MIGUEL FRONTERA Y LA JUEZA BELÉN
PÉREZ FUENTES
La sentencia absolutoria es la legitimación judicial de la violencia política en España y, por tanto, es el fin de la democracia
DIARIO RED
El acosador ultraderechista Miguel Frontera
Durante más de un año y alentados por medios de comunicación como la cadena COPE u OKdiario, decenas de ultraderechistas se pasearon durante varias horas cada día por la puerta y el perímetro de la vivienda familiar de Irene Montero, Pablo Iglesias y sus tres niños de muy corta edad. Con gran agresividad, los ultras se dedicaban a proferir insultos contra Montero e Iglesias, gritaban consignas vejatorias, golpeaban cacerolas y hasta ponían música con equipos móviles. Uno de los acosadores más activos fue Miguel Frontera, un conocido neonazi que pasó alrededor de siete meses durante el año 2020 grabando el acoso en vídeo para publicarlo en sus redes sociales, intentando evadir a los pocos agentes de la guardia civil que se encontraban en las inmediaciones de la vivienda e incluso escalando el muro perimetral para intentar grabar a la familia en su propia casa. Frontera, al que unos años después se vio portando una especie de escudo de capitán América con la bandera de España en las manifestaciones de extrema derecha en la puerta de la sede del PSOE de Ferraz, desarrolló así un largo hostigamiento violento sobre un hogar familiar en el que habitaban tres criaturas.
El pasado
lunes, y a pesar de que la Fiscalía pedía tres años de prisión para él,
trascendió que la jueza titular del juzgado número 14 de lo penal de Madrid,
Belén Pérez Fuentes, había decidido absolver de todos los cargos al
acosador ultraderechista.
Uno podría
pretender que la argumentación jurídica que se halla en la sentencia firmada
por la jueza tiene como origen la búsqueda honesta y sistemática de la
respuesta a si la conducta de Miguel Frontera encaja o no en los tipos
delictivos por los cuales Irene Montero y Pablo Iglesias lo habían demandado.
Uno podría hacer de cuenta que los razonamientos de la magistrada siguen la
lógica fría y desapasionada del derecho y, entonces, ponerse a analizarlos con
un ánimo igualmente racional para intentar su refutación o, si esto no fuera
posible, su confirmación. Lo que ocurre es que, a estas alturas, ya
nadie se cree en España que los jueces estén aplicando el derecho de forma
imparcial y cuasi automática cuando se trata de asuntos con implicaciones
políticas. De hecho, el mismo día que la jueza Belén Pérez Fuentes
decretaba la impunidad del acosador ultraderechista, Diario.Red publicaba unos audios en los cuales se escucha al juez Joaquín Aguirre —el instructor de la
así llamada 'trama rusa' del procés— jactarse de forma soez de los efectos
políticos de sus delirantes autos judiciales. Entre el lunes y el martes,
conocimos también que, mientras la Ley de Amnistía se aplicaba sin problemas a
más de 40 policías juzgados por apalear y torturar a civiles inocentes durante
el referéndum del 1 de octubre de 2017, el Tribunal Supremo negaba la
posibilidad de aplicar la amnistía a Carles Puigdemont. Teniendo en cuenta la relación de la jueza Pérez Fuentes
con la Asociación de Jueces y Magistrados Francisco de Vitoria, en cuya revista se publicó una pieza machista y vejatoria contra Irene
Montero, uno podría intentar analizar de forma racional por qué decidió comprar
en su totalidad los argumentos de la abogada de Frontera y presidenta de la
organización fundamentalista Abogados Cristianos, Polonia Castellanos, pero
parece claro que sería una pérdida de tiempo.
A estas alturas, ya nadie se
cree en España que los jueces estén aplicando el derecho de forma imparcial y
cuasi automática cuando se trata de asuntos con implicaciones políticas
Por otro
lado, no puede haber ni una sola persona en España, vote a quien vote, que no
sea capaz de conceder que, en el caso de que el mismo tipo de acoso se hubiese
producido en la vivienda familiar de un líder del PP o de VOX —o del PSOE—, no
solamente se habría producido de forma automática la condena más dura en sede
judicial sino que ni siquiera habría hecho falta que las víctimas
interpusieran una demanda ya que los hechos jamás se habrían producido. Si
los violentos se hubieran congregado en la puerta de la casa de Alberto Núñez
Feijóo, de Santiago Abascal o de Pedro Sánchez, las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado se habrían desplazado al lugar inmediatamente —el primer
día— con decenas de furgones llenos de antidisturbios, habrían dispersado la
concentración con toda contundencia y se habrían llevado esposados a la
práctica totalidad de los allí presentes para ficharlos en la comisaría y
ponerlos a disposición judicial. Que la respuesta de las fuerzas del orden y de
los jueces sea completamente diferente cuando el acoso se dirige a líderes
políticos de la izquierda que cuando se dirige —hipotéticamente, claro, porque
ningún medio publica donde viven— a líderes de los partidos sistémicos puede
parecer apropiado a determinados votantes de derechas y aberrante a
determinados votantes progresistas, pero ninguno de los dos, más allá
de su juicio valorativo, puede negar el hecho.
Nada de esto sería posible sin suscriptores
Por eso, la
sentencia absolutoria de la jueza Belén Pérez Fuentes, lejos de ser una
anécdota más en el rifi-rafe político diario, tiene un profundo significado que
no podemos dejar pasar. La exoneración del acosador Miguel Frontera lanza, por
un lado, un mensaje nítido a cualquier fascista que quiera ejercer la violencia
contra aquellos que no piensan como él: "podéis hacerlo con total
tranquilidad y con la garantía de que vais a quedar impunes", les está
diciendo la jueza. La firma de Belén Pérez Fuentes —que imparte justicia en
nombre del Rey, según la Constitución Española— al final de la sentencia
absolutoria es la legitimación judicial de la violencia política en
España y, por tanto, es el fin de la democracia. Puede parecer que esta es
una afirmación demasiado dura, pero eso es exactamente lo que ocurre cuando el
Poder Judicial dice públicamente a la ciudadanía de nuestro país que cada uno
puede votar lo que quiera el domingo electoral, pero que, si hay demasiada
gente que vota a determinadas opciones de la izquierda transformadora, entonces
los violentos tendrán carta blanca para intentar destruir la vida de las
personas que se pusieron al frente de la candidatura hasta que abandonen la
política para proteger a su familia. Obviamente, para que un sistema
democrático pueda existir más allá de lo formal, es indispensable que todo el
mundo tenga libertad política para poder presentarse a las elecciones sin que
ello conlleve la destrucción psicológica y personal a través de la violencia.
Que la policía y la jueza Pérez Fuentes hayan permitido a Miguel Frontera
utilizar impunemente los métodos del fascismo para hostigar a Irene Montero,
Pablo Iglesias y sus hijos va mucho más allá del hecho concreto y supone, ni
más ni menos, que el acta de defunción del principio más básico que
hace posible las así llamadas democracias liberales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario