UN PAÍS DE EXPLOTADOS Y EXPLOTADAS
DAVID BOLLERO
Los logos de las cuatro
grandes compañías de auditoría y consultoría del mundo, conocidas como las 'Big
Four': KPMG, Deloitte, PricewaterhouseCoopers (PwC) y Ernst&Young (EY).
-REUTERS
El revuelo que se ha generado por la inspección de trabajo realizada de manera coordinada en las llamadas Big Four, esto es, las cuatro grandes consultoras (Deloitte, PwC, EY y KPMG), con objeto de comprobar el cumplimiento de las jornadas laborales y las horas extraordinarias. En un país como España, en el que precisamente la jornada laboral es la que absorbe mayor número de multas por abuso -en 2022 casi 14 millones de euros en sanciones y alrededor de 113.000 trabajadores y trabajadoras afectados-, la pregunta es evidente: ¿Qué clase de empresariado tenemos?
Sucedió el pasado
15 de noviembre. Inspección de Trabajo (ITSS) realizó una actuación coordinada
en las cuatro consultoras y no tardaron las voces en hablar de
"redada". ¿Qué temor existe? ¿Por qué esa actitud defensiva si se
cumple con la ley? El problema, claro está, es que no se cumple. Hasta la
llegada de Yolanda Díaz al Ministerio de Trabajo, estos incumplimientos eran un
secreto a voces; ahora podrán materializarse al fin en sanciones, cortándose de
raíz. Esa es, al menos, la intención, sin filtrar las inspecciones por tamaño o
influencia que pueda tener la empresa.
Pueden adjudicarse
muchos calificativos, desde injustificable a incomprensible, pasando por ruin,
pero de todos ellos, que la misma Asociación Española de empresas de
Consultoría (AEC) solicitara en abril de 2022 que el convenio recogiera turnos
de 12 horas es triste e inadmisible. Que la patronal en la que se engloban
estas Big Four fomente los abusos en lugar de velar por que no se produzcan da
una idea muy clara de lo que se está cociendo en sus fogones. En aquellas
negociaciones de convenio, incluso, CCOO llegó a denunciar que la AEC proponía
que las jornadas de sábado no tuvieran compensación alguna.
Tal y como revelaba
El Confidencial, buena parte de los despachos de abogados han comenzado a sudar
frío después de esta macroinspección, temiendo que como abran el melón, irán
cayendo todos uno a uno. Constatar esta realidad de un empresariado carroñero y
unos trabajadores y trabajadoras explotadas es descorazonador; que haya tardado
tanto tiempo en que un titular de Trabajo tenga el coraje para afrontarlo,
terrible.
No sorprende, pues,
que la CEOE ponga el grito en el cielo cuando Díaz y los sindicatos se inclinan
por que la ITSS evalúe los expedientes de ERE. Esta alarma enmascarada de
indignación delata que no se está actuando precisamente de acuerdo a la
legalidad. De otro modo y como apunta la propia ministra, "¿cuál es el
problema de que la Inspección examine los ERE si todo se hace bien?"
Por otro lado, si
Díaz pretende mantener esta línea, que sin duda es la correcta, haría bien en
dotar a la ITSS de los recursos necesarios, algo que a la luz de lo manifestado
por sus trabajadores y trabajadoras no sucede. Sería un error de Perogrullo no
aprovechar la coyuntura para reencauzar nuestro mercado laboral que ha
terminado derivando en un país de explotados y explotadas: el Gobierno está por
la labor, las personas que trabajan van cobrando conciencia de la necesidad de
denunciar y no plegarse a este régimen de semiesclavitud y la propia ITSS está
deseando poner orden, siempre y cuando cuente con los medios precisos.
Se puede intentar,
pero es un puro acto de fe: aferrarse al mantra de que es el empresariado quien
genera riqueza es falaz pues buena parte de él lo que alumbra es todo lo
contrario: pobreza, miseria, explotación. Para confiar en alguien, lo primero
que ha de hacerse es dar alguna prueba de ser merecedor de tal confianza o, al
menos, no espantarla. Eso no es remar en la misma dirección para hacer un país
mejor. La CEOE no ha dado un solo motivo para pensar que actúa honestamente con
quienes son imprescindibles para su existencia, es decir, los trabajadores y
trabajadoras. No sucede a la inversa, donde el régimen cooperativista, lanzado
el órdago, da sopas con honda a Antonio Garamendi y los suyos.
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