MIENTE EL CIS: LA DERECHA TIENE EL 80%
Encuestas
y analistas dicen que la derecha se sitúa en cabeza con un mínimo margen de
ventaja sobre la izquierda, pero no es ese el punto real de partida, sino las
herramientas de las que se dispone para ir a la batalla
GERARDO TECÉ
La periodista Ana Rosa Quintana entrevistando a Alberto
Núñez Feijóo en su programa.
Cuando Alberto Núñez Feijóo decidió mudarse a Madrid para instalarse en el despacho de presidente nacional del PP –previa contratación de servicio de limpieza y retirada de sangre de las paredes–, lo hizo principalmente motivado por quienes le prometieron que a la economía española le esperaba, a la vuelta de la esquina, una crisis del tamaño de la Catedral de Santiago. Una crisis que no sólo generaría un malestar insalvable para el actual Gobierno, sino que derivaría, de forma natural, en uno de esos pasillos humanos que se le hacen al campeón de liga, en el que la única preocupación que tendría el gallego sería saludar como cualquier ganador de Gran Hermano que se precie: gracias, gracias España.
La devastadora
crisis económica de la que Núñez Feijóo tendría que salvarnos no llegó. No
sucedió a pesar de que éste, entregado al trance como el chamán llamando a la
lluvia, invocó una y otra vez a la gran crisis desde su llegada a Génova. No
hables de crisis si no quieres provocar una crisis es lo primero que te dicen
al poner un pie en cualquier facultad de Economía. Y viceversa, claro. “Nos
dirigimos a una profundísima crisis económica”, repetía con convencimiento de
lunes a domingo Núñez Feijóo durante sus primeros meses al frente del PP. Lo
siguió haciendo hasta los últimos días del verano, ya con mirada de
descreimiento, mirada del que sospecha haber sido víctima de un timo que no
puede denunciar, mientras los principales diarios económicos europeos hablaban
ya de la fórmula española que había logrado capear el temporal con éxito. Un
desastre.
Al hombre cuyos
atributos, según los anuncios televisivos que protagonizaba en cada telediario,
eran su moderación y capacidad de gestión no le quedó más remedio que cambiar
de registro para hablar de ETA y Cataluña, para echar gasolina al fuego tras un
atentado. Es decir, le tocó a Don Alberto hacer eso que muchos otros en su
partido hacen infinitamente mejor que él. La estrategia de la derecha, basada
en presentar como salvador del caos económico a un tipo con aspecto de
responsable de la sección de caballero de El Corte Inglés, es decir, a un tipo
con aspecto de presidente del gobierno que ganaría simplemente sonriendo en la
foto, se vio truncada. Las citas electorales se acercan, y en el universo
derecha española –conglomerado de una pieza formada por políticos, empresarios
y grandes medios– saben bien que la cosa ya no pinta a pasillo.
Descartado el plan
inicial de que La Moncloa fuese a Alberto, toca activar el plan consistente en
que sea Alberto quien vaya a La Moncloa. Un plan mucho más costoso. Costoso en
términos económicos para las grandes empresas que apuestan por un gobierno de
Feijóo el día de mañana, empresas a las que hoy les interesa un clima de
tranquilidad y optimismo, incompatible con que ese mañana llegue. Costoso en
términos de credibilidad en el caso de los grandes medios de comunicación,
obligados a torturar datos y agenda para ponérsela botando al líder gallego.
Cuando el sistema de poder económico elige un líder político es para que ese
líder sea capaz de encabezar la marcha marcando el ritmo, no para que el
sistema tenga que remangarse y llevarlo en brazos con el desgaste que eso supone.
Aunque no sea este
el escenario deseado hace unos meses, todos pondrán de su parte porque el
objetivo lo merece. Si el dato de empleo es el mejor de las últimas décadas en
España, los grandes medios mostrarán gráficos en los que no se mostrará la
evolución, ni por supuesto la eficacia de la reforma laboral, sino una
comparativa con Alemania y Dinamarca. Ahí pueden ver cómo estamos a la cola de
Europa, señalarán las Ana Rosas y a continuación el presidente andaluz, el
popular Juanma Moreno, será felicitado por el buen dato de empleo logrado en
Andalucía. Si España se sitúa entre los países que han logrado contener la
salvaje inflación, los programas más vistos mandarán micrófonos de urgencia a
preguntar en la calle por el único producto de la cesta que siguió subiendo
esta semana.
Mienten las
encuestas y mienten los analistas que hablan de empate técnico entre bloques.
Dicen unos y dicen otros que la derecha se sitúa en cabeza con un mínimo margen
de ventaja sobre la izquierda, pero no es ese el punto real de partida, sino
las herramientas de las que se dispone para ir a la batalla. Si uno estudia los
principales medios de comunicación de este país en cada uno de sus formatos –en
televisión TVE, A3, T5, Cuatro y La Sexta; en radio RNE, SER, Onda Cero y Cope:
en prensa escrita El País, El Mundo, La Vanguardia, ABC, La Razón y el
entramado de diarios locales– el punto de partida es que Feijóo acude a las
elecciones con el 80% de los medios de comunicación encargados de contarle al
votante cómo está España, siendo propiedad de quienes apuestan por él. Clinton
no conocía el sistema mediático español cuando en la campaña electoral que lo
llevó a ser presidente en 1992 pronunció aquella mítica frase: es la economía,
estúpido. Que la economía haya estropeado su estrategia principal no debería
ser un problema para que la derecha alcance su objetivo.
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