"LA DUDA ESTÁ AHÍ"
ANA PARDO DE VERA
"Tras las elecciones andaluzas, [Pedro Sánchez] se ha lanzado al control de Indra, al control del Tribunal Constitucional, y al control del INE. En cuatro días, Indra, el Tribunal Constitucional y el Instituto Nacional de Estadística. ¿Por qué? Porque ha perdido las elecciones en Andalucía. El presidente Sánchez no sabe perder. Se han dicho de él muchas cosas, pero reacciona mal cuando quiere. Mire, el CIS hace las encuestas electorales, el INE el censo e Indra cuenta los votos". Estas declaraciones -que al día siguiente fueron matizadas, pero nunca corregidas por la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra ("La duda está ahí")- son de Esteban González Pons, vicesecretario institucional del partido que lidera Alberto Núñez Feijóo.
Las palabras -en
absoluto inocentes- fueron pronunciadas no hace mucho, a finales de junio de
2022, y aprovechaban los cambios que la Sociedad Estatal de Participaciones
Industriales (SEPI) había hecho en su accionariado para dar al presidente
actual, Marc Murtra, el poder ejecutivo que sus antecesores han tenido con
otros gobiernos de PP y PSOE, para sembrar dudas sobre el funcionamiento de los
siguientes procesos electorales, esto es, los de 2023 que tenemos a la vuelta
de la esquina. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) descartó el
mes pasado que se hubiera vulnerado norma o recomendación alguna, pero qué más
da, el campo está abonado con un bulo más: el de la manipulación de las
elecciones por parte de Pedro Sánchez... si pierde la (ultra)derecha.
No sé si les suena
-si me permiten la retranca- el argumentario de Donald Trump en EE.UU. o Jair
Bolsonaro en Brasil sobre la impugnación de los resultados cuando se han
perdido los comicios, aunque la sombra de la duda no se extiende el mismo día
que éstas, sino mucho antes. Se avisa a los votantes propios de que el proceso
puede no ser limpio por culpa de las malas artes del contrario -que suele ser
rojo, comunista, socialista y, en España, independentista- y, por tanto, se
pueden perder las elecciones aun habiéndolas ganado.
Un ejemplo: "Y
cuando vemos cómo ha actuado [el Gobierno] con el CIS, con el INE, nos
preguntamos para qué. Porque Indra tiene una labor importante en lo que tiene
que ver con los procesos electorales. Y el Gobierno debe dar explicaciones de
por qué da estos pasos y cambia a los consejeros independientes. Porque la duda
está sin duda ahí". Y otro: "Algo se está moviendo en Indra y debería
preocupar a los españoles de buena fe". Las falsas insinuaciones -muy
directas- son de Gamarra, otra vez, y de Feijóo hace seis meses, no vayan a
creer que son de Santiago Abascal o de Iván Espinosa de los Monteros, de Vox.
Incredulidad ante
el discurso de Feijóo sobre
Incredulidad ante
el discurso de Feijóo sobre "las mayorías": "Para ser candidato
a presidente no tiene muy claro el funcionamiento de la democracia"
Se empieza llamando
"ilegítimo" al Gobierno, una y otra vez; se ignora la soberanía
popular porque no te favorece para reformar el Poder Judicial conforme a la
Constitución; se advierte sobre que en España no hacen las leyes las mayorías,
sino las minorías, y se extiende la sospecha sobre los resultados electorales
porque Indra se encarga de centralizar los datos de la mayoría de urnas
electorales en nuestro país, aunque resulte técnicamente imposible -y el PP
miente a sabiendas- alterar un escrutinio, ya que no es Indra quien hace el
recuento de votos.
Los estudiosos del
fascismo suelen señalar que el mayor peligro de este movimiento antidemocrático
no está en su liderazgo ni en su militancia siquiera, por mucho ruido que haga,
sino en las complicidades que se establecen con sectores e instituciones que se
mueven -o dicen moverse- en parámetros democráticos, véanse los partidos de
derechas, la monarquía, los tribunales, las fuerzas y cuerpos de Seguridad o la
jerarquía católica durante el franquismo en España, que arrastraron a millones
de ciudadanos/as hacia el golpismo y la dictadura con su silencio, sus
bendiciones, sus comportamientos miméticos y su connivencia con la ultraderecha
para mantener el poder.
Por más que Felipe
González tache de ridículas las comparaciones entre Brasil, EE.UU. o España, y
admitiendo especificidades que las hacen imposibles en muchos ámbitos, la
estrategia de los nuevos fascismos no es nueva en ninguno de estos países; tampoco
en Italia (donde gobiernan), Francia o Alemania (¿Ya nos hemos olvidado de la
desarticulación hace solo un mes de los ultraderechistas Reichsbürger?) Basta
bucear un poco en las hemerotecas -no digamos en las redes sociales- para saber
qué piensan y qué pretenden los fascistas, cómo comparten asesores y
pseudoideologías antidemocráticas y negacionistas, racistas, xenófobas,
nacionalistas y/o machistas. Pero sobre todo, basta con revisar la hoja de ruta
del PP en la oposición para saber que, sea quien sea su líder, tiene que
gobernar España; y si para eso ha de aliarse con su escisión Vox, que a su vez
se alía con Trump o Bolsonaro, y acariciar sus mismas ideas, lo hace. Lo que
venga después es nuestro problema.
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