ROLEX, TIFFANY, BULGARI Y EL ‘ORO
DE SANGRE’ YANOMAMI
Ninguna de las marcas de
joyería de lujo ha dado pruebas convincentes sobre la procedencia del metal
precioso que emplean en sus productos
ANDY ROBINSON
Grupo de Inspección Especializada (GEF)
realiza operativo de combate contra la minería ilegal de oro en el río
Jamanxim, en Pará, Brasil.
El Gobierno de Jair Bolsonaro es el principal responsable de la crisis humanitaria en las comunidades indígenas en la Amazonia, que ha sido denunciada gráficamente esta semana en una serie de imágenes duras de cientos de niños desnutridos del pueblo yanomami.
La invasión de la enorme reserva yanomami por miles de mineros ilegales de oro y diamantes –conocidos como garimpeiros– fue incentivada directamente desde la presidencia de Bolsonaro, como parte de una ofensiva contra las áreas indígenas, protegidas por la Constitución brasileña, que se extienden por casi una tercera parte de la Amazonia.
Los llamados
garimpeiros han deforestado y han cometido graves agresiones contra sus
habitantes, incluyendo violaciones y asesinatos. El uso de mercurio para
separar el oro de la roca ha afectado gravemente a la pesca, principal fuente
de subsistencia para muchos de los 30.000 yanomami, así como otros cientos de
miles de indígenas en la Amazonia. Y todo ello mientras el Gobierno hacía la
vista gorda.
Pero hay otros
responsables de la crisis humanitaria de los yanomami, según sostienen
organizaciones no gubernamentales consultadas en Brasil: el mercado mundial de
oro y las grandes marcas de lujo, empresas como LVMH o Rolex, que ingresan
miles de millones de dólares por la venta de joyería y relojes hechos con oro
de posible procedencia ilegal.
“Más de la mitad
del oro que se exporta desde Brasil tiene trazas de ilegalidad”, asegura
Larissa Rodrigues, investigadora del Instituto Escolhas, en Sao Paulo. “La
mayor parte se refina en Europa así que es muy probable que haya sangre
indígena en la joyería de lujo que se compra allí”, concluye.
Pese a los intentos
de limpiar la imagen del negocio multimillonario, ninguna de las marcas de
consumo ostentoso ha dado pruebas convincentes de haber eliminado el llamado
“oro de sangre” de sus cadenas de suministro.
Marcas como Rolex y
Swatch –con sede en Zúrich– así como Tiffany y Bulgari –ambas filiales de LVMH–
no dan información sobre los orígenes del oro que compran.
“Rolex y Swatch se
niegan tajantemente a hablar de las fuentes de su oro”, explica Mark Pieth, de
la Universidad de Basilea, en su libro Gold laundering, the dirty secrets.
“Rolex no da información sobre sus materias primas y en un par de
investigaciones no ha proporcionado contexto alguno sobre su cadena de
suministro de oro”, coincide Amazon Watch.
Tiffany solo
proporciona datos sobre el 16% del oro que utiliza. Bulgari insiste en que su
oro viene de dos minas que cumplen con los requisitos del Consejo de Joyería
Responsable. Pero la oenegé Human Rights Watch ha denunciado graves fallos en
las auditorías de este consejo y advierte de que no es una garantía de que no
se hayan cometido violaciones de derechos humanos en la obtención del oro.
Las refinerías de
oro en Suiza ya utilizan un proceso químico para averiguar el país de origen
del oro. Pero esto no es suficiente para saber si es oro de sangre o no,
advierte Pieth. Aunque se ha elaborado una estrategia de marketing bajo el lema
“Joyería sostenible”, no se ha diseñado un método de identificación del oro
equivalente al proceso Kimberly, que se adoptó en el mercado de diamantes tras
el escándalo de financiación de conflictos armados en Sierra Leona.
El nuevo Gobierno
de Luiz Inacio Lula da Silva ha abierto investigaciones sobre ministros y
funcionarios de la Administración de Bolsonaro, acusados de negligencia o
incluso de genocidio. Así mismo, “se va a acabar con la presunción de buena fe
respecto a la información sobre los orígenes del oro proporcionada por los
vendedores”, dijo el nuevo ministro de Justicia, Flávio Dino. “La ley actual
permite que el oro ilegal, por arte de magia, se transforme en oro legal”.
Pero con una
demanda de oro en permanente expansión y precios próximos a los récords
históricos, los incentivos para delinquir son difíciles de resistir. Como
ocurre en el negocio de la droga, la desigualdad extrema, que lleva a una
situación de hambre a 30 millones de brasileños, empuja a muchas personas a
convertirse en garimpeiros.
En el otro extremo
del abismo, las ventas de joyas y relojes de LVMH –cuyo fundador Bernard Arnau
ya ha rebasado a Elon Musk y a Bill Gates en la liga de los más ricos, con un
patrimonio de 190.000 millones de dólares– subieron el 167% en 2021, según un
informe de Amazon Watch/Profundo. Gracias al prodigioso poder adquisitivo de
una nueva clase consumidora de superricos, las ventas de productos de lujo
–incluyendo la joyería de oro– equivalieron a 1,4 billones de euros en 2022,
más que el PIB español.
“Puede que vayamos
hacia una recesión, pero hay un grupo de personas que no pueden parar de
gastar… los ricos”, resume Rana Foroohar en el Financial Times. El gasto en
bienes de lujo creció el 20% en 2022, más que ningún otro segmento del mercado.
Todo esto crea una demanda insaciable de oro, legal o ilegal
La impunidad ha
sido total hasta la fecha. No solo en la Amazonia, donde Bolsonaro ha animado a
los garimpeiros a penetrar en las áreas protegidas. En Europa también. En 2021,
la policía federal brasileña denunció, en una operación llamada ‘Terra
Desolata’, que una refinería de la empresa Chimet, en Abruzos, Italia,
procesaba gran parte del oro extraído de una mina ilegal dentro de la reserva
indígena de los kayapó, en Ourilandia do Norte, en el estado amazónico de Pará.
Pese a ello, no se ha tomado ninguna medida contra la empresa italiana.
Los kayapó, según
el cacique Patkore Kayapó, consultado telefónicamente esta semana, ya no pueden
pescar en el río Fresco debido a la contaminación. Algunos indígenas ya
deambulan con carros de compra, a veces con tocado de plumas, y cuerpos
pintados, por los supermercados de descuento de Ourilandia do Norte aunque los
precios son prohibitivos. Más al norte, en la tierra yanomami, las fuerzas
aéreas han empezado a distribuir latas de sardinas para compensar la ausencia
de pescado de río.
Mientras, en el
mundo de los ricos, los que más joyería consumen son jóvenes multimillonarios
de las generaciones X, Y, e incluso Alpha, según la consultora Bain &
Company. En este sector “dominan las compras como ropa y joyería y se empieza a
comprar a partir de los 15 años”.
En vista del
panorama, puede ser lógico plantear que hay otros responsables indirectos de la
tragedia de los yanomami: las celebridades de la era del “bling-bling” –atuendo
ostentoso– que publicitan la joyería de lujo a la vez que se declaran
defensores de la protección de la Amazonia y sus habitantes.
Angelina Jolie,
Beyoncé y Shakira, por ejemplo, todas identificadas con campañas de defensa de
los derechos humanos, han promocionado joyas de la marca brasileña de lujo
HStern, la multinacional joyera con sede en Río de Janeiro.
Según fuentes de la
policía federal brasileña citadas en una investigación de Repórter Brasil,
HStern se ha visto involucrada en el tráfico de oro extraído ilegalmente del
territorio yanomami.
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