EL AVANCE DE LAS IZQUIERDAS EN AMÉRICA LATINA
JUAN TORTOSA
El presidente de
Chile, Gabriel Boric, durante una conferencia de prensa con los medios
internacionales, este viernes en el Palacio de La Moneda en Santiago (Chile).
Boric reafirmó su intención de fomentar la integración regional y dijo que
"es necesario que América Latina vuelva a tener una voz en el
mundo".- EFE
Nuestras miserias domésticas y el desastre de Ucrania copan el espacio mediático hasta tal punto que apenas parece quedar lugar, y por lo visto tampoco tiempo, para dedicar a América Latina la atención que merece lo mucho que por allí está ocurriendo. La llegada a la presidencia de Chile de Gabriel Boric el pasado 11 de marzo fue sin duda un acontecimiento de primera magnitud cuya repercusión aquí, tanto en periódicos como en televisiones, tuvo un perfil vergonzosamente bajo. Sí, lo sé, ha pillado en un mal momento, pero la guerra comenzó hace menos de un mes y el desinterés de los medios españoles por lo que ocurre en nuestras tierras hermanas hace ya mucho que está muy por debajo de lo que sería preceptivo.
La toma de posesión
de Boric tuvo un poder simbólico y un componente emotivo que pedía una mayor
atención. El golpe militar contra Salvador Allende de hace cincuenta años no
solo nos conmovió sino que su repercusión tanto en España como en el resto de
Europa fue enorme. Ahora se cierra el ciclo y lo contamos de refilón. El
momento en que, antes de entrar en el Palacio de la Moneda para tomar posesión
de su cargo, el presidente electo rompió el protocolo y se dirigió a saludar la
estatua de Allende situada en una esquina de la plaza de la Constitución de
Santiago, estuvo cargada de un alto componente simbólico no solo para su país
sino para quienes en su día vivimos y sentimos los crímenes de la dictadura de
Pinochet como lo que eran, algo trágico y muy cercano.
¿Qué ha pasado para
que todo ahora parezca mucho más lejano?¿Por qué hemos dejado de interesarnos
por América Latina? ¿Quién sabe, por ejemplo, quién es Pedro Castillo, aquel
maestro de escuela que llegó a la presidencia de Perú hace solo ocho meses?
Como mucho nos acordamos de su sombrero pero poco sabemos del acoso al que está
sometido por los poderes de siempre. Un acoso que le ha obligado a modificar su
equipo gubernamental cuatro veces ya en tan corto período de tiempo merced a
los exagerados poderes con los que cuenta el Congreso. ¿Quién sabe que el
próximo día 28 esos mismos poderes lo van a someter a lo que allí llaman
"moción de vacancia" (una especie de impeachement) para intentar
echarlo del poder y la única esperanza para evitarlo es que los
desestabilizadores no consigan los dos tercios de representantes necesarios
para ello?
¿Quién está al
tanto de que, por primera vez en la historia, Colombia puede tener un
presidente de izquierdas en el mes de junio si Gustavo Petro, el candidato del
bloque progresista llamado Pacto Histórico, consolida los datos obtenidos en la
consulta no obligatoria del pasado domingo día 13 donde consiguió más de cuatro
millones y medio de votos, el doble que el bloque uribista?
¿Sabemos que la
presidenta de Honduras desde el pasado 27 de enero se llama Xiomara Castro, es
la primera mujer que lo consigue en ese país, y se propone, además de luchar
contra la corrupción institucionalizada, desarrollar las políticas de
izquierdas que en su país dejaron de existir cuando Manuel Zelaya fue víctima
de un golpe de Estado hace casi trece años?
De Brasil sí
sabemos algo más, conocemos el enorme poder del lawfare, que persiguió sin descanso
a Lula da Silva y a Dilma Rouseff hasta conseguir expulsar a esta última de la
presidencia del país en 2016 y encarcelar a su antecesor durante más de un año.
Acusados de la financiación ilegal de su partido, en diciembre de 2019 fueron
absueltos pero el daño ya estaba hecho y las políticas ultraderechistas de
Bolsonaro han destrozado Brasil y torpedeado los avances sociales que en su día
conquistó el Partido de los Trabajadores. Si hacemos caso a las encuestas, todo
puede cambiar el próximo otoño cuando Lula, el mejor situado en los sondeos,
vuelva a ocupar de nuevo la presidencia.
Tanto en Chile como
en Perú, Colombia, Honduras y Brasil los problemas son muy distintos, pero
todos necesitan consolidar los pilares del bienestar: salud, educación y protección
social. En palabras de Ramón Jáuregui, "la aproximación ideológica de los
nuevos gobiernos en el sur de América podría permitir abordar con más realismo
y menos tensiones nacionales su integración regional y dar pasos así en favor
de armonizar sus ordenamientos jurídicos para hacer posible la libre
competencia de sus servicios, para atraer inversiones y para desarrollar
grandes infraestructuras físicas y tecnológicas comunes".
Todo es muy
complejo, es cierto, y cualquier análisis exige la mayor de las prudencias,
pero lo que está ocurriendo en América Latina es un síntoma del fracaso de las
políticas neoliberales y demuestra la fuerza del voto de quienes durante años
han sido sus víctimas. Los poderes que no se presentan a las elecciones se resisten
con todas sus fuerzas y sus adláteres mediáticos, financieros, jurídicos y
empresariales (¿les suena?) hacen todo lo posible por torpedear cualquier
avance social. Está bien que nos estén dando toda una lección.
Como le dijo Pepe
Mujica a Gabriel Boric por videoconferencia pocos días antes de la toma de
posesión de este último, "una sociedad puede tener un gran éxito económico
pero a la vez también una enorme deuda social terrible ¿Qué sentido tiene
–añadió el ex presidente uruguayo- el crecimiento de la economía si no se eleva
el fondo de la sociedad y si la prosperidad no se reparte?".
J.T.
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