ELORZA Y LAS NECESARIAS MOSCAS COJONERAS
ANA PARDO DE VERA
El exdiputado del PSOE y exalcalde de Donosti, Odón Elorza.
La militancia en un partido político debe de ser complicada. Ser candidato/a o cargo público en el ídem te parte en dos: por un lado, está lo que tú piensas -tus valores, tus prioridades, tus convicciones...-, y por otro, está lo que piensa el partido y ese interés suyo que pasa a ser superior; suelen coincidir, pero no siempre, y sí hay siempre unas líneas rojas que, si se traspasan, suponen un riesgo electoral, como mínimo, y una ruptura de las formaciones políticas, en los casos más extremos.
Odón Elorza
abandona su escaño por Gipuzkoa en el Congreso después de anteponer varias
veces sus convicciones a la línea pactada en el partido, por ejemplo,
últimamente, cuando el Gobierno de Pedro Sánchez cedió ante Marruecos su
defensa de la independencia del Sáhara a cambio de una seguridad migratoria -de
dudosa (un decir) humanidad- para nuestra costa sur -y la europea-. La defensa
del Sáhara como territorio soberano es una de esas líneas rojas para votantes,
militantes y -hasta hace poco- dirigentes progresistas, como la defensa de la
causa palestina contra el apartheid al que somete a este pueblo el Estado
israelí o la lucha por dar verdad, justicia y reparación a las víctimas
franquistas y a sus familias; de darles de una vez una memoria democrática.
Son líneas rojas
las citadas, digo, al menos en teoría, porque luego una llega al Gobierno y hay
que hacer algo que cortocircuita los ideales: hay que gobernar, y llegan la
política exterior y sus relaciones tan particulares, las políticas migratorias,
el rey (los dos, el emérito y el ejecutivo) en su urna blindada, bien
atornillado al trono y a la Constitución; llegan los cazadores manchegos, los
acuerdos fallidos con el principal partido de la oposición para renovar el
Consejo General del Poder Judicial donde te meten a Enrique Arnaldo en el
Tribunal Constitucional (TC) y tragas para nada; llegan los sindicatos
policiales espoleados por la (ultra)derecha presionando para que no derogues la
ley mordaza que hace impunes a los policías, ...
Elorza fue alcalde
de Donosti durante 20 años, de 1991 a 2011; tiempos muy duros. Recibió críticas
por todos los lados; en periodismo decimos que algo se hace bien cuando tu
independencia y coherencia te lleva a esas controversias, pero en política es
más fastidiado, sobre todo, si perteneces "al partido que de verdad manda
en España", como me recordaba no hace mucho Raúl del Pozo. Es cierto: pese
a avances lentos que hay que reconocerle al PSOE, si se mantiene el statu quo
del 78 con la monarquía como pilar nuclear, es gracias a los socialistas. O por
culpa de.
Cuando Pedro
Sánchez fue más de izquierdas que Podemos para recuperar el liderazgo del PSOE
frente a Susana Díaz, la candidata de centro-izquierda (¿?) de la vieja guardia
y el aparato, Odón Elorza se puso a su lado; de hecho, fue uno de los 15
diputados/as socialistas que rompió la disciplina de voto y se negó a
abstenerse para dar el Gobierno a Mariano Rajoy en 2016. Sánchez volvió al
liderazgo del PSOE y consiguió ser presidente, primero, mediante moción de
censura contra Rajoy; después, ratificado en dos convocatorias electorales en
2019.
Elorza fue
entonando sus discrepancias conforme avanzaba la legislatura y se convirtió en
eso que llaman un outsider los cursis y una mosca cojonera las realistas,
despertando más simpatías entre las bases del PSOE -siempre más a la izquierda
que sus dirigentes, como pudo comprobar Sánchez al reconquistar Ferraz- y de su
socio de Gobierno, Unidas Podemos, que entre diputadas, senadores, cargos
orgánicos y -no digamos- baronías del centro-izquierda (¿?): que si el emérito
corrupto tiene que ser investigado por el Congreso, que si los papeles
clasificados que afectan al GAL y al 23-F deben ser desclasificados, que a
quién se le ocurre aceptar a Arnaldo en el TC, que cómo se puede traicionar la
causa saharaui de esta forma y sin debatir/ avisar ... Demasiado para quien
aspira al debate pensado y pausado entre compañeros/as sobre el futuro del
partido y del país, llenos ambos de nubarrones en forma de autoritarismo y
trumpismo, tanto monta.
Los partidos
fuertes, bien implantados con tiempo, poso y raíces territoriales, tienen dos
tácticas fundamentales para tratar a los versos sueltos, acá moscas cojoneras:
los echan o los aguantan de dos formas, en función de si tienen poder (cargos
públicos) o no. En este último caso, los van arrinconando más o menos
disimuladamente, proyectando su imagen hacia fuera como la de un/una persona
que no representa el sentir general del partido. Es un error en todos los
casos, en mi opinión, la de quien su querencia por la disciplina de un partido
se asemeja a la que tengo por ingresar en un convento, aunque admiro la
vocación política (resalto política) como la de otros/as servidores públicos y
asumo que la disciplina orgánica antepone el interés del partido en su conjunto
al de los intereses de cada uno de sus integrantes. Con todo, sí creo que las
voces discrepantes que no actúan por objetivos de poder aportan riqueza al
debate interno, aunque este concepto, en los tiempos que vivimos, sea casi
utópico.
Las reflexiones de
Elorza están en su web, algunas también en Público (lo cual le agradezco de
corazón, confiando en que siga escribiendo); se puede estar de acuerdo con él o
no, pero sin duda, son textos que suman a un debate que la actualidad, el
tiempo electoral, las crisis globales,... nos están hurtando a todos, incluidos
los que nos gobiernan o aspiran a hacerlo. Lo de pensar y "hacer
pensar" ya venía de Sócrates, y tampoco es que nos sobren ni la coherencia
ni la experiencia ni el talento por ahí arriba.
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