EL SOCIALISMO EUROPEO Y LA GUERRA EN UCRANIA
JUAN CARLOS MONEDERO
Oskar Lafontaine – Ami, it's
time to go –
Ein Buch vom Westend Verlag
Oskar Lafontaine fue un político en el que pensé mucho cuando empezó Podemos. El giro neoliberal del SPD, como en España con el PSOE, generó un enorme enfado social. Aún más cuando el acuerdo entre el SPD y la CDU, esto es, entre el principal partido de la izquierda y el principal partido de la derecha -la tantas veces referida Große Koalition- convertía a las elecciones en una suerte de fraude.
En España, ese
enfado terminaría metiendo buena parte de ese vapor social en un nuevo partido
que, pensábamos, sorpasaría al PSOE, lo que llevaría a una gran coalición entre
el PSOE y el PP. Ante esa unión, bendecida por la derecha y por los Felipe
González, Alfonso Guerra, el aragonés Javier Lambán, el castellano-manchego
Emiliano García-Page, los extremeños Fernández Vara y Rodríguez Ibarra, el asturiano Javier Fernández o la andaluza
Susana Díaz, el alma de izquierda del PSOE abandonaría ese partido que se había
echaba en brazos de la derecha. Y no la derecha democrática alemana, sino un partido
fundado por un Ministro de Franco que encarceló, torturó, exilió y fusiló,
entre sus cientos de miles de víctimas, a muchos socialistas.
Esos socialistas
con corazón socialista no se irían a su casa, sino que se incorporarían a un
Frente Amplio donde podrían, otra vez, volver a ser socialistas y dejar de
pasar bochorno en el PSOE. Ese escenario no llegó, aunque nunca ha terminado de
marcharse. Las circunstancias políticas, especialmente la fallida ejecución de
Pedro Sánchez y su consecuente podemización para ganar la dirección del partido
-aunque más cosmética que real, como demuestra la pelea hoy con Podemos cuando
insiste en que se cumplan los acuerdos de gobierno- han detenido, por ahora,
ese recorrido, que es el más lógico atendiendo al desarrollo de nuestras
democracias y el papel del bipartidismo. No olvidemos que la socialdemocracia
está prácticamente desaparecida en la Unión Europea.
Lafontaine fue
Ministro Presidente en el Sarre, el Land más industrializado de Alemania.
Perdió contra Helmut Kohl la Cancillería en las elecciones federales de 1990.
Acababa de tener lugar la reunificación de la RDA y la RFA y Kohl, un político
acorralado por la corrupción, encontró en la caída del Muro de Berlín la
oportunidad de su vida. Y la aprovechó. La guerra fría la había ganado Estados
Unidos y le venía bien en el gobierno de la nueva Alemania un político de
derechas, conservador clásico, sin muchos escrúpulos y con muertos en el
armario para representar en el escaparate alemán la derrota de la Unión
Soviética.
Lafontaine, ante el
giro neoliberal del SPD con Gerhard Schröder -otro amigo de Felipe González-, y
el giro belicista que había mostrado Alemania en la guerra de Yugoslavia,
abandonaría en 2007 el histórico partido de Willy Brandt, algo nada fácil para
un importante dirigente socialista en un partido de tanta tradición. Como él
mismo escribiría explicando su salida del partido:
"abandoné el
SPD porque se había convertido en un partido que, en contra de la tradición
socialdemócrata de Willy Brandt, promovía los salarios bajos, recortaba las
pensiones y los servicios sociales y apoyaba la participación de la Bundeswehr
[fuerzas armadas] en guerras que violaban el derecho internacional"
Lafontaine, con
madera de político, terminaría fundando y dirigiendo Die Linke -la izquierda-,
profundamente preocupado por la deriva de la izquierda alemana y europea. Una
deriva que terminaría afectando incluso a la izquierda poscomunista que,
incapaz de defender una política independiente respecto de la guerra de Ucrania
-terminó apoyando el envío de armas, igual que los verdes, un partido nacido
del pacifismo y la lucha contra la OTAN y las nucleares-, provocaría en 2022 la
salida de Lafontaine de Die Linke. A los perdedores honrados de la guerra fría
al menos les queda la dignidad.
Su libro más
reciente retomaba el viejo Yankee go home de los 60. Su título es Ami, it's time to go! Plädoyer für die
Selbstbehauptung Europas (Gringos, es tiempo de marcharse. Alegato por la
autoafirmación de Europa) (Westend Verlag, Frankfurt, 2022). Lo más destacable
del libro, que recupera el pacifismo que ha partido en dos al socialismo desde
1914, es que el que fuera Ministro de Finanzas de Schröder insiste en que el
peligro para Europa y el mundo no es directamente Alemania, como lo fue en el
primer tercio del siglo XX, sino Alemania como vasallo de los Estados Unidos.
La escalada bélica, autorizada por Alemania, nos lleva al desastre, mientras
EEUU recupera parte de su condición hegemónica.
Cada vez es más
evidente que el único beneficiario de la guerra en Ucrania son los Estados
Unidos, que ha logrado, sobre todo, desactivar la relación entre Alemania y
Rusia, paso previo a la desconexión de la Unión Europea con China. Como rezan
todos los documentos estratégicos militares navales, aéreos y terrestres del
ejército norteamericano.
Que la discusión en
España sea sobre la maldad de Putín es una conversación para idiotas. ¿O es que
acaso la extrema derecha, con la aquiescencia de la derecha, no ha cultivado la
amistad con el valeroso, viril y enérgico Presidente? En España, Santiago
Abascal, de VOX, se jactaba de la amistad con el autócrata ruso. Los mismos que
hoy braman sobre el autoritarismo del Presidente ruso -muchos de ellos amigos
personales del viejo oficial soviético- fueron los que dejaron enriquecerse a
sus empresarios -a los que la prensa occidental llama oligarcas, cosa que no
hace con los empresarios saudíes, cataríes, dubaitíes, emiratíes o de los
vendedores de armas norteamericanos o suizos-, los que callan antes las
barbaridades de Israel en Palestina o que, incluso, votan a favor del régimen
de Marruecos cuando compra y corrompe funcionarios en el Parlamento Europeo.
Toda la retórica
sobre el dolor de la invasión rusa de Ucrania -dolor auténtico y dolorosísimo-,
es falsa, porque si fuera sincera se defendería con la misma vehemencia en
todos los lugares donde un poderoso pisotea un derecho. Algunos dirán que la
diferencia es que nos pilla más cerca. ¿Más cerca que Marruecos? No. Mienten.
España apoya a Ucrania en esta guerra inútil igual que apoyó el Maidán, igual
que obró diplomáticamente para tumbar a los gobernantes ucranianos prorrusos,
igual que ha apoyado cada una de las expansiones de la OTAN hacia el este: por
obediencia a los Estados Unidos.
Claro que Ucrania
tiene derecho a defenderse. Defenderse aunque se haya comportado frívolamente
en el pasado pensando que porque tenía el apoyo occidental podía intentar
humillar a Rusia, defenderse aunque tenga a fascistas en su gobierno,
defenderse aunque estén cometiendo crímenes de guerra y aunque Zelenski sea un
dirigente que en una democracia plena quizá estuviera en la cárcel. Rusia ha
invadido Ucrania y eso le da todo el derecho a defenderse.
Pero cuando empieza
la guerra, por lo general se destierra la inteligencia. ¿Alguien cree que va a
haber una solución mejor que si la invasión no hubiera tenido lugar? ¿Alguien
cree que el acuerdo final, que llegará, será mejor que si la guerra no hubiera
tenido lugar? No. Lo mejor que le puede pasar a una guerra es que no ocurra, y
cuando ocurre, conviene que todas las partes tengan bien claros los argumentos,
porque si no es así, deben olvidarse de que los apoyos lleguen con rapidez.
A Ucrania le llegan
armas no porque tenga razón, sino porque la guerra en Ucrania es parte de la
guerra contra Rusia que es parte de la guerra contra China. Por eso no llegan
armas a los palestinos ni a los yemeníes ni a los kurdos.
Y si llegamos a la
conclusión de que la escalada bélica es una locura que solo puede crecer y crecer
¿qué se la ha perdido a Europa en esta contienda? ¿La defensa de los derechos
humanos? ¡Dejen de mentir!
Lafontaine deja muy
claro en el libro -publicado por la revista Der Spiegel- que a los Estados
Unidos les interesa que la guerra geopolítica contra China tenga lugar en
Europa. Como dice, crecen los políticos norteamericanos que incluso contemplan
el uso de armas nucleares en suelo europeo, porque eso liberaría al suelo de
los Estados Unidos de sufrir un ataque nuclear ruso.
En una entrevista
reciente con la periodista Carmela Negrete, Lafontaine resume su preocupación:
"En este
momento Estados Unidos es el gran ganador de la guerra de Ucrania. Es el
proveedor de armas en grandes cantidades a sus socios, como los alemanes y los
polacos; han desplazado de Europa el gas barato ruso y ahora pueden cumplir por
fin lo que deseaban desde hace años: vender su gas de fracking en Europa,
obtenido a través de técnicas muy perjudiciales para el medio ambiente. Y han
conseguido lo que Kissinger propuso hace muchos años: confrontar a Europa con
Rusia bajo el principio de "divide et impera" (divide y vencerás)
para asegurar su poder".
La virales
declaraciones de Laura Richardson, Jefa del Comando Sur de los Estados Unidos
son claramente extrapolables a la posición de EEUU en Ucrania. Estamos ante una
guerra por los recursos y por el control geopolítico frente a China:
"¿Por qué es
importante esta región? (...) "Con
todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, tienes el triángulo de
litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60% del litio del
mundo está en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile (...) las
reservas de petróleo más grandes, incluidas las de crudo ligero y dulce
descubierto frente a Guyana hace más de un año (...) los recursos de Venezuela también, con
petróleo, cobre, oro (...) "los pulmones del mundo (...) tenemos el 31%
del agua dulce del mundo -para concluir que a EEUU- le queda mucho por hacer (...) esta región
importa".
Mandar tanques
Leopard a Ucrania está en la misma lógica que mandar aviones y después mandar
ya directamente tropas. Es decir, entrar en una guerra declarada con Rusia. Lo
que implicaría el riesgo – como decíamos, ya sopesado en la política
norteamericana- de que por vez primera se usen bombas nucleares en suelo
europeo. Los que argumentan que estas medidas se hacen para defender la
libertad y la democracia tendrían que explicar por qué no se hacen en otras
partes del mundo. Repito: ojalá no hubiera existido la expansión hacia el este
de la OTAN, ojalá no hubiera existido el Maidán, ojalá no hubiera existido la
maldita invasión de Ucrania por parte de Rusia. Una vez que el mal está hecho,
la única manera de limitarlo es con diplomacia. Y claro que van a existir
perdedores. Entre ellos, todos los muertos y heridos. Pero cuanto antes acabe
la violencia, antes empezará la reconstrucción (donde las grandes empresas
están esperando para hacer otra vez grandes negocios). Porque en el fondo, la
guerra de Ucrania tiene que ver con los beneficios en la crisis del modelo
neoliberal y en la nueva reconfiguración geopolítica. Si EEUU estuviera tan
preocupado por los derechos humanos y por la democracia, empezaría por evitar
que cada día -cada día- sean asesinados por la policía en suelo norteamericano
tres personas. ¿Qué dirían los Estados Unidos si en algún país del mundo todos
los días tres ciudadanos norteamericanos fueran muertos en la forma en que
fuera?
La última razón
creíble sería: mandamos armas a Ucrania porque no somos un país soberano y nos
lo ha mandado los EEUU, igual que nos mandó que reconociéramos a Juan Guaidó
como Presidente de Venezuela. La verdad es que nos daría bochorno, pero por lo
menos sabríamos que no nos engañan. Y quizá, por esa sinceridad, el pueblo
español podría decidir si quiere mandar armas a Ucrania o no quiere hacerlo.
Porque si el miedo
ante las represalias de los Estados Unidos es de los políticos, que lo paguen
los políticos, no la ciudadanía.
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