HISTERIA CONSUMISTA INSOLIDARIA
DAVID BOLLERO
La
histeria consumista es reflejo de insolidaridad. - EFE
Entramos en la tercera semana de guerra de Ucrania y se incrementan los temores de una III Guerra Mundial provocada, quizás, por un mero accidente en el lanzamiento de algún proyectil que cruce la frontera polaca. Ese fantasma de otra gran guerra y las consecuencias que está teniendo en la escalada en el precio de la energía y el combustible ha hecho que los españoles arrasen con los supermercados. No hemos aprendido nada tras la pandemia.
Sucedió durante la
primera ola de COVID-19; cundió el pánico y muchas personas acudieron a los
supermercados e hicieron acopio de tal cantidad de productos que, incluso,
tuvieron serias complicaciones para su almacenaje en casa. En ningún momento se
produjeron problemas de abastecimiento por parte de los proveedores, aunque
esta voracidad consumidora sí provocó que hubiera familias con dificultad para
comprar ciertos productos porque no daba tiempo a reponerlos en los lineales.
La situación se ha
vuelto a dar este fin de semana:
lineales vacíos, carritos de la compra llenos y productos como el aceite
convertidos en una de las piezas más
preciadas de esta caza. El resultado ha sido el mismo que en pandemia, es
decir, que esta actitud insolidaria ha impedido que familias en riesgo de
exclusión, cuya situación les impide hacer tal acopio de provisiones, accedan a
productos de primera necesidad.
A diferencia de la
primera ola, es cierto que en esta ocasión hay más motivos para pensar en
cierto desabastecimiento de algunos productos, especialmente motivado por el
precio del combustible, que detiene transporte, que deja sin faenar a flotas
pesqueras, etc. Sin embargo, ello no debería hacernos caer en esta actitud
profundamente insolidaria.
En un momento como
el actual, con una guerra librándose a pocos kilómetros de nuestro país, uno se
pregunta cómo sería la reacción del pueblo español si el conflicto golpeara
nuestras puertas. El comportamiento que hemos vuelto a ver este fin de semana
en las tiendas no sugiere nada bueno, desde luego, y debería hacernos
reflexionar, mirarnos en el espejo ucraniano.
No se produce ese
ejercicio de análisis; no somos muy dados a ello, la verdad, más aún con una
imagen del pueblo ucraniano en el que se percibe cierta propaganda, mostrando
únicamente la buena labor de voluntarios, la solidaridad entre ellos, la
unidad, el patriotismo, los gestos musicales espontáneos para levantar la
moral... obviando los saqueos, la desigualdad, el comportamiento de las
milicias... ¿Se han preguntado a dónde han ido los ricos ucranianos? ¿Sabemos
cómo se protege la élite empresarial? ¿Cómo lo haría la nuestra en una
situación similar?
Difícil de
contestar cuando las pocas referencias con que contamos dicen poco de nuestra
sociedad que, ante el menor signo de revés, prioriza el bienestar propio sobre
el colectivo. Así, ya les avanzo, no vamos a ningún lado bueno.
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