo que nos obligan a
imaginar los dictadorzuelos de escaparate, que pretenden simular una historiola
de la historia, bajo pena de ser un enemigo de una “patria inexistente”, los
que nos negamos a aceptar la “otra historia”, la impuesta en decretos por los
traidores y cobardes mercaderes de la vida en libertad.
Como
sujeto constituido por el relato busco lo “real establecido” y construir la
realidad que se asimile a la veracidad de los hechos, tal como han sucedido,
tenemos elementos de sobra, en esta era de la tekné y las redes sociales, como
para manifestarse en compromiso con la realidad real, no la ficcionalizada
desde los medios corporativos y sus gobiernos títeres, que esquizofrenisan la
vida de los pueblos, con sus relatos indecentes, de los que jamás ha tenido
espacio… deviene, asumir los silencios de la historia oficial argentina, en
este caso, generando una resistencia al olvido obligatorio, al que está
sometida la comunidad, temerosa y complaciente.
Según
la nota, en la que el diario de Mitre vuelca su doctrina, “los trágicos hechos
del setenta han sido tamizados por la izquierda ideológicamente comprometida
con los grupos terroristas”. Esta elección presidencial, que marca un punto de
inflexión en una Argentina fracturada, donde la incertidumbre creció y la
impostura se ha enriquecido, que dio espacio en una situación de bajas
defensas, perfecta, para el advenimiento de todo tipo de nostalgias de
disciplina o de obsesión de diferencia, la puerta abierta a fundamentalismos,
racismos y mesianismos, camuflados de progreso, cual rutina de existencia
degradada de un ejército de sonámbulos, aprovechando esta instancia en que el
rencor y resentimiento daban lugar a la “Grieta” inocultable, y que fuera
explotada por un astuto marketinero Durán Barba, el gurú del presidente electo,
que con globitos de colores embaucó a millones de enajenados útiles,
invitándolos a soñar un sueño pesadillezco.
Debemos
interrogar el pasado sin remordimientos, juzgarlo y condenarlo, en la medida
que la injusticia de hechos que degradaron nuestra condición humana y nuestras
tradiciones tan arraigadas en nuestras comunidades, han impreso su impronta de
sojuzgamiento, sangre, tortura y genocidio de un pueblo que se negaba a ser
esclavizado, bajo la molienda infame del liberalismo impuesto en el plan Cóndor
I, bajo metralla asesina de soldados del otrora ejército argentino.
El
relato de la historia, desde la perspectiva de los oprimidos, no es sino la
historia de una suma de derrotas, un recorrido por los pliegues del fracaso y
pueden ser leídos en ese sentido como distopías. Mi empatía con el “vencido”,
con el “derrotado”, con el “fracasado” por decreto de las bestiales fuerzas de
los explotadores, de los asesinos, me hace descreer de las historias oficiales,
fraguadas en las usinas de las inteligencias de gobiernos mediocres, espantosos,
que se prolongan a lo largo de los años. O piensan que los mejores son quienes
gobiernan, dictan y rigen en las naciones que componen este “teatro bufo”, en
que se ha convertido el planeta, en el que se debaten las distintas puestas en
escena de realidades obtusas y falaces.
El
excluido, el exiliado del acontecer del tiempo que le toca vivir y permanecer,
solo puede remitirse a narrar la trama de traiciones, de persecuciones, de
censuras y de prohibiciones, a las que se ve expuesto por los “guardianes de la
mentira”, “los asesinos de la vida en libertad y verdad”.
Hoy
se inclinan en Argentina hacia el juego del azar constante, las especulaciones
estériles que solo interesan a una banda de autodenominados “políticos”
aprovechados. A estos, una política oligárquica y una ideología totalitaria les
ha permitido en un clima de silencio dar preponderancia “condicionando los
espíritus” al rechazo de la realidad, a una conducción de gobierno económica,
social, cultural y política que lejos de buscar el “deber ser”, conduce a un
caos determinante en la decadencia en que nuestras vidas se debaten.
Ante
acontecimientos atroces, de funcionarios corruptos clavados en sus cargos, con
el beneplácito del ejecutivo, ni una columna de opinión en los medios cómplices
de dictaduras, ¿adónde se fueron los denominados periodistas de investigación?,
¿dónde están los intelectuales que deberían dar un “alerta”, ante estas
aberraciones que se suceden día a día en Argentina?, solo informantes,
alcahuetes escritorzuelos, aprendices de brujos de “cuarta”, bocones groseros y
alguna señora mayor, manifestándose enardecida, a favor de un gobierno, que ha
eliminado a plena luz del día la libertad de expresión, reprimiendo el disenso,
inoculando temor a un pueblo con bronca e ira manifiesta, ante el estado de las
cosas, en que la desmesura y el delirio de las bacanales, oligarcas y
burguesas, se han instalado en territorio argentino… incluyo a sindicalistas y
flia., ávidos por pertenecer al selecto grupo de atorrantes del círculo “rojo”.
Creo
es hora de comenzar a caminar un sendero de comprensión y de fundar una clase
política hoy inexistente. La autodenominada oposición no existe, solo es un
juego articulado por mediocres funcionarios, pacatos, mezquinos y resentidos,
en espejos cóncavos y convexos, donde proyectan sus propias miserias sin saber
quién mira a quién. La historia de la corrupción en nuestros gobiernos comienza
desde el origen de la fundación de esta República, en franca caída. No seamos
obtusos, es de larga data, la corrupción y la traición, en tierra argentina.
No
somos ya un país joven, somos un pobre país inmaduro, donde el sentido de
pertenencia y libertad se perdió, cediendo el espacio de privilegio, es ocupado
hoy, por la acumulación de bienes materiales y los ritos fúnebres a un pasado
abolido.
En
Argentina se vivieron situaciones límite, y hubo gente que reaccionó de
diferentes maneras. Es decir, hubo quienes se bañaron en democracia: los “hijos
de Videla” y sus crías, cómplices de la dictadura genocida, entre los que se
encuentran periodistas, intelectuales, deportistas, políticos, modelos, músicos
populares y actores, y hoy dictan cátedra de aquel tiempo, dibujando una
historia ficcionalizada… los que hoy apoyan al presidente electo de la más
rancia ultraderecha neoliberal.
Nadie
puede ser el mismo, antes y después de ese negro período de horror; si hay
prohibiciones que pueden incomodar, es “prohibir a la comunidad que olvide”.
http://www.republica.com.uy/estupor-de-la-memoria/
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