¿NO A LA GUERRA…? ¿PERO A QUÉ GUERRA?
PETRI REKABARREN.
Los y las vascas nos negamos a entrar en la OTAN pero el Estado español nos metió a patadas en esa organización terrorista y ahora el gobierno que dice ser el más «progresista» de la historia nos ha metido en la guerra que la OTAN ha iniciado en Ucrania con las repúblicas populares del Donbass, que también es contra la clase trabajadora ucraniana que rechaza el nazismo y el régimen corrupto impuesto por un golpe de Estado organizado por el imperialismo, y contra Rusia como primera frontera a destrozar para intentar llegar hasta China. Mientras tanto, al proletariado, al pueblo trabajador, se le impone el pacifismo absoluto como única forma lícita de responder a las injusticias que sufre cada vez más.
Recientemente, un
editorial del diario El País se titulaba así: La legitimidad de las armas. No
hace falta explicar aquí cómo retuerce la historia y qué «legitimidad»
defiende: es «legítimo» armar a un régimen tirano impuesto por un golpe de
Estado dirigido por la CIA para que consiga por fin y tras ocho años de ataques
aplastar al pueblo del Donbass y hacer hincar la rodilla a Rusia para que,
derrotada, no se resista al saqueo de sus recursos por el imperialismo. Este es
uno de los cuatro frentes mundiales en los que el imperialismo está movilizando
sus fuerzas, siendo los otros tres: Taiwan para provocar a China, Irán y
Venezuela-Cuba, pero «la legitimidad de las armas» vale también para el resto
de la casi inacabable lista de pueblos bajo presiones de Occidente.
Lo que ahora más
nos interesa analizar es la belicosidad de la burguesía vasca y el pacifismo de
algunas izquierdas a la luz de la experiencia histórica, del contexto y de la
estrategia revolucionaria. La consiga abstracta «No a la guerra» favorece
objetivamente a la OTAN porque oculta el hecho de que ya existía otra guerra
anterior que continúa y continuará si no es parada por la intervención militar
rusa y por la independencia del Donbass: las repúblicas populares del Donbass
eran aterrorizadas con bombardeos indiscriminados durante ocho años, el pueblo
ucraniano sometido a un régimen corrupto y de extrema derecha vendido a EEUU y
la OTAN, y Rusia y Bielorrusia cada vez más amenazadas económica y militarmente
por el imperialismo otanista.
Que la burguesía
vasca, integrada en la lógica imperialista franco-española, apoye el rearme
masivo de los nazis ucranianos enseña qué modelo socio-económico y político
quiere para Euskal Herria aunque no puede imponerlo del todo porque se lo
impide el pueblo trabajador: la derechización y la violencia crecientes de sus
fuerzas represivas en Vascongadas y Nafarroa, así como el peso de la derecha en
Iparralde, lo confirma. El pacifismo de las fuerzas soberanistas y reformistas
impide o retrasa la concienciación revolucionaria, facilita la pasividad ante
la explotación y pulveriza la ética humana reduciéndola a una papilla insípida,
inerme e inerte.
Nosotros ni estamos
ni debemos estar contra «todas» las guerras: apoyamos las guerras defensivas de
las clases y naciones explotadas, estamos a favor de las justas resistencias
populares contra las opresiones e injusticias que sufren las clases
trabajadoras, legitimamos el derecho y la necesidad de la resistencia, de la
rebelión y de la revolución. Las repúblicas populares del Donbass tienen el
derecho de defenderse, más aún, tienen la necesidad de defenderse con cualquier
medio que estimen conveniente contra el terror ucraniano, contra su lengua y
cultura, contra bombardeos indiscriminados, atentados selectivos, guerra económica
permanente, mentira y manipulación sistemática… Esos y todos los pueblos
agredidos tienen la necesidad y el derecho de recibir ayuda solidaria
internacional, pero los nazis y contrarrevolucionarios no tienen en absoluto el
derecho a asesinar y a recibir ayudas para que sigan asesinando.
Sin mayores
precisiones ahora, asumimos el derecho de Rusia, Bielorrusia, Nicaragua, Siria,
Venezuela, Argelia, Corea del Norte, México, Cuba, Palestina, Sáhara, Vietnam,
Perú, China, Bolivia, Líbano, Kazajistán, Armenia, Irán, Honduras, Yemen, Irak,
Mali…, todos ellos pueblos con Estado propio, para defenderse como crean
necesario de ataques y amenazas exteriores y sus respectivas formas de agresión
interna, de golpes militares, de provocaciones de toda índole, etc.,
organizadas por el imperialismo. Sobre todo asumimos la dialéctica entre
derecho a la resistencia y necesidad de la resistencia para las naciones
oprimidas a las que se les impide por la fuerza de las armas tener un Estado
propio que garantice su independencia.
La burguesía borra
la historia, tergiversa, falsea y descontextualiza las agresiones permanentes
contra el Donbass y la multiplicación de sus amenazas contra Rusia y antes
contra la URSS. No puede permitir que se conozca que la razón de sus crímenes
no es otra que aumentar su capital a costa de estos pueblos. Además, les
responsabiliza de los efectos terribles que esa prolongada estrategia está
provocando en el agravamiento de la crisis mundial: la carestía, la inflación,
el desabastecimiento creciente, el desempleo… no son debidos a una crisis que
se arrastra desde 2007 provocada por la codicia del capital, sino a la
resistencia del Donbass y ejercicio de Rusia del derecho de ayudarle y de
defenderse a sí misma. Por lo tanto, dice la burguesía, hay que suprimir esos
derechos, hay que seguir oprimiendo al Donbass y hay que obligar a rendirse a
Rusia. Así están anunciando lo que nos espera si incrementamos nuestras
movilizaciones y luchas para reconquistar los derechos que nos están
arrebatando desde hace años.
El reformismo, el
soberanismo «transformador», cierra ojos y oídos e intenta convencernos de que
la diplomacia, la paz y los acuerdos en base a la legislación vigente es la
única alternativa en este y en todos los demás «problemas», como si la opresión
de los derechos fuera un mero «problema», y ocultando sobre todo que esa ley es
la impuesta por el opresor para servirle a él. De esta forma, el reformismo se
posiciona objetivamente en la defensa del capital, del imperialismo, de la
OTAN.
Independientemente
de sus ilusiones y fantasías subjetivas, es un pilar del sistema como se
aprecia en su apoyo al gobierno belicista español, que ha implementado el mayor
gasto militar desde la llamada transición, que es el gobierno de la Unión
Europea que más gasta en fuerzas represivas, que recorta derechos elementales,
que es una pieza clave de la OTAN… Defensa de este gobierno y por tanto defensa
del Estado español tanto más dañina para el pueblo cuanto que, además, este
debe renunciar al derecho sacrosanto e inalienable a la rebelión contra la
injusticia.
Nuestro SÍ
contundente a la justa guerra defensiva de los pueblos va más allá que la
simplona consigna de «OTAN no. Bases fuera» porque no va a la raíz del
problema: las bases de la OTAN no pueden irse a ningún lado porque el Estado
español es en sí mismo una base de la OTAN y porque el gobierno del Estado
español es solo el despachito dentro de la base otánica para comunicar a los
súbditos de su Majestad las órdenes provenientes del Pentágono o de cualquier
cabo del ejército yanqui.
«OTAN no. Bases
fuera» solo tiene sentido si se transforma en «España no. España fuera». Nos
enfrentamos, por tanto, a una tarea dura, prolongada, peligrosa pero necesaria
en su sentido pleno, es decir, de necesidad de practicar el derecho elemental a
la libertad y a la vida. Mientras exista la OTAN y unida a ella la monarquía
militar inherente al Estado español, no seremos libres y estará en peligro
nuestra vida. Ahora bien, superar esta necesidad vital, que por ello es más que
un simple derecho abstracto, nos exige una praxis comunista e independentista
que, por un lado, se base en las más recientes expresiones de la lucha de
clases y, por otra parte, integre las lecciones positivas y las victorias
obtenidas durante la larga lucha nacional de clase de nuestro pueblo y especial
en los últimos setenta años. Uno sin otro no se sostiene la praxis comunista.
Por ejemplo, de
cara a la intensificación de la lucha de clases en respuesta al endurecimiento
de la explotación, es necesario conocer mediante la práctica sostenida en el
tiempo la complejidad de las fracciones del proletariado vasco, de sus niveles
y ramificaciones que dan forma al pueblo trabajador en su conjunto, y a la vez
conocer las formas que adquiere el movimiento popular en el capitalismo actual
bajo la actual opresión nacional franco-española bajo la dominación
imperialista. Cualquier confusión o dogmatismo en estas y otras cuestiones,
resulta mortal.
De entre los muchos
problemas que se han agudizado recientemente y sobre todo desde la intervención
preventiva de Rusia en defensa del Donbass, adquieren más relevancia aún los de
la solidaridad internacionalista, los de defensa del derecho a la rebelión y la
denuncia teórica y ética del pacifismo y en especial de la mitología de la
«mujer pacífica», los del papel de la cultura y la prensa en la guerra
psicopolítica, los de la lucha contra el empobrecimiento y la represión, los de
prefigurar prácticas proto-socialistas de emancipación que demuestren que el
comunismo es una necesidad imperiosa y también un deseo factible, etc.
Es urgente avanzar
en estas reflexiones y en estas prácticas. Avancemos.
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