LA PRENSA, ESA ADORMIDERA SOCIAL...
Unas
pocas palabras sobre el sentido de la comunicación de masas al hilo rosa de
Shakira, Piqué y la capacidad domesticadora de sus mediáticos asuntos
domésticos.
ALFONSO VÁZQUEZ ATOCHERO
Como la mayoría de ustedes, tengo la sangre roja y el corazón a la izquierda. Pero he de confesar mi pecado: en ocasiones veo “noticias” de Libertad Digital (perdón, dije noticias, ¡qué error por mi parte!). Pero es que mi corazón antropológico me inflige impulsos a los que no me puedo resistir; y a veces me siento tentado por conocer cómo piensan los que no piensan como yo (y también de aquellos que, ya estén a izquierda o a derecha, no piensan; así, directa y llanamente). Y una vez en marcha, prefiero, puestos a desarrollar el trabajo de campo, explorar la prensa en clave de humor en vez de la “seria”; así como si leyera el Jueves, no vayan a pensar mal. Que para ojear los productos sedimentarios de Marhuenda, Inda o mi tocayo Rojo, prefiero la opinión en clave chiste.
No obstante, no es
cuestión de arrojar sartenazos solo a uno de los lados. Hay un pecado mayúsculo
en los medios, y es que para alimentar la voz de su amo son capaces de generar
un conglomerado de mentiras y medias verdades que crean un complejo de
pensamiento ilusorio. Un ciclo de fantasía que posiciona a sus lectores en una
casilla fija del tablero de juego construyendo opiniones homogéneas e
inamovibles. Y el que se mueve de los perfiles enlatados y preestablecidos, no
sale en la foto y es repudiado. Incluso más que el adversario. Es decir, que
produce más animadversión aquel que no entra en el juego izquierda-derecha que
el acérrimo oponente en el constructo político. Eso forma parte de la perversa
lógica del sistema: aquel que no es mi amigo, es mi enemigo: divide et impera,
el divide y vencerás que usó Napoleón, por herencia de Julio César y que éste
trajo de la Grecia Clásica. En este aspecto pocos medios se libran de la quema,
ya que cada cual mira por su verdad, sin importar la verdad, como recoge el
mexicano Edgar Morín Martínez en “Prensa Inmunda. Breviario de engaños, crimen
y propaganda” (Grijalbo, 2022).
Y también de la
época clásica hemos heredado el gusto por el cotilleo. Aunque puede que sea
algo mucho más prístino en la historia de la hominización, donde el cotilleo ha
tenido un rol muy importante a la hora de cohesionar grupos al tener un poder
aglutinante. Así surge una tormenta perfecta que se puede aprovechar desde los
púlpitos mediáticos, partiendo de la premisa de que todo elemento social es
susceptible de ser manejado y manipulado. Hasta los asuntos más personales y la
vida privada de ciertos personajes sirven para llenar páginas de mediocridad.
En un contrato tácito, los nuevos bufones ―dicho con todo el respeto― de la sociedad
de la desinformación aceptan vender su privacidad como parte del pago a las
estructuras mediáticas para que éstas les den escenario y así ocupar el foco de
atención, lo que les permite seguir viviendo de vender “privacidad”. En fin,
vivir en un círculo vicioso del que se reniega pero del que no se quiere salir.
Con este material ya no es necesario inventar grandes tramas ni dramas: un poco
de chismorreo y la cortina de humo oculta la auténtica noticia a gran parte de
la opinión pública que se amansa bajo el enfoque de la cultura de la
celebridad.
Shakira está en un
proceso judicial por defraudar 14.5 millones. Piqué ha palmado 40 millones de
euros provenientes de la arcas públicas, a través de los inventos de su empresa
Kosmos
En estos días en
los que Shakira tira de mal gusto, las feministas se dividen entre la sororidad
acérrima del combate sin fisuras al patriarcado (encarnado en futbolista) y el hecho de que la colombiana denigre e
insulte a la pareja ―también mujer― de su expareja. No es una cuestión
sencilla, pero genera ruido mediático. No obstante y a fin de cuentas, la
diferencias de edades, gustos e intereses que puedan surgir más o menos
claramente en el trío amoroso en cuestión, no deja de ser una historia privada.
Dramas de alcoba que poco o nada deberían afectar a la opinión pública. Sin
embargo, todas las partes implicadas han sabido monetizar su participación en
el circo mediático. Pero no han hecho nada nuevo ni han sido originales.
Semanas antes, Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa también ponían fin a su
affaire bajo el atento foco de la “prensa” del corazón. Todos dolidos, todos
compungidos y cegados por un insoportable sesgo de autoservicio.
¿Qué tienen en
común ambas situaciones? ¿A qué viene incluirlas en esta columna? Por pura
ejemplificación del efecto adormidera que se recoge en el titular. Shakira está
en un proceso judicial por defraudar 14,5 millones. Piqué ha palmado 40
millones de euros provenientes de la arcas públicas, a través de los inventos
de su empresa Kosmos. Vargas Llosa también tuvo sus problemas con Hacienda ―más
modestos, un par de milloncejos― e Isabel fue investigada por la misma entidad.
Lo que cada uno de ellos haga en su vida privada, no debería ser muy
trascendente. Pero que se le dé cobertura mediática hasta tal punto que se
disuelvan y pasen de puntillas sobre sus villanías, es para preocuparse (sí,
Piqué nos debe un euro). Para despedirnos a la romana, ya saben, Panem et
circenses.
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