SHAKIRA ‘VERSUS’ ROSA OLUCHA
O la urgencia de un cambio de
paradigma en la forma de abordar los celos en las sociedades contemporáneas
MARÍA ACASO
Fotograma de BZRP Music Sessions #53 con Shakira.
En los cientos de miles de comentarios que nos están llegando sobre el tema Shakira/Piqué echo de menos un análisis más profundo sobre el origen de todo este drama mediático. Aun estando de acuerdo con muchas de las posturas feministas que ponen el énfasis en la cuestión del mercado y critican la violencia bipolar del mensaje que nos obliga a tomar partido por alguno de los bandos y otros subtextos del vídeo que perpetúan los discursos hegemónicos sobre cómo estructurar las relaciones, desde mi punto de vista estamos perdiendo una oportunidad de oro: la de comunicar que otras formas de abordar los celos son posibles.
Cuando escribo
“celos” me estoy refiriendo a una forma de abordar los conflictos, las
desavenencias, los desencuentros; a todo aquello que subyace en la que parece
ser la única forma posible de afrontar un tema tan recurrente como qué hacer
cuando la persona que amas resulta que ama a otra. Sé que quizás el verbo
“amar” rechina al leerlo (podía haber escrito “cuando nos ponen los cuernos” o
cualquier otra forma de denominar lo que ocurre en las parejas monógamas cuando
se rompe el pacto –me permito señalar que no elegido, sino seguido de forma
automática– de la no exclusividad sexual), pero todo este tema va de eso, de
analizar las formas de amar de Shakira y Piqué, así como las consecuencias de las
normas que siguen la gran mayoría de las parejas monógamas cerradas de larga
duración en las sociedades contemporáneas occidentales.
Esas consecuencias
son, ni más ni menos, lo que estamos viendo: si alguno de los miembros de una
pareja heterosexual monógama cerrada incumple la norma implícita de la
exclusividad sexual y tiene intimidad (no me voy a meter ni en la frecuencia ni
en ninguna otra subjetividad al respecto) con alguien ajeno, la cultura
machista y clasista que nos conforma solo nos ha enseñado una forma de
abordarlo: sentimientos de muerte y destrucción. De manera unívoca, el dolor
que nos provoca el hecho de que nuestra pareja haya mantenido relaciones
sexuales con otra persona nos conduce a una cadena de violencias motivadas por
la venganza que, recordemos, son automáticas, las de Shakira incluidas.
¿O no? Hace tan
solo unos meses hubo evidencias de que el actor Santi Millán mantuvo relaciones
sexuales con alguien que no era su pareja, la productora Rosa Olucha. Más allá
del morbo y de las cuestiones legales que rodean al hecho de vulnerar la
intimidad de cualquiera, lo que me parece relevante de lo que ocurrió entonces
es que Rosa Olucha, realizando un giro de guion mucho más interesante que el de
Shakira, pero también mucho menos mediático, no solo no condenó a su marido,
sino que apoyó al actor dando a entender que ambos mantienen una relación
abierta tras un matrimonio de 14 años y un proceso de crianza en común.
Que Rosa Olucha
eligiese voluntaria, consciente y responsablemente asumir las consecuencias de
la no exclusividad sexual en su proceso afectivo me parece mil veces más
interesante que el hecho de que Shakira perpetúe, una vez más, las lógicas
heteropatriarcales y católicas que estructuran de forma invisible la forma de
ejecutar nuestras relaciones sexoafectivas, en un momento histórico en que el
sistema monógamo –esa monogamia en serie que está estrechamente ligada al
desarrollo de la agricultura, la generación de excedentes y la creación de la
“herencia”– se encuentra en una crisis sistémica que debe ser abordada. Rosa
Olucha puso en funcionamiento una manera de encarar el tema que nos ocupa a
través de lo que en el terreno de las nuevas afectividades se denomina
compersión, término complejo absolutamente desconocido que me arriesgo a
resumir como “lo opuesto a los celos”; es decir, un proceso consciente y
crítico que puede hacer que sintamos bienestar, incluso alegría, cuando las
personas que amamos aman a otras personas. Eso que hacemos maravillosamente
bien en la amistad y terriblemente mal cuando el sexo aparece en escena. Eso
que ni siquiera podemos imaginar porque no tiene ni nombre.
Experimentar
sentimientos positivos cuando las personas que amamos aman a otras es un
proceso ciertamente reflexivo y radical que me parece urgente y necesario
divulgar, comunicar, difundir, poner en escena. Si los millones de
reproducciones del vídeo de Shakira hubiesen propagado un mensaje distinto,
podríamos haber empezado a construir un mundo distinto. A pesar de todo, quiero
pensar que hay grietas, como las declaraciones de Olucha, y que, a pesar de la
fuerza casi imparable de los millones de reproducciones, aún existen modos de
afrontar los conflictos alejados de la venganza y el odio, y centrados,
paradójicamente, en el amor.
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