EL MANUAL DE RESISTENCIA SE DESHOJA
DAVID BOLLERO
Pedro Sánchez, desnortado.-
EFA/EPA/Stephanie Lecocq
Hubo un tiempo que el Manual de Resistencia, libro de Pedro Sánchez publicado después de que su propio partido se lo ventilara en un motín jaleado por Susana Díaz, se convirtió en la teoría llevada a la práctica, en la plasmación en papel de cómo el ahora presidente conseguía ir superando los obstáculos en su camino. Y no han sido pocos. Sin embargo, la situación actual en la que se encuentra el gobierno es aún más frágil que en plena pandemia, dando de palos de ciego tanto en política interior como en exterior.
No hay nada peor
que perder el gobierno más por desméritos que porque la oposición esté a la
altura. Eso es lo que le está pasando al tándem PSOE-Unidas Podemos (UP), cuya
coalición evidencia cada vez más tensiones internas y más tragaderas de UP, la
última de ellas la defensa del Ejecutivo al invasor del Sáhara Occidental, esto
es, Marruecos. Este patinazo en política exterior, ya avanzo, les va a pasar
una enorme factura electoral a ambas formaciones si no rectifican y cuando esto
suceda, también barrunto, ninguna de las dos formaciones tendrá la dignidad
suficiente para dejar de agitar de una vez por todas la bandera de los miedos a
la extrema-derecha. Ambas se aferrarán al miedo, a esa máxima de "yo, o el
fascismo" pero cuando quien te lo dice es quien se posiciona del lado del
torturador, quien usa a todo un pueblo, el saharaui, como moneda de cambio, ¿de
veras creen que son alternativa?
En política
interior, la situación comienza a ser insostenible. La falta de reflejos, los
movimientos escleróticos de este gobierno a la hora de atajar la crisis de
energía y carburantes ha conseguido que, incluso, quienes criticaban a ese
grupúsculo de transportistas violentos que comenzaron paralizando los mercados
centrales se hayan sumado a ellos, dándole legitimidad al paro patronal.
La dilación en
tomar medidas es incomprensible y las pocas que se adoptan, insuficientes.
Quizás es el desgaste de, probablemente, la legislatura más compleja de nuestra
democracia por la cantidad de desafíos a los que ha sido preciso hacer frente
(pandemia, temporales, volcán, guerra...). Sea lo que fuere, a la ciudadanía no
le importa, porque lo que ésta quiere y a lo que legítimamente tiene derecho es
que resuelvan sus problemas, a tener un gobierno y no un desgobierno que, en
honor a la verdad, siempre ha tenido una oposición desleal que ahora más que
nunca se frota las manos.
El auge de la
extrema derecha en nuestro país se produjo aprovechando ese discurso populista
de cáscara sin contenido pero que tanto gusta a los colectivos descontentos. La
actual coyuntura económica es una perita en dulce para la ultraderecha y, lo
más descorazonador, es que nuestro gobierno es quien se la sirve en bandeja con
sus decisiones dubitativas y sus errores garrafales.
El Manual de
Resistencia se está deshojando, cada vez parece más papel mojado y se antoja
más complejo -aunque no imposible- recomponerlo. La Unión Europea (UE) tampoco
ayuda, porque si lento se mueve nuestro gobierno, lo de Bruselas ya es de traca. Quizás es que con
los bolsillos llenos cuesta más moverse, quizás es que entre tanto lobbista uno
se distrae de su cometido real, pero la UE tampoco está a la altura. Y en la
base de la pirámide, la ciudadanía, que si había recuperado algo de fe en la
política vuelve a desengañarse y qué difícil es convencer de lo contrario
cuando se tiene el estómago vacío.
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