LA TARDE
DUNIA SANCHEZ
La tarde,
huellas dejadas en la espalda de los océanos para aquellos que buscan sus
sueños. Amadeur viene, viene con su
albornoz rojo como resto de un naufragio. Amadeur ya se encuentra bien después
de que las cuerdas de una barca lo astillasen hasta la cercanía de la nada, de
la muerte. Amdeur pasa ante mí, sonriente, con su lenguaje particular. Amedeur
no me entiende, yo no lo entiendo solo con el idioma de los ojos, con el idioma
de una alegría de estar aquí, ahora, con sus piernas dando un paseo. Amedeur se
dirige al patio, al patio de una casa que acoge bajo su techo protector. Y
amadeur sonríe, por unos instantes mira el atardecer con su mirada estática en
ese cielo limpio, en esa tarde fría de otoño. Amadeur no sabe que lo observo,
que me detengo en cada movimiento de sus pisadas. Amadeur corta una flor
amarilla nacida en un pedazo de tierra o en un pedazo de belleza, según como se
mire. Amadeur la huele y quieto con sus ojos de alegría, suspira. Amdeur se
siente feliz, se siente abrazado con su albornoz rojo. Y para mi todo es perfecto, la hermosura de
una flor amarilla, la hermosura de la alegría de Amadeur.
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