EL PRECIO DE LA GASOLINA APRIETA Y AHOGA
DAVID BOLLERO
Trabajadora de una gasolinera sirviendo combustible a un vehículo.
Casi dos euros por litro. No hace falta escuchar las noticias ni leer los periódicos: el susto está asegurado cuando vaya a repostar. El precio de la gasolina aprieta y ahoga, porque es la puntilla para un elevado porcentaje de personas que en su actividad diaria dependen del transporte; tras dos años capeando el temporal económico que ha traído la crisis sanitaria de COVID-19, este remate final está teniendo consecuencias fatales. La paciencia se agota y no se trata de una postura insolidaria con Ucrania, pues la guerra sólo ha acentuando la escalada de precios, pero ésta ya venía en ascenso antes de que estallara el conflicto.
Los consumidores
están hartos de empatía, de comprensión. No les culpo, porque vuelve a
evidenciarse una penosa realidad que se constata cuando fluctúa el precio del
combustible: cuando sube el precio del petróleo, el de la gasolina en el
surtidor se dispara; sin embargo, cuando el petróleo se desploma, el descenso
en el precio del combustible es mucho más ligero y en absoluto proporcional.
Alguien hace caja a nuestra costa, es el pensamiento generalizado.
Si a esa reflexión
se suman las sanciones que en el pasado ha impuesto la Comisión Nacional de los
Mercados y la Competencia (CNMC) a las petroleras por pactar precios, ¿qué
empatía o compresión se puede exigir a los consumidores? Ninguna. Recuerda a
ese empresario que cuando dispara sus beneficios no lo repercute en sus
trabajadores y trabajadoras pero, en cambio, cuando vienen mal dadas reclama
solidaridad y recorte de salarios... ese arrimar el hombro selectivo y
unilateral.
Existe el mito de
que pagamos más impuestos que gasolina, pero es falso. La carga impositiva está
por debajo del 50% y, además, no es ni de lejos de las más altas de Europa. No
sucede lo mismo con el precio de la gasolina antes de impuestos, que es uno de
los más altos de Europa, sólo por detrás de países como Dinamarca, Alemania,
Holanda, Suecia y Finlandia. El hecho de que el sector esté en muy pocas manos
y, como ha demostrado la CNMC, en ocasiones hayan pactado precios no ayuda a
tener precios de combustible razonables.
Se reclaman medidas
por parte del Gobierno para paliar esta subida. Tan sólo hay dos medidas
directas: la primera, rebajar los impuestos, como se ha hecho con el recibo de
la luz, lo que rebaja los ingresos del Estado y, con ello, los recursos para la
prestación de servicios públicos. La segunda, tomar medidas directas con el
precio antes de impuestos, algo con lo que a Europa le rechinarían los dientes,
al tiempo que se alzarían voces críticas tachando de intervencionismo
bolivariano. No deja de ser curioso que algunas de las personas que reclaman
ese intervencionismo estatal con la gasolina son los que incendian las redes
sociales cuando el gobierno intenta frenar la especulación con el alquiler de
la vivienda. Otro arrimar el hombro selectivo y unilateral.
Sea como fuere,
esta escalada de precios trasciende a mover el vehículo personal. Afecta de
pleno a los transportistas, que ya miran al 14 de marzo para sus
movilizaciones... y con ello, a la cesta de la compra, que ya venía
encareciéndose fruto de la estafa que sufrimos todas y todos con el sistema de
establecimiento del precio de la luz, que sigue penalizando a las renovables.
Huyan de quienes
depositen toda la culpa de la subida de precios en nuestra dependencia de los
combustibles fósiles, porque si bien es cierto que continúa existiendo, cada
vez es menor y, en materia de generación eléctrica, ya se han encargado las
eléctricas de neutralizar en el precio la transición realizada hacia energías
verdes.
Bajar a pie de
calle y abordar con sesudas teorías macroeconómicas a quienes sienten que el
precio de la gasolina comienza a saltar de la presión a la asfixia es una
temeridad. En parte, porque esas teorías se levantan sobre pilares falaces,
cárteles de empresas que pactan precios y gobiernos faltos de coraje para
imponer la coherencia, la justicia en el mercado energético, con expolíticos en
sus filas de uno y otro signo.
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