domingo, 19 de diciembre de 2021

ESCRIBIR PARA LOS QUE NO LEEN

 

ESCRIBIR PARA LOS QUE NO LEEN

ANÍBAL MALVAR

Decía el cineasta francés Claude Chabrol que la tontería es mucho más fascinante que la inteligencia, pues la inteligencia tiene límites y la tontería no. Los historiadores que estudiaron el auge del fascismo europeo en la primera mitad del XX suelen coincidir en hablarnos de la mentira burda, la semántica simplificadora y el maniqueísmo infantiloide como basamentos del discurso totalitario que aupó a los hítleres, a los mussolinis y a los franquitos a cotas de popularidad inquietantes si partimos del axioma, tan cuestionable, de que el ser humano es especie racional. Una víctima de aquellos tiempos, un tal Antonio Machado, dejó escrito que "el arma más destructiva del fascismo es la mentira". Yo mezclaría en la coctelera a Machado con Chabrol y matizaría que quizá sea la tontería tan poderosa como la mentira, y en nuestros medios de comunicación se parecen, a veces, demasiado.

 

Medita ABC, por ejemplo, en un fresco editorial contra los sindicatos, que "cuando gobierna la derecha, las crisis, las subidas de la luz, la pobreza energética, los desahucios, los sueldos bajos, la precariedad, la pérdida de conciliación, o la explotación laboral siempre son culpa del Gobierno. En cambio, cuando gobierna la izquierda, y el Ejecutivo se muestra inútil en la lucha contra la inflación, el déficit, la desmesura del gasto público o la deuda, la culpa es de los empresarios". Tanto derrame léxico es para criticar que los sindicatos se hayan manifestado el otro día delante de la sede de la CEOE para vindicar más subida del salario mínimo, "en una exhibición que resulta corrosiva".

 

Hablando de memoria, creo recordar que en cuarenta y tantos años de democracia los gobiernos del PSOE han afrontado más huelgas generales que los del PP. Tampoco es casualidad que el 15-M le naciera cual grano culero al socialista José Luis Rodríguez Zapatero, y no a Aznar o M. Rajoy, por poner el ejemplo más silvestre y hermoso de nuestra reciente contraculturalidad política, sociológica y económica. Que es lo que le venimos exigiendo de siempre a los sindicatos. Que hagan la calle, con perdón, cosa que es cierto que han ido olvidando.

 

El discurso de ABC exalta las virtudes solidarias de nuestra clase empresarial: "No habrá un solo español que no quiera una subida de sueldos. Pero tampoco hay un solo empresario que no quiera producir y ganar más para ampliar su negocio, su plantilla y los sueldos. Y todo, por la sencilla razón de que esa será la única prueba objetiva de que le va bien y gana en competitividad. ¿Quién puede oponerse a que los trabajadores reclamen subidas de salario? Es legítimo y deseable. Pero ahí reside la trampa de los sindicatos".

 

O sea, que nuestros empresarios están deseosos de subirnos los salarios, pero, como tienen que ajustar sus humanitarios balances, no nos los suben por el bien de España y para subírnoslos cuando hayan ganado mucho más. Es por nuestro bien.

 

Sin embargo, los sindicatos "siempre culpan a los demás malversando la realidad y comprometiendo su propia coherencia. Por eso, su devaluación parece irreversible. No son sindicatos de trabajadores. Son extensiones del Gobierno cómplices de la difusión de mentiras masivas sobre la defensa de los derechos laborales".

 

Da un poco de rubor leer este cuento de buenos y malos de la Marvel en un periódico. Y da un poco de terror también, pues ya quedó dicho arriba lo que pensaba Machado. Infantilismo y mentira. El problema es que se les está yendo de las manos, y ese simplicismo aberrante es el que carga de municiones a los de Vox. Y que nunca comprarán un periódico. Para decirles que los sindicatos son muy malos y los empresarios muy buenos ya tienen a su cuñao. Y a Ana Rosa Quintana. Y a Pablo Motos, que son gratis.

 

No digo yo que los periódicos menos conservadores seamos más cabales, autocríticos y atinados, pero lo intentamos con bastante más fervor. Es el mercado, amigos. Escribir para los que no quieren pensar y leer es mal negocio. Pero es que además, y se demuestra en las calles, es peligrosísimo.

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