jueves, 12 de enero de 2023

CUCA GAMARRA Y EL “FASCISMO ETERNO” DE UMBERTO ECO

 

CUCA GAMARRA Y EL “FASCISMO ETERNO” DE UMBERTO ECO

Puesto que a la señora Gamarra le gusta comparar lo que ocurre en España con otros países iberoamericanos, resulta oportuno hacerle la siguiente pregunta: ¿Hay alguien que pueda equiparar las conductas de los ciudadanos de Catalunya acudiendo a unas escuelas a depositar una papeleta en una urna con la violencia de los energúmenos de este domingo?

JAVIER PÉREZ ROYO

La secretaria general del Partido Popular y portavoz del

PP en el Congreso, Cuca Gamarra.

“No sé definir la pornografía, pero, cuando la veo, la reconozco”. Son las palabras del juez de la Corte Suprema de EEUU Potter Stewart, por las que es recordado más allá del ámbito judicial o académico. Las pongo en conexión siempre que las recuerdo con las palabras de Iñaki Gabilondo en la primera entrevista en la que le preguntaron por Vox. “He vivido casi la mitad de mi vida bajo el Régimen del General Franco y reconozco al franquismo en cuanto lo veo”, respondió Iñaki. Vox es franquismo, esa forma singular española de expresarse el fascismo “originario” o “eterno” en los términos en que lo caracterizó Umberto Eco (Los 14 síntomas del fascismo eterno; CTXT, 16/01/2019).

 

“Las apariencias engañan”, dice un conocido refrán. Justamente por eso, es necesaria la ciencia, añadiría Carlos Marx. “Si la forma de manifestación de los fenómenos económicos en la superficie de la sociedad coincidieran con la determinación interna de los mismos, la ciencia sería superflua”. La ciencia es necesaria porque las cosas no son lo que parecen. Esto es conveniente recordarlo de manera permanente, especialmente en esta época de “posverdad” y de bullshit. Sin ciencia no es posible la democracia como forma política.

 

 

Pero “no hay regla sin excepción” y hay determinadas manifestaciones de algunos delitos en los que las apariencias no engañan. La negación de las apariencias en estos casos son expresión de lo que Donald Trump y su gente defendían y defienden con su teoría de los “hechos alternativos”.

 

Viene a cuento esta introducción a raíz de las palabras de Cuca Gamarra sobre el asalto a las sedes de los tres poderes del Estado en Brasil. En España, con Pedro Sánchez, sería un caso de desórdenes públicos, vino a decir, como si la reciente reforma del Código Penal hubiera hecho desaparecer el delito de rebelión de nuestro ordenamiento y hubiera tipificado como desórdenes acontecimientos como el asalto al Capitolio en Washington el 6 de enero de 2021 o el asalto a las sedes de los tres poderes del Estado en Brasilia este pasado domingo. 

 

Por esta razón, las palabras de Cuca Gamarra, salidas directamente de Génova 13 y utilizando el canal oficial del PP para transmitirlas, no son solamente indecentes, como las ha calificado Joan Baldoví, sino que son una forma de manifestación del “fascismo originario” o “fascismo eterno” tal como lo caracterizó Umberto Eco.

 

Pero, puesto que a la señora Gamarra le gusta comparar lo que ocurre en España con lo que ocurre en otros países iberoamericanos, como Brasil ahora y Venezuela antes, me parece que resulta oportuno hacerle la siguiente pregunta: ¿Qué tienen que ver las imágenes de Brasil que ha visto todo el mundo este pasado domingo con las imágenes del 1 de octubre de 2017 en Barcelona? ¿Hay alguien que pueda equiparar las conductas de los ciudadanos de Catalunya acudiendo a unas escuelas a depositar una papeleta en una urna con la violencia de los energúmenos brasileños de este pasado domingo? ¿Todas pueden ser calificadas como constitutivas del delito de rebelión? ¿Lo ocurrido en Catalunya el 1 de octubre de 2017 tiene la misma naturaleza que lo ocurrido en Washington el 6 de enero de 2021 o en Brasilia este pasado domingo?

 

Porque los miembros del Govern y de la Mesa del Parlament y los presidentes de Omnium y la ANC fueron procesados por el delito de rebelión, aunque al final fueran condenados por el delito de sedición. Pero la calificación como delito de rebelión fue la que dominó todo el proceso. La que permitió que permanecieran durante el desarrollo del mismo en prisión. La que permitió que se les aplicara el artículo 384 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para dejar en suspenso su condición de parlamentarios ganada en las urnas. La que permitió al Tribunal Supremo torpedear la sesión de investidura en Catalunya en más de una ocasión. Y varias más que no es necesario reseñar en un artículo como este.

 

La monstruosidad de esa calificación penal y el desarrollo de todo el proceso con base en dicha calificación es lo que la comparación de las imágenes de Barcelona del 1 de octubre de 2017 con las imágenes del asalto al Capitolio en Washington, para impedir la certificación de un resultado electoral, o con las imágenes de Brasilia, para incitar al ejército a intervenir, pone de manifiesto.

 

Esto es lo que resulta escandaloso y no la desaparición del delito de sedición de nuestro ordenamiento, de donde debía haber desparecido hace muchos años. Porque el delito de sedición es un delito predemocrático, que carece de sentido en el siglo en que vivimos. No ha habido ni una sola condena por sedición en las democracias europeas después de la Segunda Guerra Mundial.

 

“España apesta a franquismo”, dijo Rafael Chirbes en su última entrevista en El Periódico pocos meses antes de morir. Esa peste a franquismo es la que reflejan las palabras de Cuca Gamarra sobre lo ocurrido en Brasil el pasado domingo. Que fue, además, la primera reacción oficial del PP, no desautorizada posteriormente por el presidente del partido, Alberto Núñez Feijóo.

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