jueves, 12 de enero de 2023

LA DESERCIÓN

 

G O Z O

PROPOSICIONES

Cuento de

LA DESERCIÓN

Fragmento 

José Rivero Vivas

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José Rivero Vivas

LA DESERCIÓN – Obra: C.03 (a.03) – Cuento –

Ilustración de la cubierta: Cinco bañistas en el mar

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

Berlin, Brücke-Museum.

(ISBN: 978-84-18902- 36-9) – D. L.:TF 219-2022 –

Ediciones IDEA, Islas Canarias. (Año 2022)

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José Rivero Vivas

GOZO

PROPOSICIONES

Cuento de

LA DESERCIÓN

(Fragmento: Págs. 48-52)

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Sin embargo, yo no veía nada malo en ello. Papá era papá, y tenía potestad para castigar a su esposa y su hija. En fin, creo que, dentro de todo, no era malo. Malo, por su calidad, era el vino, que lo disparataba y lo impelía a comportarse salvajemente.

Papá se levantaba el hombre más bueno del mundo: cada día siguiente no se acordaba del desafuero cometido la noche anterior, por olvidadizo que era respecto de su conducta. Incluso nos hablaba afablemente. No sé, era algo que no entendía; aquella crueldad que mostraba por la noche y su amabilidad a la mañana siguiente me llenaban de estupor. Infinitas veces me pregunté por la causa de aquellas palizas que daba a mamá, aunque vine a saberlo después, cuando comenzaron mis divagaciones; todos sus actos cobraron entonces claro significado. Vi su motivo de regresar a casa tan tarde y pasársela alegando con aquella voz suya, enronquecida por el alcohol y la vida misma. No recuerdo quién, de jovencita yo, estuvo explicándome cosas que ignoro... ¿Quién fue?... ¿Don Floro?...  Sí, él fue. Decía que si sadismo, que si masoquismo, que si desviacionismo, que si... Bueno, un tostón. Pero yo, más tarde, llegué a la conclusión de que todo se debía a la insatisfacción que papá sentía porque mamá no le suponía bastante.

Papá era casi hermoso en su repulsivo aspecto de borracho crónico. Era hombre que, por su porte, merecía algo más que mamá, mujer enclenque y, en cuanto hembra, poco valiosa. La vida, sin embargo, nos junta a unos y otros según los posibles de cada cual. Por tanto, para mi padre, mamá suponía un apaño a su fuerte fisiología; de aquí las palizas que le pegaba: había una necesidad en él de saciar en aquella pobre criatura sus deseos de venganza hacia naturaleza y sociedad, condenadoras ambas de su espíritu alborotado. Era comprensible su actitud. A más de cuatro ocurre igual; no sólo a papá sucedía este fenómeno. Numerosos son los hombres que sufren análogo complejo; en su mayor parte, son pobres, porque ser pobre es una desgracia tremenda. Pasan la vida encadenados al diario esfuerzo de malganar su pan, abucheados por encargados y maltratados por jefes y patronos; luego, de regreso al hogar, ni una compensación: sólo les corresponden mujeres feas y flacas, e inclusive son despreciados por ellas. No comprendo cómo los hombres soportan estas cargas que pesan sobre su sino. Mil veces que me asome a la ventana, mil adefesios que veo pasar, mujeres deformes y desgarbadas por las dificultades que les presenta la vida. Casi no llega a un uno por ciento el ejemplar lindo y apetitoso; eso, exteriormente, que, después, en su trato, vaya usted a saber: a lo mejor es una tonta y una pazguata que, si la acuestan, ni el colchón se queda tan quieto. Bien mirado, es una penitencia insufrible. No entiendo cómo ellos distraen su tiempo en un conformismo tan abstruso como absurdo. Sobre todo, que después se dejan matar por temas que no les van ni les vienen, como eso de ideal, creencia, género humano y... no sé qué otras palabras que suelen usarse sin más. Unos tontos me parecen. A no ser que toda esa quincalla, fantochería o comedia, conduzca a lo mismo: ser grandes, ser poderosos, ser únicos y deslumbrar los bellos ejemplares del sexo femenino, con el fin de rendir su voluntad y hacer que voluntariamente se entreguen. De este modo lograrán poseer ese uno por ciento, o por mil, que destaca entre la masa informe  -masa sexiforme ella misma- que huele a menstruo y colonia.

El uno por mil para papá, así como para sus contemporáneos del barrio, era doña Mercedes, la mujer de don Floro, que vivía en la casa grande, frente, aunque más abajo, del cuchitril que nosotros ocupábamos.

-¡Qué buena estás, Merche!...

Le oí decir muchas veces, de niña, cuando doña Mercedes, en bata o bien vestida, pero siempre guapa, se asomaba al balcón de su casa. Papá se clavaba en la puerta, mira que te mira por el postigo, mientras con su mano buscaba algo en el bolsillo del pantalón. Años después, siendo ya una mujercita, al pasar por la calle, oía también a los hombres decir:

-¡Buena está la niña!

Pero no los entendía. Fue más tarde, a raíz de comenzar con mis divagaciones, cuando me sonrojé delante de Gumersindo, el de la tienda, viejo y todo que era.

-Qué buena estás, Rosa... -me dijo, simulando un tonillo de pregunta.

Antes, le daba siempre las gracias, creyendo que se interesaba por mi salud. Aquella vez, después de empezar a divagar, quedé roja como la grana. Él lo advirtió, y ya no volvió a decírmelo; me miraba por debajo de sus lentes, relamiéndose goloso y glotón, como con ganas de zumbarme una buena zurra, volcando codicioso su lascivo deseo. También él padecía su fracaso y su estúpido fraude sexual. Por eso, en condición de pobre, es preferible ser mujer: siempre se tiene la posibilidad de adquirir y poseer un bello ejemplar. Era el caso de mamá; de aquí su vivir dichoso. A pesar de las palizas recibidas, era feliz con el hombre que le tocó en suerte, el que colmaba sus anhelos, bien que ella fuese una frustración más: carga o castigo para el sexo masculino. Debe de ser una tristeza acongojante comprobar que no se alcanza el ideal femenino... No, no; más que tristeza supone desesperación. La verdad sea dicha, hay mujeres realmente desmirriadas, sin muslos ni pechos, sin caderas, sin garbo y hasta sin sonrisa; así que, su fracaso se comprende. Incluso la mirada tiene que ser de hembra fresca y lozana, apetitosa y deseable. Si no, ¿cómo satisfacer al hombre, que más se sacia en la idea de nuestra belleza y plenitud que en el manoseo por gozar el placer? Sin duda, es terrible. Nosotras, las mujeres, tenemos más poder ilusorio, y si el hombre muestra una pizca de imaginación, casi logra engrandecerse a nuestros ojos y cobrar figura de Apolo presente. ¡Qué caray!... ¿Cuánto no sufrirán esos muchachos, vistosos y atractivos, poderosos físicamente, de aspecto valioso, que su condición social contrarresta, observando que su ideal se esfuma, se va, se pierde, se quimeriza y se convierte en imposible actualidad?

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José Rivero Vivas

GOZO

PROPOSICIONES

Cuento de

LA DESERCIÓN

(Fragmento: Págs. 48-52)

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José Rivero Vivas

LA DESERCIÓN – Obra: C.03 (a.03) – Cuento –

Ilustración de la cubierta: Cinco bañistas en el mar

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

Berlin, Brücke-Museum.

(ISBN: 978-84-18902- 36-9) – D. L.:TF 219-2022 –

Ediciones IDEA, Islas Canarias. (Año 2022)

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Tenerife

Islas Canarias

Enero de 2023

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