PERÚ ROTO
Dos
versiones contradictorias de una realidad compleja
DAVID GUZMÁN JÁTIVA
Manifestante
protesta frente a la policía, en una de
las calles principales de Lima.
Pedro Castillo disolvió el Congreso, y al poco fue destituido por el mismo Congreso y apresado por orden de la Fiscalía. A partir de ese día, 7 de diciembre, Perú se convirtió en un país en el que parecen instalarse dos versiones contradictorias de la realidad.
La versión de Dina Boluarte, sucesora de Castillo, así como de la mayoría de los medios de comunicación, consiste en señalar la ilegalidad en la que incurrió Castillo. Aunque uno de sus antecesores, Martín Vizcarra, también disolvió el Congreso, lo habría hecho con apego a la ley. Además de la disolución del
Congreso, Castillo
estaba siendo acusado de actos de corrupción, realizados por su entorno más
próximo y bajo su conocimiento. El Congreso había intentado la destitución de
Castillo en dos ocasiones y la Fiscalía había conseguido la colaboración de
unos cuantos delatores eficaces para iniciar un proceso contra el presidente. A
los pocos días de la destitución del que fuera maestro rural de Cajamarca –una
de las regiones más pobres del país–, uno de los canales de la televisión
abierta de Perú lo acusaba de ser el líder de una organización criminal. Algo,
al parecer, inconcebible hace apenas unos pocos días. La prensa, como por
ejemplo el diario La República, no logra explicarse lo que ha hecho Castillo.
¿Por qué disolvió el Congreso sin que existiera una real amenaza de destitución?
“Ha sido una locura”, es lo que llega a afirmar Mirko Lauer, principal
editorialista de La República, poeta y director de la revista literaria Hueso
Húmero.
La Deutsche Welle
entrevista una noche a uno de los hombres más cercanos a Castillo. Guido
Bellido se irrita y termina por irritar a la periodista, a la que acusa de
tergiversar la realidad. Es difícil aceptar la acusación de Bellido, pues la
Deutsche Welle difícilmente tiene un interés directo en lo que sucede estos
días en Perú. “Creemos que Castillo fue drogado, por eso dio ese mensaje”,
declara Bellido, quien fuera primer ministro de Castillo al inicio de su
mandato. La explicación o justificación de que Castillo ha sido víctima de
algún tipo de droga resulta increíble. Cómica, en realidad, pero tampoco
imposible, en la medida en que Castillo, en los dieciséis meses de gobierno
tuvo setenta ministros, uno nuevo cada seis días. Además, en lugar de ampliar
su círculo, fue cerrándose cada vez más en torno al grupo partidista que lo
llevó al poder, Perú Libre, sobre el que pesan serias acusaciones de
representar el ala política de Sendero Luminoso.
Esta ambigua
vinculación de Castillo con el senderismo explica la violencia con la que han
sido reprimidas las protestas, y que han dejado ya al menos 46 muertos
¿Quién es Pedro
Castillo?, le pregunto a Nicanor Alvarado, profesor de la Universidad de Jaén y
activista social. “Es un maestro rural y rondero. Se presentó como candidato a
alcalde de Anguía en 2002 por Perú Posible, sin éxito. Luego escaló posiciones
en un sindicato de maestros que desafiaba al sindicato oficial, dominado por el
partido comunista Patria Libre. Fue entonces cuando se convirtió en un
personaje de alcance nacional, al dirigir una huelga de maestros en el año
2017”.
Ser rondero
significa pertenecer a una organización campesina, de importancia nacional, que
desde hace treinta años defiende las tierras y los intereses de los campesinos.
Durante los años del terrorismo de Sendero Luminoso, los ronderos enfrentaron a
los “terrucos”, a veces en colaboración con el ejército. Castillo, además,
nació y se convirtió en rondero en la región de Cajamarca, provincia del Chota,
donde esta organización tiene su lugar de origen.
Romeo Grompone
escribe en El profe sobre el sindicato que llegó a encabezar Castillo: “El
Comité Nacional de Reorientación y Reconstitución del SUTEP (Conare) es
identificado como un brazo político de Sendero Luminoso. Sin embargo, la
mayoría de maestros que integran el Conare se deslindan de esta última organización
y sostienen reivindicar una agenda particular de demandas relativas a su labor
como docentes promoviendo mecanismos participativos y democráticos”. Esta
ambigua vinculación de Castillo con el senderismo explica, de alguna forma, sin
justificarla, la violencia con la que han sido reprimidas las protestas en
contra de la destitución de Castillo y que han dejado ya al menos 46 muertos en
un mes.
En un semanario
como Hildebrant en sus Trece, dirigido por el periodista del mismo apellido, se
cita el testimonio de un fotógrafo que es testigo presencial de la represión
que tiene lugar en la ciudad del Cuzco. “El ejército permitió que la multitud
entrara al aeropuerto, y cuando estuvo adentro, comenzó a disparar. No hubo
enfrentamiento, fue una emboscada”. La sangre fría con la que han actuado Dina
Boluarte –quien fuera vicepresidenta de Castillo– y las Fuerzas Armadas se
puede explicar en la medida en que este gobierno cívico-militar, como lo
denomina Hildebrant, no se está enfrentando al castillismo, o a los maestros
rurales, o a los pueblos indígenas, sino a lo que posiblemente consideran un
rebrote de Sendero Luminoso. ¿Podría explicarse de otra manera la violencia
inaudita que se ha desatado contra la gente indefensa? ¿Es auténtica la amenaza
de un retorno de Sendero Luminoso? Para contestar una pregunta tabú como esta
quizá debamos hacernos otras preguntas.
Todos los
expresidentes de Perú han sido acusados de corrupción, sobre todo por sus
relaciones con el caso ‘Lava Jato’, de Brasil
¿Cómo llegó Castillo al poder?
Perú es un país
emblemático de América Latina: una democracia precaria, como señalan Romeo
Grompone e Isabel Remi. No obstante, durante los últimos veinte años ha vivido
una continuidad democrática sin rupturas. Tras la destitución de Fujimori en
2000, han gobernado Alejandro Toledo (2001-2006), Allan García (2006-2011),
Ollanta Humala (2011-2016) y Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018). Todos los
expresidentes de Perú han sido acusados de corrupción, sobre todo por sus
relaciones con el caso ‘Lava Jato’, de Brasil, que tenía como principal
protagonista a la constructora Odebrecht. Kuczynski renunció al convertirse en
objeto de acusaciones; le sucedió Martín Vizcarra, quien disolvió el Congreso
después de que éste no diera el voto de confianza a su gabinete en dos
ocasiones, lo cual permitiría al presidente convocar nuevas elecciones
parlamentarias. El nuevo Congreso destituyó a Vizcarra: durante apenas cinco
días gobernó Manuel Merino, quien fue reemplazado por Rafael Sagasti en
noviembre de 2020. En marzo de 2021 Pedro Castillo pasaba a segunda vuelta con
el 18% de los votos y debía enfrentar a Keiko Fujimori, que había llegado con
el 13% de votos. Sin embargo, apenas unas semanas antes de la elección, poca
gente identificaba a Castillo entre las 18 candidaturas que se disputaban
llegar al palacio de Pizarro.
Al parecer,
Castillo contó con dos cosas a su favor: su ola de popularidad llegó justo en
la semana en que se realizaban las elecciones de primera vuelta. De haberse
realizado una semana después, a lo mejor ganaba otro candidato. Además, había
llevado a cabo una campaña cara a cara en medio de las restricciones por la
pandemia; es decir, se reunió con maestros, campesinos, ronderos, indígenas, en
mítines por la costa, la sierra y la selva. Esta cercanía puede explicar en
cierta forma su voto duro, además de que las protestas hoy tengan su base en
las zonas campesinas e indígenas, sobre todo del sur del Perú. También cabe
señalar que mucha gente se identificó con Castillo por considerarlo un semejante,
un igual: “Es uno como nosotros, sabe por lo que pasamos”, llega a decir una
maestra rural entrevistada por Graciela Camacho y Paola Sosa-Villagarcía.
Esta cercanía con
el peruano común y corriente, esta familiaridad con la mayoría de peruanos, explica
el rechazo que ha sufrido Castillo por parte de la élite económica y política
que gobierna el Perú. Castillo era un extraño en Lima. Dice Chillico, cronista
y caricaturista de Cuzco: “Hay una expresión de hartazgo del pueblo peruano
frente a la derecha bruta y achorada que no quiere soltar la mamadera del
poder”. El Facebook de Chillico acababa de ser cerrado, y al buscarlo encuentro
en su nueva cuenta de Facebook apenas tres publicaciones: en una de ellas está
Dina Boluarte con las manos manchadas de sangre y vestida con pantalones y
botas militares.
El gobierno de Castillo y su caída
La elección que
llevó a Castillo al poder ha sido comparada con la que enfrentó a Mario Vargas
Llosa y a Alberto Fujimori. Es decir, una elección muy polarizada, en la que
Castillo ganó por apenas 44.058 votos, una diferencia de apenas un 0,15%
respecto a Fujimori. “En realidad –explica Aldo Hermenegildo, periodista de
Global TV, de Lima–, Castillo no llegó a topar ningún interés, no hizo ninguna
ley, no hizo nada… Los revolucionarios de salón lo abandonaron cuando él no les
quiso dar lo que querían… y la derecha terminó por arrinconarlo”.
Pedro Castillo
llega al poder en una situación política y social muy conflictiva: la pandemia
de coronavirus significó un retroceso económico de treinta años para la mayoría
de peruanos. Es decir, volvieron a un estado de cosas similar al de los años
90. Cabe señalar que Perú es uno de los países que se benefició con la
globalización.
La globalización
significó para Perú la presencia de multinacionales mineras y el desarrollo de
la explotación agrícola orientada a la exportación
Escriben Travelli y
Gil: “La reducción de la pobreza en el Perú ha sido imponente. Se pasó de más
de 55% de pobreza monetaria en 2004 a 20% en 2018. Básicamente, se transitó de
un país donde la mayoría de peruanos vivía en situación de pobreza a uno donde
la mayoría vive en una situación de no-pobreza”. Y añaden a continuación:
“Entre 2001 y 2017 la economía peruana más que duplicó su tamaño, y, según
datos del BCRP (Banco Central de la República del Perú), lo mismo sucedió con
el producto per cápita, con una desigualdad decreciente (al menos entre la
clase media y los hogares más pobres)”.
La globalización
significó para el Perú la presencia de multinacionales mineras –chinas,
canadienses, mexicanas– y el desarrollo de la explotación agrícola orientada a
la exportación. Estos sectores crecieron fabulosamente, de manera paralela al
aparato estatal y a la mediana y pequeña empresa que en Perú tiene sobre todo un
carácter informal. Cabe apuntar que es en los sectores medios y bajos donde la
pandemia del coronavirus impactó con mayor agresividad justamente por el
carácter informal de su economía, que debe llevarse a cabo casi siempre en la
calle y que exige el contacto personal: la pandemia provocó más de 200.000
muertos, una de las cifras más altas por cada cien mil habitantes, tomando en
cuenta que Perú tiene una población de 33 millones.
Podría señalarse
que Castillo no pudo gobernar para esa clase golpeada por el coronavirus y
tampoco pudo enfrentar la oposición de derecha, encarnada en gran medida en los
medios de comunicación. “Castillo les quitó la publicidad estatal –dice Aldo
Hermenegildo–. Además… el Congreso iba a utilizar otra figura para destituirlo,
la de suspensión… sólo necesitaba 65 votos de los 110”. Eso explicaría, en gran
medida, la aparición de Castillo en televisión, diciendo que iba a disolver el
Congreso y que iba a intervenir en la justicia y a convocar a una Asamblea
Constituyente…
La confusión
política y la crisis social parecen alentar la resurrección de un fantasma y la
aparición de un actor influyente en la vida política peruana: las Fuerzas
Armadas
¿Y ahora?
Castillo llegó a la
presidencia en uno de los momentos más difíciles y complejos de la historia
reciente del Perú. Similar, como han señalado algunos comentaristas, a fines de
los años ochenta, cuando el país estaba quebrado económicamente por una
terrible hiperinflación y Sendero Luminoso ganaba territorio. El “terruqueo”, del
que fue objeto Castillo, es decir, las acusaciones de simpatía por el
senderismo, y el rechazo social y cultural que provoca en las élites políticas
y económicas hicieron imposible su gobierno. Asimismo, su incapacidad probada
para rodearse de gente capaz y limpia de toda sospecha empeoró la situación.
Para rematarla, las acusaciones de corrupción parecen estar bien fundadas,
aunque responden a montos irrisorios, ridículos: “40.000 soles recibió Castillo
por entregar la dirección de PetroPerú”, apunta un número de Hildebrant de
noviembre pasado. ¡40.000 soles! Unos diez mil euros…
La confusión
política y la crisis social y económica parecen alentar la resurrección de un
fantasma bastante real, el senderismo, y la aparición de un actor que ha sido
gravitante en la vida política peruana: las Fuerzas Armadas. Escriben Romeo
Grompone e Isabel Remi en relación con la democracia peruana del siglo XX: “El
otro actor en disputa eran las Fuerzas Armadas. Se trataba de una especie de
democracia bajo tutela, en la cual todos los actores reconocían que los
militares podían intervenir si consideraban que las medidas resultaban muy
reformistas o que se estaba siendo muy permisivo con la agitación social”.
El poder ha
retornado a las manos de siempre, pero al costo de lo que parece una fractura
social
Dice Aldo
Hermenegildo sobre los actos criminales de Sendero Luminoso: “No han reconocido
sus crímenes. No los han pagado”. Aunque Alberto Fujimori está preso por
corrupción –por el caso de los Vladivideos, la compra de congresistas y
periodistas–, los años de guerra contra Sendero Luminoso dieron lugar a excesos
brutales de la fuerza pública, a la creación de grupos paramilitares que
actuaron con total impunidad. Los años de la violencia dejaron 70.000 muertos.
La memoria obstinada todavía exige justicia. ¿Podrá encontrar justicia en un
gobierno que se ha manchado de sangre a los pocos días de comenzar?
La crisis social y
económica en Perú entregó el poder a un personaje inédito. Hoy mismo, el poder
ha retornado a las manos de siempre, pero al costo de lo que parece una
fractura social. Un momento en que se rompen los acuerdos de convivencia.
En La ciudad y los
perros, Mario Vargas Llosa recrea la vida de unos cadetes en el colegio militar
Leoncio Prado. El antihéroe del libro, el Esclavo, es un personaje perseguido y
odiado por los cadetes fuertes y cínicos, como el Jaguar. Al final, el Esclavo
muere –lo mata el Jaguar– y nadie se ocupa más de él…
Los militares
siguen siendo el poder tras el poder: los únicos capaces de recomponer la
convivencia mediante el autoritarismo y el miedo. Que lo diga Varguitas, si no.
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