LA DERECHA NO PELEA, LA DERECHA FACTURA
Losantos,
hombre sabio, sabe que Vox es el simpático joven rebelde dispuesto a quemarlo
todo, incluso los presupuestos de Ayuso, con tal de salir en la foto, pero que
el PP es papá llevando dinero a casa
GERARDO TECÉ
Federico
Jiménez Losantos, durante la emisión
de su programa.
Nadie insulta en España como insulta Federico. Es de justicia reconocerlo. Qué cadencia, qué entonación, qué cambio de ritmo en el uso del adjetivo, qué derroche de referencia histórica arriba y abajo para acabar llamándote “subnormal” de parte de Blas de Lezo y de la madre que lo parió. La izquierda debería reconocer de una vez por todas que, por facha que sea el hombre, da gusto verle asomar la cabecita por detrás del micrófono haciendo que el café parezca ir más cargado de lo que va. Cuando la izquierda reconozca esto y la derecha haga algún gesto en la misma dirección –no sé, reconocer que Bardem es un actorazo aunque sea más rojo que el gorro de Santa Claus– podremos empezar a hablar de consenso en este país. Mientras tanto, nada.
Sigue la reyerta
entre bandas de la derecha político-mediática con Losantos convertido en
francotirador principal. Entre insultos al vicepresidente de Castilla y León
–muerto al primer disparo, aunque aún no se lo hayan explicado–, amenazas
contra Iván Espinosa de los Etcéteras y denuncias contra la secta ultracatólica
El Yunque, vinculada a Vox, pasan los días que nos acercan a esas elecciones en
las que la apuesta empresarial es el PP. Así que Jiménez Losantos, el hombre
que insulta con la misma espectacularidad con la que miente –aún recuerdo el
entusiasmo y entrega con los que explicaba cómo Zapatero había pactado con la
ETA y los moros el atentado del 11M–, anda estos días asesinando a Vox en
directo con un nivel de efectividad que no es arriesgado apostar que será alto.
Explicaba bien Losantos, en uno de sus últimos arreones, que fueron él mismo y
su cadena quienes promocionaron a aquella orquesta de pueblo llamada Vox hasta
hacerla mainstream. No fue él solo, fueron muchos más, pero Losantos es Ana
Rosa Quintana sincera y desinhibida. Y tiene una autoridad especial. Porque era
el Vox de las décadas en las que Vox no existía. Era él quien señalaba desde
hace décadas a la derechita cobarde y también quien sembró entre el votante del
PP el argumentario que haría florecer a Vox. Fue él quien comenzó esa guerra
cultural consistente en que si tu vecino de izquierdas te daba los buenos días
en el ascensor, tú lo que tenías que hacer era responderle que la ETA. Él es
una autoridad en ese mundo ultra de whatsapps reenviados con consignas a seguir
y es él quien ha decidido asesinar a la representación política de todo eso.
Que no se confunda
nadie. El asunto no va de ideologías, ni de las propuestas de Vox sobre el
aborto, ni de una evolución personal del talibán de sacristía –así lo llamaba
Luis del Olmo– que acaba de descubrir ciertos derechos humanos que Vox podría
estar amenazando. No es nada de esto, es más sencillo. Se trata de un asesinato
por encargo. Un asesinato que empezó el día que Vox osó tumbarle a Díaz Ayuso
los presupuestos de la Comunidad de Madrid, al igual que el anterior gran
asesinato sucedió el día en que Pablo Casado tuvo la candidez de señalar los
trapicheos del hermanísimo de la presidenta sin tener en cuenta que él no
controlaba un presupuesto como el que Ayuso tenía a su disposición desde la
Presidencia de Madrid. “Mi empresa”, como llama el honesto Federico al medio en
el que trabaja, no acaba en el estudio radiofónico, ni tampoco en la pecera, ni
en el hall, sino que se extiende enraizando con la empresa matriz situada en la
Puerta del Sol y presidida generosamente por Díaz Ayuso como antes fue
presidida generosamente por Esperanza Aguirre. Esta guerra se explica porque,
en los últimos veinte años, los contratos del agredido PP de Madrid a los
digitales del entorno de Losantos han sido continuos y generosísimos, como
contaron en su momento los amigos de El Salto. Se explica porque Losantos,
hombre sabio, sabe que Vox es el simpático joven rebelde dispuesto a quemarlo
todo, incluso los presupuestos de Ayuso, con tal de salir en la foto, pero que
el PP es papá llevando dinero a casa.
En la derecha no
hay luchas ideológicas, sino contratos que repartir. Hay chiringuitos políticos
y mediáticos que compiten por el pastel. En esas estamos. Si Vox es capaz de
hacer de la lucha contra la ley de violencia de género el centro de su razón de
ser y luego aceptarla sin más al llegar al Gobierno castellano-leonés, Losantos
y el resto de medios beneficiarios son capaces de aupar a la ultraderecha de
Vox para luego matarla si la ultraderecha con acceso a adjudicaciones así se lo
pide. El mercado es cambiante. No verán ustedes, ni en esta reyerta ni en las
sucesivas, desangrarse a la derecha por cuestiones políticas como lo haría una
izquierda capaz de provocar crisis de gobierno por la altura óptima del
bordillo de las aceras. La próxima vez que saquen palomitas para presenciar una
pelea a navaja política en la derecha, recuerden que en la España empresarial y
mediática la izquierda es inquilina y la derecha es propietaria.
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