sábado, 19 de marzo de 2022

SE BUSCAN POBRES, RAZÓN MADRID

 

SE BUSCAN POBRES, RAZÓN MADRID

ANA PARDO DE VERA

El consejero de Educación y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Enriquer Ossorio, en la rueda de prensa tras la última reunión del Ejecutivo regional.

Sabemos que el poder y los cargos políticos, cuanto más altos sean, tienen un riesgo que, no obstante, puede venir de antes de la dedicación a este servicio público. Repito, porque nunca está de más, "servicio público". Hay políticos y políticas (un decir) a las que parece que la vida les ha sonreído siempre, que nunca han cobrado menos del triple del salario mínimo, que jamás han estado en la cola del paro, que su vida ha transcurrido sin esfuerzo y que les provoca urticaria o les da pereza mirar a otro sitio que no sea eso que los cursis llaman "la zona de confort": tu despacho, tu casa, tu coche oficial, tu restaurante favorito, tu familia afortunada, tus vacaciones bien pagadas... Todo esto, resumido y sumado a la incapacidad manifiesta de disimularlo, debería ser motivo de exclusión o expulsión de la política. Lo que pasa es que en esta política politiquera nuestra, que enreda más que resuelve, vale todo; y así vamos.

 

El consejero madrileño, Enrique Ossorio, ha constatado que lo suyo no es la política, en concreto, ni la empatía, en general. Aún a estas alturas, continúo revisando las declaraciones y movimientos del portavoz del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso este miércoles, valorando el informe de Cáritas sobre el aumento de la pobreza y la desigualdad en Madrid, y sigo sin concebir tanta bajeza por parte de un cargo público cuyo sueldo pasa de los 100.000 euros anuales.

 

El episodio es de sobra conocido: una periodista pregunta a Ossorio por la alarmante subida de la pobreza en Madrid, que alcanza el 22%, según el último informe de Cáritas, y el consejero habla de "error" y se pone a gesticular mirando a un lado y a otro del suelo haciendo que busca pobres, porque dice que cuando él sale a la calle, no los ve por ningún lado. Es tan miserable la puesta en escena como la duda que Ossorio trata de extender sobre el trabajo de Cáritas, una de las patas más decentes y consecuentes de la iglesia católica. Para rematar tanta miseria moral, la presidenta Ayuso no solo no ha cesado a su consejero, sino que lo ha defendido, primero, pidiendo a la oposición "no politizar la pobreza", para acto seguido, culpar al "Gobierno de izquierda" de la misma. Inenarrable.

 

Pero es normal. Es normal que quienes apuestan por la privatización a destajo de los servicios públicos, considerando el negocio antes que la justicia social; que quienes tratan de estrangular el Estado del bienestar bajando impuestos a quienes más tienen para que paguen sus hospitales y colegios privados sin tener en cuenta a los/as ciudadanas que no pueden hacerlo; que quienes cierran a cal y canto residencias para que personas mayores contagiadas de COVID no puedan salir al médico ni éste entrar llevándolos a una muerte segura… Es normal que esta gente no vea pobres por ningún lado, ni siquiera aunque los tuviera puerta con puerta, que no es el caso, me temo.

 

El consejero Ossorio miraba el miércoles al suelo buscando pobres porque su concepto de la sociedad en la que vivimos es la de identificar pobreza con sinhogarismo, nada más. No tiene ni idea de que, más allá de la gente que vive en la calle, una situación asimismo compleja, la pobreza tiene distintos grados, rostros y no todos visibles. Un consejero servidor público, valga la redundancia, se preocuparía por estudiar todas esas situaciones, identificarlas y tratar de resolver cada una de ellas. Son muchas: desde el/la que vive en la calle y que este miércoles fue pasto de la burla del portavoz del Gobierno madrileño, hasta el que trabaja pero a mitad de mes debe ir ya a los comedores o supermercados sociales para alimentar a su familia y a él mismo. Desde la anciana que vive sola y cuya mísera pensión le impide encender la calefacción hasta la madre soltera con niños pequeños que va de trabajo precario en trabajo precario, sin contrato y sin posibilidad de más porvenir que cronificar esa situación y que sus hijos la hereden -sí, la pobreza se hereda-. Desde el dependiente que no puede comprar una medicación que alivie sus dolores con una ayuda que, si llega, es irrisoria, hasta la mujer prostituida que intenta salir de la espiral de violencia que es vender su cuerpo día tras día y solo consigue hundirse cada vez más por la falta de ayudas.

 

La pobreza tiene tantas caras que es imposible enumerarlas todas. Por eso, en lugar de sembrar dudas, Ossorio debería echarse a los pies de quienes hacen un trabajo que tendría que ser institucional y es voluntario: identificar los focos a los que deben dirigirse las políticas más urgentes de un Gobierno.

 

Es tan aberrante el comentario de este portavoz que no voy a ser yo quien dé la puntilla a este artículo sino el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, con su tuit de ayer, a última hora de la tarde, en clara alusión a la ausencia de empatía del consejero madrileño: "Que el informe de @_FOESSA [la fundación que hace los informes de Cáritas] toque nuestro corazón y reconozcamos a las personas en exclusión social que tenemos a nuestro lado, aquí en Madrid, para así ofrecer respuestas a sus necesidades reales». Amén, Ossorio, amén.

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